Las ‘kellys’ del ferry o cómo limpiar un barco gigante en dos horas
Contactamos con tres personas para conocer un poco mejor la situación en que se encuentran miles de personas trabajadoras en Cantabria. Una es Jesús Alechiguerra, secretario de Limpieza dentro de la Federación de Servicios, Movilidad y Consumo de UGT Cantabria, y también trabajador del sector, y las otras dos son mujeres, Teresa y Carmen, que sufren en sus carnes las condiciones que se han ido afianzando y que llevan a pensar en precariedad en mayúsculas.
Ellas dos, entre otros lugares, se dedican a limpiar los ferries que entran en el puerto de Santander. Pero no tienen más que dos horas de tiempo para limpiarlo. «Hay que ir a la carrera», dice Carmen. Entrar a toda velocidad, ir pasando por todos los recovecos, y dejarlo en perfectas condiciones para los siguientes pasajeros que entren allí. «Si hago el trabajo mal porque me incitan a ir muy deprisa, las consecuencias son para mí», añade.
Esas son dos horas, pero el día hay que rellenarlo con más trabajo. Terminar en un sitio e ir a otro para hacer lo mismo, y muchas veces con las mismas prisas. Teresa lleva cinco años en el sector de la limpieza y ahora está un poco mejor porque tiene un contrato de siete horas y 35 minutos de trabajo diario y con un «sueldo razonable». Pero para completar esa jornada, «empiezo a las 8 de la mañana y acabo más allá de las 10 de la noche». En casa, el tiempo justo para dormir.
Alechiguerra también se refiere a lo perjudicial de las jornadas parciales, con casos mucho peores. «En el sindicato hemos llegado a ver contratos de 14 minutos diarios» para limpiar un determinado sitio. Se entiende que la necesidad de alguien para aceptar unas condiciones así debe ser grande, y que vaya buscando otras cosas para completar un salario que pueda considerarse digno. Carmen revela que hace «trabajos varios para la misma empresa y otros por fuera para poder sobrevivir».
«Es duro el barco, y el resto también. Hay sitios que a lo mejor tienes media hora para limpiar el local», dice ella, una mujer con más de dos décadas de experiencia limpiando en el ferry y que trata de darle lo mejor a su familia. Pero cuesta mucho. Sobre todo cuando llega una pandemia y la respuesta de la administración es de que a ella no le correspondía «ninguna ayuda».
Alechiguerra habla del convenio firmado el pasado mes de diciembre. Después de que hubiera movilizaciones para que las negociaciones se cerrasen, eso se consiguió, pero considera que quedan «muchas cosas que mejorar en el sector», en el que trabajan unas 7.000 personas en Cantabria. Una de las cosas que se pretende conseguir es que las personas que van empalmando contratos de sólo minutos o pocas horas de duración vean considerados «los desplazamientos de centro a centro como tiempo efectivo de trabajo».
Teresa se apresura a decir que es «vergonzoso lo de las jornadas parciales, hay que atajarlo ya». Son la base de la inestabilidad. Y el representante de UGT considera que un 70% del sector sufre condiciones de precariedad. Y es algo en lo que también influye el sector público, porque las licitaciones de contratos de limpieza «están siendo a la baja. Comprometen puestos de trabajo y condiciones laborales», afirma. Desde el sindicato quieren también que se impida la subcontratación en ese tipo de contratos y que a las trabajadoras y trabajadores se les aplique el convenio que corresponde.
La experiencia personal de Jesús Alechiguerra es muy distinta. Tiene 22 años de carrera laboral dentro de la limpieza, pero reconoce su suerte porque «entré en una empresa grande y ahí no existe la misma problemática. Haces tu jornada, te vas para casa, y es un trabajo como otro cualquiera». Es por su experiencia sindical por lo que ve que hay que ser más ambiciosos.
Lamenta también que «todo lo que se está metiendo en los convenios viene a raíz de denuncias y decisiones judiciales a favor de los trabajadores» y no por iniciativa de las empresas. La precariedad es donde se sienten cómodos, porque es la forma de poder ahorrar costes e incrementar beneficios.
De hecho, él piensa que «hay empresas que deberían tener menos plantilla, pero con mejores condiciones» y no buscar la manera de rellenar pequeños huecos con sueldos irrisorios. Se queja de que, cuando una empresa tiene una vacante, prefiere meter a dos personas a media jornada que a una sola a jornada completa, porque eso les ofrece una mayor flexibilidad también a la hora de despedir si hay necesidad de aplicar algún recorte.
Teresa se queja precisamente de que hay empresarios que «juegan con la necesidad de las personas» y de que algunos de ellos usan directamente en las entrevistas de trabajo el ya tópico de que si alguien rechaza una oferta por las malas condiciones, hay mucha gente esperando a aceptar ese tipo de empleo.
Ella misma se queja de que, en caso de alguna enfermedad o dolencia física, en la empresa «no dan bajas, te dicen que te tomes algo para que se te pase» y que algunas compañeras suyas han tenido que acabar operándose después de que se agravara alguna de esas situaciones.
Por eso reivindica su experiencia con el sindicato. «Las dos veces que he acudido a ellos y me han representado, he ganado». Carmen explica que ha tenido que oír muchas veces que con la lucha sindical no se consigue nada, pero ella concluye que «si no luchamos, no conseguiremos ni siquiera pequeñas cosas».