Que tarde o temprano todos nos acabaremos encontrando con la muerte, y no sólo la propia, sino la de alguien cercano –y a cualquier edad–, un familiar, un conocido, un compañero de clase… es tan evidente como lo es que se trata de un tabú sobre el que apenas se habla, ni en las casas ni en los centros educativos, hasta que no llega. Es decir, nadie te prepara para algo que va a llegar seguro.

Los dos últimos años han estado llenos de noticias relacionados con la muerte: la pandemia nos trajo momentos distópicos con partes diarios de fallecimientos y eso dio paso a noticias de guerra más cercana de la habitual.

Los problemas de salud mental que han derivado del confinamiento, en especial entre los más jóvenes (la semana pasada veíamos una reveladora pintada en el instituto Santa Clara), también han llevado la conversación pública a hablar de la muerte o de suicidios (la semana pasada hubo una pérdida en un instituto cántabro).

Esa ruptura del silencio sobre la muerte, tímida, que comienza a asomar, es un objetivo que encaja con la iniciativa de los Death Café, que el Centro Cultural Eureka, en la calle San Simón en Santander, acaba de retomar (ya los habían organizado en el pasado).

El primero de esta nueva tanda se celebró la pasada semana y el siguiente será este jueves, a las 19.00 horas. Los siguientes será el jueves 26 de mayo y el jueves 2 de junio, facilitados por Virginia Meneses.

Los Death Café, una iniciativa global, se conciben como un grupo de personas que se reúnen para hablar sobre la muerte, sus experiencias o inquietudes al respecto.