La Luz que iluminó el camino hasta Cantabria
Luz Gancedo tiene 24 años. Hace solo unos meses terminó sus estudios de Periodismo y Comunicación Audiovisual en la Universidad Carlos III de Madrid. Tras un año de prácticas en la Agencia EFE, ahora se encuentra residiendo en su ciudad, Torrelavega, mientras busca empleo de manera activa. Como cualquier veinteañera cántabra, muestra esperanzas en su futuro laboral y vital. Pero la historia de Luz tiene algo de distinto. Nació en China y fue la primera niña llegada a Cantabria en adopción desde el país asiático.
La adopción
Llegó a Torrelavega, de la mano de sus padres, en diciembre de 1997. El proceso de adopción fue duro, tal y como le han contado: “A mitad del camino, cambiaron algunos criterios, entre otros los económicos y casi se trunca todo, pero finalmente salió adelante”. Luz es la hija pequeña del matrimonio, que no pensaba haber tenido más hijos, pero tras el nacimiento de su hermano en 1995, les entró el “gusanillo” de la adopción. “Veían en televisión que había una necesidad importante de adopciones en China, lo valoraron y decidieron comenzar los trámites”, recuerda Luz.
Pasaron multitud de entrevistas, tuvieron que entregar una gran cantidad de documentación que asegurara que cumplían con todos los requisitos, para lo que se vieron apoyados en todo momento por abogados expertos, traductores y por una asociación de adopciones. “Cuando ya les habían enviado mi foto, intentaron cambiarme por un niño, pero para ellos ya no había marcha atrás, era un cambio inasumible”, asegura.
Luz no pasó por un orfanato. En aquellos años, estos estaban colapsados por la gran cantidad de niños que esperaban ser adoptados y el gobierno chino enviaba a algunos bebés a convivir con familias campesinas, a las que pagaba un dinero para que los mantuviera. Su familia de acogida no la alimentaba con leche, sino con agua de arroz. Recuerda que “al llegar me llevaron al pediatra, porque tenía el estómago afectado por la alimentación de los primeros meses. Resultó que me había traído un virus estomacal que contagié al pediatra y que se fue expandiendo”.
Discriminación
Su hermano y ella fueron al colegio Sagrados Corazones, en la capital del Besaya. “Había un ambiente bastante familiar. De pequeña nunca me sentí discriminada. Creo que eso se aprende en casa. Me sentí muy querida en el colegio y en el instituto. He podido sentir más esa discriminación después de la adolescencia, quizás porque eres más consciente, pero es algo a lo que nunca he dado importancia ni me ha marcado”, afirma Luz.
“El otro día, sin ir más lejos, me enteré de que me han rechazado para un puesto de trabajo por ser china. Me lo confirmó un contacto ajeno a la empresa. No sé cuántas veces me ha podido pasar algo así, pero sentí una impotencia bastante grande. Crecí sabiendo que esto podía pasar al pertenecer a una minoría, en este caso racial, pero es la primera vez que he conocido este motivo de rechazo labora. Lo peor es que esto siga ocurriendo, por mucho que esté oculto. Siempre se me ha juzgado y valorado por mi valía profesional, nunca he sentido la discriminación como esta vez. Pero tampoco quiero que se me contrate por cumplir con una cuota, simplemente quiero que se me juzgue por mi valía profesional”.
Cultura e idioma
En su infancia y adolescencia, tal y como asegura, nunca sintió interés por la cultura o por el idioma de su país natal. Con 10 años asistió un par de cursos a clases de chino, pero terminó desapuntándose: “Ahora me arrepiento, de hecho, el año pasado comencé a estudiar chino en el Instituto Confucio de Madrid (el equivalente al Instituto Cervantes español). Ojalá hubiera continuado estudiando de pequeña, pero a esas edades no das importancia a esas cosas”. No tiene información de su familia de sangre, y afirma no haber sentido hasta ahora la necesidad de conocer más sobre ella, aunque no descarta que, si se presentara la oportunidad en algún momento, pueda aprovecharla.
Luz fue la primera, ella abrió el camino para que cientos de niños y niñas llegaran a Cantabria en adopción desde China. Pero se antoja necesario hacer una revisión de la situación actual en lo que a la sociedad se refiere. ¿Es tan abierta e inclusiva como aparenta ser? Las palabras, los eslóganes y las intenciones no pueden quedarse en eso, sino que, entre todos, debemos hacer una reflexión profunda y asumir que es el momento de incluir, no de excluir y de poner en marcha procesos de asunción de responsabilidades individuales y colectivas para que todos los miembros de la sociedad nos sintamos de manera efectiva iguales y verdaderamente semejantes.
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