Arte por Ucrania

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Mas de 6 millones de personas que han tenido que abandonar sus hogares, que cargan mochilas que ni el tiempo sabe si podrá aligerar su peso. Mas de seis millones de personas que caminan, que buscan, que huyen, que dejan la huella de quienes no pueden huir de quienes están atrapados o enterrados en una invasión que lleva mas de dos meses golpeando las pantallas de nuestros televisores, de nuestros móviles, de nuestros globos oculares acostumbrados a normalizar la barbarie: Porque hubo otros antes porque otros hay ahora, porque otros vendrán.

Jarkov, Mariupol, Jerson, Odesa, Crimea…Nombres de ciudades que hasta hace “cuatro días” muchos ni siquiera conocíamos, o habíamos oído nombrar. No sabríamos colocarlos en el mapa. Pero a golpe de cañonazo, de disparo en la nuca, de violación y tortura se han colocado en la geografía de nuestra conciencia, de una moral demasiado líquida quizás para dejar que permanezca mucho tiempo, no vaya ser qu acabe haciendo mella.

Si el arte sirviera de algo quizás debería servir para “herir los sentimientos“ para golpear conciencias e interrogar por qué se permite que este tipo de cosas sucedan o por qué no se hace lo suficiente para evitarlo, o por qué cuando sucede se hace tan poco; tan poco porque nunca llega al demasiado. Nuca es demasiada solidaridad, con nadie, nunca es demasiado lo que se puede hacer para que ese mapa del dolor que a veces nos arropa y reabre heridas, se haga mas pequeño, hasta convertirse en un pañuelo o un clinex desechable ¿ Te imaginas ?

Mientras tanto resultará siempre extraño escribir, pintar, manejar el pentagrama de los gestos y de las emociones, mientras haya personas que están siendo asesinadas, cuyas vidas, de la noche a la mañana, han dado un giro de nudo de soga para ahorcarlas. No sé si se trata de tiritas, la herida es a veces tan grande que te sientes diminuto o ridículo al intentar cauterizarla con un verso, una canción, con una entrada de 10 euros, con echar un rato con quienes son tus vecinos, con quienes compartes esa geografía emocional y humana, que no entiende de razas, credos, sectarismos ideológicos, banderas e himnos. Que solo entiende de la línea roja que separa al verdugo de la víctima.

Y no es tan difícil de ver si sabes dónde y cómo mirar. No es tan difícil de ver si te quitas la capas de suciedad que vamos acumulando en forma de tantos “por qué unos si y otros no” de tantos “ primero los de aquí”. En definitiva de tantas pegas que se pegan a la piel creando costra de indiferencia en quien tiene la potencia de darlo todo.

Quizás el arte sirva un poco para eso; para quitarnos toda esa costra que nos ha ido saliendo, para dejar la herida descubierta, al aire, y que supure lo que necesite. Y mientras supura nos haga conscientes de que algo falla, de que todo es necesario, de que cualquier gesto, o acción con quien sea, suma y merece la pena dejarse la piel en el intento. Porque luego volverá el día a día con sus urgencias, con sus inmediateces, con sus “no tengo tiempo para…”. Como si el tiempo fuera de otros, como si lo consumiéramos a cuenta gotas o de forma voraz a cuenta de no sé sabe quien…

Quizás el arte sirva para detener el tiempo, lo suficiente para que lo importante no pase desapercibido, para que quienes viven sometidos a la dictadura del toque de queda, del “no sé si llegaré al final de día” o de tantos “ojalá que esto no sea una despedida”, “ojalá te vuelva a ver” “ojalá salgamos de esta”. Y así el tiempo fuera el aliado de quien no sabe cuanto tiempo le queda, y así el tiempo fuera el recordatorio de qué hacer con tanto tiempo perdido o dejar tiempo para mirar un poco mas allá de la costra que nos encierra, que nos separa, que pone tierra de por medio. Quizás el arte sirva para darnos cuenta de cómo ocupar nuestro tiempo, con quién y para qué.

El próximo sábado 21 de Mayo a partir de las 20 hrs en el Café Teatro de las Artes de Santander, una veintena de personas junto con la asociación Oberig de Ucranianos en Cantabria, intentaremos hacer que el tiempo sirva de algo, aunque sea un poco, un instante. Intentaremos que el arte arrope, cuide, acompañe. Intentaremos que el tiempo no sea perdido, y al mismo tiempo se convierta en algo tangible. Que cada verso se convierta en vendas, que cada letra y acorde se convierta en ayuda humanitaria, que cada gesto se convierta en manta, en medicinas, que cada pirueta se convierta en algo, lo que sea, que sirva para quien realmente lo necesita.

Existe un realismo utópico que no deja de ser consciente de hasta donde se puede llegar, pero que siempre nace con la fuerza de llegar lo mas lejos posible. Y así quizás el tiempo signifique algo más que “no hacer nada”. Y el arte una forma de intentarlo.

Os esperamos, mas que nunca, tanto como siempre.

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