«Cuando la soledad no es deseada, acaba siendo un síntoma más de enfermedad»
El concepto de la soledad no deseada también ha tenido cabida en la Semana de la Arquitectura que se está celebrando en Santander, organizada por el colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria. Matilde Fernández ha sido invitada a una charla para vincular el urbanismo con esa soledad que afecta a muchas personas mayores de nuestro entorno.
El tema ha ganado si cabe más importancia ahora que llevamos más de año y medio bajo los efectos de la pandemia de covid-19, pero el envejecimiento de la población ya se estaba encargando desde antes de hacer aflorar una situación que, en opinión de esta asociación, debe visibilizarse mucho más.
Fernández revela que el nacimiento de esta organización fue a raíz de ver que «en países de Europa deciden dedicar recursos o incluso secretarías de Estado para el tema de la soledad», o también en un país conocido desde hace tiempo por su alta esperanza de vida como Japón. El hecho de que cada vez haya más personas mayores y que vivan más tiempo arroja como consecuencia que «crecerá la soledad», afirma en una entrevista concedida a EL FARADIO DE LA MAÑANA, en Arco FM. También tratamos con ella temas como el del feminismo, las crisis de refugiados o su relación de amistad con el expresidente de Cantabria, Jaime Blanco.
«Nacimos para sensibilizar a las administraciones y a la sociedad o a los medios de comunicación» de este fenómeno, que muchas veces queda silenciado o pasa desapercibido incluso para quienes tienen cerca a personas mayores que viven solas.
Fernández aclara que la asociación «no está para pedir subvenciones y gestionar algo, porque para eso ya hay muchas asociaciones más». Visibilizar y tratar de que los gestores de lo público se den cuenta del problema es la verdadera función que acometen.
Por eso, la exministra socialista dice que «cuando una administración o una ONG hace una buena acción, la divulgamos», para tratar de que sirva de ejemplo. Su participación en una charla enmarcada en un evento de arquitectura es por la vinculación que debe existir entre la manera de entender el urbanismo y las personas mayores.
Desde la asociación pretenden que se comprenda que los entornos de nuestras viviendas deben ser de otra forma, sobre todo en zonas donde haya una gran presencia de población envejecida. Normalmente, cuando se les pregunta a esas personas, prefieren quedarse en su domicilio antes que irse a una residencia.
La clave está en que puedan tener cerca «equipamientos que cumplan una función para las personas mayores», con el objetivo de que «no queden aisladas en sus casas». Porque ahí es donde comienza la soledad. «Si es deseada, es una maravilla, pero si no «acaba siendo un síntoma más de enfermedad», reflexiona Fernández.
Se trata de fortalecer la vida de los barrios «favorecer que los mayores acudan a actividades culturales y deportivas» y tengan lugares de ocio y reunión junto al inmueble donde viven. Fernández lo ve como una manera de mejorar la democracia, una tarea que es cosa de «los ciudadanos y los poderes públicos».
Recuerda que, durante la pandemia, los centros de mayores clásicos cerraban, algo muy nocivo para esas personas que no desean estar solas. «Los que no cerraban son los centros diseñados con patios y jardines, con espacios al aire libre»
Prosigue diciendo que, a la hora de acometer una regeneración urbana, se haga «también con una mirada a la población mayor de 65 años». De lo contrario, el efecto que se conseguirá es tener que abrir cada vez más residencias de mayores y que en muchas se masifique a los usuarios. Deben ser «unidades de convivencia, no masificadas», concluye.