Cuando la aviación nazi voló sobre el Palacio de La Magdalena
Las imágenes impresionan: un escuadrón aéreo sobrevuela uno de los paisajes que más definen a Santander: el Palacio de la Magdalena.
Es un edificio que concentra tanto la historia monárquica –concebido como residencia real–, como republicana, al ser sede de la Universidad Internacional de Verano, proyecto que se enmarcaba dentro de la apuesta republicana por la educación, ligado a la Institución Libre de Enseñanza, que tuvo en su primer equipo a Ramón Menéndez Pidal y el poeta Pedro Salinas, y en el que llegó a actuar La Barraca, la compañía de Federico García Lorca –cuyo último amante, por cierto, descansa en Ciriego, como recreó la obra ‘La piedra oscura’. Su programación cultural acabó derivando en el actual FIS. Años después, el franquismo se apropió del proyecto, convertido en la UIMP, para intentar mostrar la cara más amable del régimen.b
Impresionan más por más motivos, por el Arriba España y el blanco y negro que, sumados a la locución en alemán enseguida arman todo el puzzle: es la Legión Cóndor, la fuerza aérea que el III Reich de Adolf Hitler envió para apoyar en la guerra civil al bando del militar Francisco Franco tras el golpe de estado contra la legalidad republicana.
Las imágenes las ha rescatado el profesor universitario –y poeta– Alberto Santamaría, que hace años ya elaboró un potente trabajo para recuperar la historia de cuando el recinto de La Magdalena fue convertido en un campo de concentración para torturar a la disidencia política.
En el vídeo, de la televisión alemana, rodado por los propios militares nazis y que se puede situar en agosto de 1937, se puede ver no sólo el vuelo, sino la entrada en Santander e imágenes de su vida diaria, como si fuera una excursión, de quienes tiempo antes lo que habían hecho era bombardearla.
Desde hace casi diez años investigo sobre la memoria del Campo de concentración franquista de La Magdalena (Santander). Aquí presento último hallazgo: la Legón Condor alemana entrando en Santander por la zona del Palacio de la Magdalena. Un hallazgo brutal procedente de Alemania pic.twitter.com/qKVIOpZn8N
— Alberto Santamaría (@albertoysantama) January 17, 2022
Años después veríamos otras imágenes, distintas, que nos relacionarían la imagen de nuestra ciudad con la guerra: los barcos de Bahri, cargados con bombas y explosivos para la Guerra de Yemen, cargados en el Puerto de Santander.
CUANDO LA MAGDALENA FUE UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN
Alberto Santamaria ha documentado el campo de concentración de La Magdalena –que fue evocado hace pocos años en una performance organizada allí mismo por La Vorágine–
En una exposición realizada por Alberto Santamaría en la Librería Gil en 2015, el autor documentó toda la historia de la Santander de la etapa franquista, y todos los lugares que fueron convertidos en campos de concentración.
Las caballerizas de La Magdalena se convirtieron durante los años 1937-1939, en el transcurso de la Guerra Civil Española, en un campo de concentración para todos aquellos ‘rojos’ considerados opositores al régimen de Franco.
El objetivo que se perseguía con la creación de estos campos de concentración, y más en concreto con el de La Magdalena, era la anulación por completo del contrario. Pretendían humillarlo, someterlo y maltratarlo.
Hasta el campo de concentración de La Magdalena llegaron opositores del régimen de todos los rincones de España. En el frente norte había mucha gente de distintas procedencias del país.
El trabajo investigador de Santamaría logró aflorar fotografías y testimonios de presos, como esta carta de un hombre a su mujer:
“Todos estamos bien, contando el tiempo que nos falta para estar reunidos, que, si Dios quiere y mi Virgen, será pronto. Ten confianza y reza mucho que nosotros también lo hacemos así”.
Jaume Anglada Rodellas fue otro prisionero catalán que plasmó a través de distintos versos su experiencia:
“Potes y platos, relucientes y vacios, pupilas apagadas, pantalones que caen, agua en la boca…Comer con la imaginación… ¡Querer y no poder comer! ¿Será esto un clamor? ¡Es el hambre!”.
Una vez que el campo de concentración de La Magdalena dejó de albergar presos opositores, se convirtió en refugio para todos aquellos que se quedaron sin hogar tras la terrible devastación de la ciudad a causa del fuego en 1941 que destruyó la ciudad de Santander.
No hay un número exacto de la cantidad de presos que entraron en el campo de concentración ni del número de muertos. Sin embargo, hay cifras que hablan por sí solas sobre la feroz situación a la que tuvieron que hacer frente miles de personas: más de 1.600 prisioneros en julio de 1938, en un lugar con capacidad para 600 personas, lo cual supone un 266,66% de estado de ocupación. Si avanzamos un año, las cifras aumentan y llegan hasta las casi 1900 personas en marzo de 1939.
