Sello a sello, moneda a moneda. La afición de Chaves

José Emilio Cháves Balbás, Chaves para los amigos, nos enseña su colección de sellos y monedas. Ha dedicado 70 años de su vida a esta afición que contagió en su día a sus compañeros de trabajo: "el mundillo está desapareciendo", nos cuenta.
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Chaves no recuerda exactamente cuál fue el momento en que comenzó su interés por los sellos. Lo que sí sabe es que tenía 12 ó 13 años cuando se fijó en un ‘puestuco’ que había en Boo y que él veía cuando pasaba subido a su bicicleta de camino a la escuela. Ahí es donde empezó a comprar sellos «con lo que ganaba jugando a las canicas con los amigos». También empezó a frecuentar un solar donde tiraban los papeles «entonces no había contenedores ni reciclaje ni nada» y allí rebuscaba para encontrar sobres usados y recuperar los sellos. Especialmente valiosos resultaban entonces para aquel chaval los que tiraban de una farmacia de Muriedas, porque había muchos que procedían de Alemania. «Yo me iba hasta allí dando un paseo, cogía los sellos y los pelaba. Luego los juntaba con los que compraba en el ‘puestuco’ que eran sellos de España circulados y así fue cómo comenzó mi afición a la filatelia». De eso hace ya 60 años.

Empezó así, pelando sellos y guardándolos, sin más ambición que el placer que le producía mirarlos. Para conservarlos, los metía entre las páginas de un libro. «Es que no sabía todavía lo que era la filatelia. Mi ignorancia era supina», explica ahora sonriendo ante su propia inocencia en aquel momento.

Con el paso de los años, Chaves empezó a asistir en Santander a unas clases particulares para delineantes y entonces fue cuando conoció lo que él llama el ‘mundillo’. Recuerda que entonces había varias filatelias: Abascal en la calle Madrid, Numismática Santander en la calle Guevara o los hermanos Javier y Fernando de Filatelia Cantabria en la calle Santa Lucía, donde siguen hoy con su establecimiento abierto al público.

Y mientras se preparaba para conseguir el título de delineante, antes de ir a  la mili, fue descubriendo que existían álbumes específicos para coleccionistas, que había hojas especiales para colocar los sellos sin estropearlos…. «entonces me di cuenta de las aberraciones que yo estaba haciendo con los sellos, porque los pegaba con cinta adhesiva o con pegamento que luego ni con agua se podía quitar. Aprendí que hay diferentes clases de sellos: los que tienen goma y los que no, los que no tienen marca de fijasellos y los que sí. Comprendí que lo bueno era meter los sellos en agua, limpiarlos y dejarlos como sellos circulados pero limpios … todo eso lo fui aprendiendo a base de irme estrellando y de destrozar sellos», reconoce hoy.

DESCUBRIENDO UN MUNDO

A partir de ese momento, Chaves, como le conoce todo el mundo, aunque su verdadero nombre es Jose Emilio Chaves Balbás, Descubrió que el sello es muy delicado y hay que tratarlo «con mucho mimo», así que comenzó a ser más meticuloso y cuidadoso a la hora de clasificar y ordenar sus sellos. Después salió también la modalidad de ‘plancha’, sellos originales sin señales de ningún tipo que se coleccionan también con su goma original, cortados y colocados en su correspondiente filoestuche. También descubrió su pasión por las monedas «que era algo que yo tenía en mente desde pequeño, porque desde bien niño tenía en mi mesilla unas monedas de 1870, la perragorda y la perrachica que guardaba como oro en paño pensando que igual me daba por coleccionar más adelante». Ese más adelante llegó cuando  a los 29 años consiguió una peseta del uno de 1944 que juntó con las que tenía guardadas desde niño: «así es como empecé y hasta hoy», explica.

