Un hombre ridículo llega a La Teatrería de Ábrego
Este viernes 1 de abril Paco Ventura dará vida a «El sueño de un hombre ridículo» de Dostoievski en la cuarta entrega del Solo tu, festival de teatro unipersonal que se celebra en La Teatrería de Ábrego.
En un viaje por la naturaleza humana, el Sueño de un Hombre Ridículo, de Dostoievski, nos revela que la esencia humana es fácilmente contaminable por el pecado y que todas las ideas que nos eximen a nosotros mismos de la responsabilidad por la podredumbre en el mundo son hipócritas y condenables, siendo la autocompasión victimista la forma más cobarde de vivir, pues tiene la pretensión de renunciar a la irrenunciable verdad: el mundo sigue siendo un Edén, pero todos, sin excepción, contribuimos a su degradación cotidianamente, ocupando modernamente el lugar de la serpiente.
Sin esperanza político-social, el hombre ridículo parece volver a la realidad, pero no deja de estar inserto en su sueño de perfección del espíritu humano. Tal vez ese deseo de que todo quede bien lo haga un hombre ridículo. Parece que querer que las cosas queden bien es pedir demasiado, es sinónimo de… ¿locura?.
Paco Ventura actor con una dilatada trayectoria sobre los escenarios nos habla en este montaje de el egoísmo, la corrupción, la maldad no son inevitables, el mal no es inherente a la naturaleza humana; una nueva forma es posible, una nueva humanidad, en paz consigo misma y con la Tierra, puede nacer y prosperar.
Representa a un ser inconsciente que nos cuenta la historia de ese lluvioso día de noviembre, del cual recuerda a la perfección cada momento. Una estrella emerge de entre las oscuras nubes y un niño se acerca a él. Emociones opuestas lo asaltan. Decide matarse para convertirte en nada, como el mundo que le rodea. Pero si no hay nada a su alrededor, ¿por qué el niño se acercó a él? ¿Y por qué sintió lástima? Como hombre, tiene miedo de lo que siente, del dolor, de suicidarse.
LA PUESTA EN ESCENA
Desde la oscuridad del escenario aparece una figura blanca. Es el hombre ridículo, o loco, si lo prefieren. El hombre ridículo comienza a vagar. Las luces frías se elevan y nos damos cuenta de un escenario lleno de tierra en el que el protagonista arrastra los pies descalzos. Es un ser ridículo, como todos lo han considerado desde la infancia, un ser atormentado, aislado, es el único que sabe la verdad, que soporta la pesada carga, mientras que la sociedad no entiende.
Pero también hay sueños liberadores, serenos, momentos de suspensión en los que el hombre se encuentra fuera de su atormentada vida cotidiana y vive suspendido en una beatitud que le parece irreal. Recurrente en las novelas de la madurez es el sueño de la llamada «edad de oro», presente en «El adolescente», en «Los demonios»: el sueño de una humanidad feliz, en paz, sin conflicto, el sueño de una naturaleza. Intacto, de una armonía que abarca toda la creación.
Y en este sueño surge el gran tema del amor: el hombre, nos dice Dostoievski, nació para amar, para compartir afecto, ternura, comprensión con sus semejantes. Y si estamos rodeados de violencia, crímenes, perversiones, guerras, también intentamos hacer realidad el sueño (tal vez, precisamente, el sueño de un hombre ridículo) de otra posibilidad más humana, para nosotros los humanos.
Con demasiada frecuencia lo olvidamos, nosotros también somos arrastrados por nuestra ansiedad diaria: pero es un simple gesto de amor hacia quienes nos rodean. Esto es lo que el hombre ridículo quiere, que nos amemos unos a otros. Y lo toman por loco. No importa. Caerá en oídos sordos, tal vez. O brotará… Y entonces, tal vez, se realizará un fragmento de la edad de oro en esta tan desolada tierra nuestra. La belleza salvará al mundo, nos dice Dostoievski en «El idiota»: no es belleza externa, es una belleza interior que nace del amor. Hagamos gestos de amor y seremos hermosos-