MÁS PUNTOS NEGROS
En Santander había varios centros de detención, entre ellos la Plaza de Toros, el Campo del Racing, La Tabacablera, el Seminario de Corbán y Las Oblatas.
En el caso concreto de La Plaza de Toros y el Campo de Fútbol, fueron campos de detención temporal. Por otro lado, La Magdalena y Corbán eran los principales a los que se derivaba a los presos.
Las mujeres eran trasladadas hasta las Oblatas (zona Juan XXIII).
EN SANTANDER SE DISEÑÓ EL MODELO DE CAMPO DE CONCENTRACIÓN FRANQUISTA
El campo de concentración de La Magdalena fue el primero que se creó en España en los años en la etapa del franquismo.
Es más, es que en Santander se diseñó el modelo de campo de concentración para el resto del país, debido a que en la franja cantábrica se produjo el llamado ‘frente norte’ (conjunto de operaciones y combates que se produjeron en la franja norte y que enfrentaron a las fuerzas sublevadas y los republicanos en 1937). Como consecuencia de este enfrentamiento llegaron a tener hasta más de 50.000 presos.
Los trabajos forzados eran las principales prácticas que se desarrollaban. Las condiciones de vida eran pésimas y el frío y el hambre eran extremos. En diversos documentos que están expuestos se puede observar, como se afirma, que las condiciones sanitarias y de higiene eran deficientes.
Las principales enfermedades mortíferas eran el tifus -en la exposición se puede observar un documento sellado por el campo de concentración en el que se detalla la inyección para evitar esta enfermedad a un preso- y la meningitis.
“Hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulo ni vacilación a todos los que no piensan como nosotros”. Estas eran las palabras exactas que pronunció el General Mola a los encargados y cabezas de los campos de concentración. Esta era la forma de actuar sobre los que presentaban una ideología distinta.
LA COMUNIDAD CON MÁS CAMPOS EN RELACIÓN A SU TAMAÑO
Hasta diez campos de concentración hubo en Cantabria en la época franquista, lo que convierte a la comunidad a la que más instalaciones de este tipo tuvo, según ha documentado el periodista Carlos Hernández, autor de Los últimos españoles de Mauthausen, en su libro ‘Los campos de concentración de Franco’, que ha presentado en varias ocasiones en Cantabria.
Y, a diferencia de lo ocurrido en la mayor parte del territorio nacional, buena parte de los campos cántabros fueron abiertos por las tropas fascistas italianas.
Ese es el caso de dos de los recintos que tuvieron una menor duración, los habilitados en Castro Urdiales y en Laredo.
También hubo otro en el aeródromo de Pontejos, cuyos prisioneros trabajaban para los aviadores nazis de la Legión Cóndor alemana.
Los campos más longevos fueron los instalados en el seminario de Santa Catalina en Corbán, en el Palacio de la Magdalena de Santander y en dos edificios de Santoña: el Cuartel de Infantería y el Instituto Manzanedo.
El resto de campos cántabros se repartieron así: uno en Torrelavega, dos más en Santoña (penal del Dueso y Fuerte de San Martín) y otro más en la capital cántabra que estaba formado por varios edificios emblemáticos como la Plaza de Toros, los Campos de Sport de El Sardinero y el viejo Hipódromo de Bellavista, concebidos como una unidad.
«En los campos de concentración franquistas no hubo cámaras de gas, pero se practicó el exterminio y se explotó a los cautivos como trabajadores esclavos. En España no hubo un genocidio judío o gitano, pero sí hubo un verdadero holocausto ideológico, una solución final contra quienes pensaban de forma diferente», es una de las conclusiones que aporta Carlos Hernández de Miguel.
El sistema concentracionario franquista fue definido así por el propio régimen y reflejado en documentación de sus archivos.
Un sistema que, además de los campos de concentración, contó también con centenares de batallones de trabajadores esclavos, y que nació poco después de la sublevación militar, pero que se prolongó durante buena parte de la dictadura.
Los campos de concentración de Franco persiguieron otro objetivo diseñado desde la cúpula militar franquista: amedrentar a los cautivos y lavarles el cerebro para evitar que pudieran representar una amenaza para la dictadura.
Los documentos oficiales y la prensa del Movimiento describían gráficamente cuál era el fin último de este adoctrinamiento forzoso que se llevaba a cabo en los campos: «Ganarlos para la causa de la nueva España, para la fe en Dios, para el amor a la Patria, para la veneración por el Caudillo providencial que nos rige…».
Diariamente eran obligados a cantar los himnos franquistas, realizar el saludo fascista, asistir a charlas “patrióticas” y participar en misas y otros actos religiosos. Todo ello en un entorno de malos tratos, humillaciones, enfermedades y hambre que formaban parte del proceso de deshumanización al que eran sometidos los prisioneros, mientras las mujeres eran encarceladas y los homosexuales hostigados hasta bien entrado el franquismo.
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