Vivienda colaborativa
||por CLARA DEL CERRO, arquitecta||
Corría el verano 2017 cuando vivimos aquello por primera vez: agosto, encuentro de ecoaldeas en Lakabe, gentes y gentes sentándose en círculo, charlando bajo la higuera, organizando talleres para debatir los aspectos de una vida mejor. Una vida más comunitaria, más enraizada, más respetuosa, accesible. Un lugar en el que todo eso llevaba siendo una realidad durante 40 años.
Esa semilla germinó y dio lugar a esta búsqueda profunda y pausada que desde entonces me acompaña y me ha ido regalando aprendizajes, desafíos y mucha convicción. Desde mi oficio como arquitecta y mis inquietudes personales me cuestionaba posibilidades: ¿se pueden combinar los beneficios de una vida más conectada con lxs otrxs, con el lugar, con el compromiso y el crecimiento y que no suponga una ruptura inasumible con el devenir de la/nuestras vidas modernas? ¿Qué modelo(s) nos pueden servir como referencias para crear un hábitat más amable, más colectivo, más transformador que sea viable en este contexto social y económico de crisis exponencial?
Sí, se puede. Y se llama, entre otros, vivienda colaborativa.
La vivienda colaborativa o vivienda cooperativa en cesión de uso es un modelo que aterriza con sus primeras formas en el Estado en la década de los 90, bebiendo de referentes daneses, canadienses e incluso uruguayos. Supone un régimen de tenencia y acceso a la vivienda que combina los aspectos más ventajosos de la compra y del alquiler: flexibilidad de poder entrar y salir de una vivienda, estabilidad a lo largo del tiempo, minimización de la carga financiera o retorno parcial de capital invertido son algunos de ellos.
Además de esto, es un modelo que incide directamente en la creación de lazos y la colaboración interpersonal, el disfrute de espacios compartidos y de espacios abiertos al entorno, el respecto al medio y, en el caso senior en especial, el énfasis en los cuidados y apoyo mutuo.
¿Cómo es esto posible? Aquí van algunos de los ingredientes que lo posibilitan:
– No lucro, propiedad cooperativa y cesión de uso. Al contrario que en las promociones habituales de vivienda en las que una vez terminada la promoción se divide horizontalmente la propiedad para cada unidad de convivencia (propiedad individual), en este tipo de proyectos (cooperativas sin ánimo de lucro) no se realiza dicha división y es la propia cooperativa la propietaria del edificio, quedando así la vivienda como bien de uso y disfrute y fuera del círculo de la especulación.
– Vivienda asequible e inclusiva
En este modelo, las personas socias son usuarias de las viviendas y espacios comunes, mediante el derecho de uso indefinido (concepto de cesión de uso).
El aporte económico se concreta mediante un capital inicial reducido y accesible al incorporarse (hasta el 30% del valor total de la promoción, retornable en caso de baja) y una cuota de uso ajustada e invariable en el tiempo (no sujeta a fluctuaciones del mercado). La financiación es igualmente colectiva, eliminando así el riesgo individual de una hipoteca costosa de pagar. En numerosos proyectos se hace uso de financiación interna (personas socias hacen préstamos sin intereses a otras socias), campañas de microfinanciación e incluso, en países en los que el modelo tiene un desarrollo más amplio, préstamos a cooperativas principiantes por parte de proyectos que ya están asentados.
Los criterios para acceder a cada proyecto están reflejados en los estatutos y son visibles y transparentes para cualquier persona que se plantee entrar. A menudo hay algunas viviendas dentro de cada proyecto calificadas como VPO o con criterios de acceso prioritario a colectivos vulnerables.
– Autopromoción y comunidad
La formación del grupo es un aspecto esencial en este tipo de proyectos. Habitualmente varias personas con ganas de vivir de esta forma (grupo semilla) impulsan un proceso de apertura y consolidación grupal.
El grupo avanza y, en ocasiones con ayuda de facilitación externa, desarrolla acuerdos y mecanismos de colaboración para luego afrontar colectivamente las tareas y responsabilidades que exige cualquier promoción de vivienda con un mayor alcance: elección del lugar, conformación de la cooperativa con su reglamento interno, gestión de la compra o petición de suelo público, codiseño del proyecto arquitectónico, búsqueda de financiación, etc.
Este complejo y rico proceso trae significativos beneficios de tipo social como pueden ser la creación de una comunidad resiliente, empoderada y comprometida; de tipo económico como la disminución de costes por el hecho de poder afrontar tareas colectivamente (autopromoción, autogestión, autoconstrucción, etc); y de tipo “físico” o espacial como la existencia de espacios comunes de calidad (patios compartidos, huertos, aulas para encuentros, talleres, lavandería, aulas para cuidados, habitación para visitantes, etc.).
– Corresponsabilidad con el entorno
Otra característica que se repite en la vivienda colaborativa tiene que ver con el compromiso de vinculación y aportación al barrio o localidad en que se ubica: a menudo mediante la generación de espacios exteriores públicos de libre acceso, talleres y propuestas culturales en espacios interiores, incorporación de redes de consumo u otros servicios.
Además, se ejerce la responsabilidad hacia el medio a través de diseños arquitectónicos que priorizan bajas emisiones, materiales locales y con baja huella de carbono, reciclaje y minimización de consumos.
Y todo esto que de tan bien que suena parece irreal… está sucediendo aquí y ahora, y a un ritmo creciente.
Numerosas entidades como REAS vivienda (Red de Economía Alternativa y Solidaria) estamos trabajando activamente en la divulgación, impulso e incidencia política del modelo, para lograr que se siga abriendo camino y que llegue cada vez a más personas y territorios, de modo que pueda desarrollarse con el menor número de trabas.
Desde mi vivencia, poder conocer, pasear o desayunar en estos lugares que ya han sido construidos y habitados por estas personas protagonistas del cambio, te hace sentir dentro de esa utopía tan necesaria para vivir con alegría y no solo sobrevivir a los devenires impuestos por el mundo global del crecimiento e individualismo ilimitados.