De este modo, pasó de ser  un «aficionado sin conocimiento de causa» a convertirse en un hombre hecho y derecho con otra forma de entender las cosas. «De pequeño era un aficionado, me gustaba y seguía. Con 17 años empecé a trabajar y, aunque ganaba más bien poco, si podía permitirme comprar algunos catálogos para ir adquiriendo conocimientos en la materia. Sabía cuándo se emitían sellos, cómo y qué precio tenían, dónde conseguirlos…. la ignorancia inicial fue transformándose hasta que llegué a contagiar mi entusiasmo y conocimientos a la gente de mi alrededor».

COMPARTIENDO AFICIÓN

Así es como sus compañeros de Equipos Nucleares comenzaron a coger afición también por el ‘mundillo’ y tuvo la suerte de que la mujer de uno de ellos  fuese empleada de correos. Ella conseguía los sellos sin los recargos que había que pagar en las numismáticas y pronto Chaves se vio rodeado de coleccionistas también en su lugar de trabajo. «Yo me ocupaba de repartir por la sala los sellos que encargábamos a esta mujer y todos los compañeros fuimos haciendo una colección como Dios manda, con sellos nuevos y ya en hojas especiales para montarlos bien, no entre libros y mal pegados», recuerda.

Entre los cambios con los compañeros, el bis a bis y la gente que fue conociendo, Chaves se metió de lleno en la familia del colecionismo. También iba a cambiar a la porticada, aunque reconoce que para eso hay que estar muy al día, porque hay mucho especulador y «cuando tu lo que buscas es el sello bonito, te pueden engañar y cambiártelo por uno caro». Reconoce que lo mejor para evitar esos sustos es afiliarse a una filatelia.

TODA UNA VIDA

Y así toda una vida. No es raro encontrarlo entre sus álbumes, a los que sigue dedicando tiempo ahora que ya está jubilado. Reconoce que es importante cuidarlos para que no se deterioren, porque son muy delicados. Así que cuando sale un día de esos de viento sur, suele aprovechar para coger algunos álbumes, salir al jardín y colocarse en un lugar donde de el sol y el «airecillo» para ir pasando las hojas. «Es muy importante que se oreen. Si los tienes cerrados, como aquí hay mucha humedad, corres el riesgo de que se estropeen porque les salen unas manchitas marrones que estropean el valor. Es una faena después de toda una vida cuidándolo que te encuentres con esas manchas de óxido y por eso me preocupo de cuidarlos».

Chaves atesora una buena colección de sellos. Dentro de sus posibilidades, eso sí. Dice que hay sellos que están al alcance de muy pocos y que él ahí no entra «imagina que gastas 500 euros en un sello y luego se te oxida… yo tengo algunos que pueden valer ahora mismo 50, 60 u 80 euros, hasta ahí. Tengo sellos de Legazpi, Sorolla, de Isabel II y tambén del primer centenario (entre 1850 y 1950) también tengo algunos de esa época pero de Francia», cuenta.

La de la filatelia no es una afición que esté en su mejor momento. La correspondencia ordinaria prácticamente ha desaparecido y cada vez hay menos coleccionistas con los que cambiar sellos. Chaves reconoce que «ese mundillo se ha ido perdiendo, porque solo queda gente de mi edad que somos los que mantenemos la afición, pero ahora los jóvenes con internet ya tienen bastante».

EL RELEVO

Sus dos hijos nunca han mostrado interés por la filatelia y ahora son los nietos los que tal vez cojan el relevo del abuelo, aunque tampoco lo ve muy claro. «Hombre, el pequeño, que tiene 10 años y es un guindilluca, si parece aficionado a las colecciones en general. Le gustan los cromos de fútbol y también, viendo que yo estaba haciendo el árbol genealógico de mi familia, me ha propuesto ayudarle a hacer el de la suya. Y sí que pone empeño, porque ya tenemos datos de 1.800. Ahora va a ir al Museo Diocesano de Santillana del Mar para ver si encuentra datos anteriores en los archivos de la iglesia. No sé, la vida da muchas vueltas todavía y habrá que ver si dentro de unos años le sigue interesando todo esto. A mí claro que me gustaría que esto a lo que he dedicado toda mi vida tuviese continuidad, sería una pena que el día que yo no esté, la colección se pierda. Habrá que ver qué pasa».

 

 

 

 

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