Cierra la tienda de Mari en La Vega de Liébana: «El medio rural se muere»
En Vega de Liébana, desde ‘siempre’, los vecinos hacen la compra en ‘La Tienda de Mari’. En realidad, el establecimiento tiene otro nombre. Se llama ‘La Viorna’, pero todo el mundo lo llama La tienda de Mari, que, por cierto, tampoco se llama Mari, sino José María Alonso. Pero los pueblos son así, si a José María desde pequeño le llamaron Mari, pues así se quedó y si en un momento dado abrió una tienda, pues automáticamente, se llame como se llame, se convirtió en ‘La Tienda de Mari’.
Ahora muchos se preguntan cómo se van a arreglar cuando Mari, al que le llega el momento de jubilarse, cierre el negocio. 8 kilómetros separan ese pueblo de Potes, donde será necesario ir «para todo, porque aquí ya no queda nada», cuenta un vecino. El año pasado cerró la sucursal del Banco de Santander. Tras la pandemia, el Restaurante San Glorio no volvió a abrir sus puertas y la Forja de Rufino también está cerrada ya.
En los años 8o llegó a haber tres tiendas en La Vega. Tres establecimientos que suministraban todo lo necesario a los vecinos de los distintos pueblos del valle. Mari comenzó con un almacén de piensos donde, más adelante colocó las estanterías de una tienda que cerró allí al lado para empezar a vender un poco de todo en el mismo almacén. Con el tiempo, construyó un edificio en el que organizó el negocio bien estructurado. En la planta baja, almacén de piensos, en la primera planta, la tienda y el bar y arriba la vivienda familiar.
Y así han ido pasando los años. ¿Qué vende Mari? Pues la verdad es que vende de todo, o casi. Un kilo de garbanzos, un saco de comida para el perro, embutidos, fruta, botas para el monte, monos de trabajo, productos de ferretería, cuerdas, algunas delicatessen y también materiales específicos para apicultores: «Aquí viene gente de todo Liébana a comprar cosas para las colmenas, eso es cierto. Tengo tarros de miel, cepos para abejas, cierres….», cuenta Mari para EL FARADIO.
«LAS ZONAS RURALES SE APAGAN»
Como pasa en todas las zonas rurales, la población de los núcleos poblados del valle está formada, en su mayor parte por vecinos mayores. Pocos son los jóvenes que se quedan allí. Tampoco los hijos de Mari se quedaron en La Vega. «Yo les animé a que estudiaran. Fueron a la universidad y ahora están todos trabajando. Llega el momento de retirarse y no les voy a decir que dejen todo y se vengan aquí a seguir con el negocio, pero la verdad es muchos clientes me preguntan que qué van a hacer ahora. Hay gente mayor que tampoco tiene medios para desplazarse y con la tienda estaban servidos. Es una pena, porque este era un pueblo con muchos servicios. Aquí llegó a haber dos bancos y mira ahora, las zonas rurales se van apagando y los políticos se acuerdan de ello, pero sólo cuando salen por la televisión».
Con la casa en el mismo edificio que el negocio, la tienda de Mari era una especie de Corte Inglés rural, con un horario de atención al público tan amplio como fuese necesario. También gestiona el taxi del pueblo y, aunque no tiene fechas fijas, valora cerrar primero la tienda para seguir un tiempo con el taxi y luego, pues ya se verá: «yo he dedicado tanto tiempo al negocio que, la verdad es que no he tenido ratos para cultivar aficiones ni para nada de eso, así que no sé que voy a hacer cuando me jubile del todo. Tengo que concienciarme ahora de que ha llegado el momento de llevar otra vida», se despide Mari.