¿Todas las vidas son igual de valiosas?
“Solo nos convertimos en lo que somos por la radical y profunda negativa de lo que otros han hecho de nosotros”.
Jean-Paul Sartre
Al entrar en clase de Historia lo primero que les dije a mis alumnos era que las personas tenemos una forma de ver el mundo un “marco mental” desde el que nos aproximamos a la realidad que nos rodea. Y al hacerlo, sin darnos prácticamente cuenta, construimos ese mundo a nuestra medida, lo adaptamos a esa mirada preconcebida. Una mirada preconcebida que no nace de la nada, sino que, a su vez, vamos incorporando e interiorizando. Al hacerlo entendemos que ponemos lo que creemos, lo que pensamos, incluso lo que sentimos, en el lado correcto de esa línea roja que separa lo bueno, de lo malo. Y así analizamos el mundo que nos rodea. Estudiar historia, en este caso, reflexionar y estudiar, en definitiva, puede darnos las herramientas para aprender e indagar sobre los porqués que nos llevan a ese marco mental. Incluso a cuestionárnoslos, o ponernos en el lugar del otro1, si se diera el caso.
Es una forma de explicarles el concepto de paradigma dentro de las ciencias sociales: “Son todas las creencias, términos, percepciones, actitudes y prácticas que caracterizan a una comunidad, forman su percepción de la realidad y los ayudan a organizarse socialmente”. Este término fue creado por el físico y filósofo Fritjof Capra (1939) y, aplicado al análisis crítico del hecho histórico, nos ayuda a ser conscientes desde donde lo analizamos, pues el ser humano nunca es una variable neutra, sino todo lo contrario. Dar por sentado, por ejemplo, que las fronteras son algo inamovible, que las diferencias sociales, los conflictos bélicos, los movimientos de población etc…carecen de marcos de análisis comparado que nos permitan analizarlos y estudiarlos, forman parte también de un marco mental, o de la ausencia del mismo, que nos impide ver el mundo en su complejidad y dar por sentado e inevitable todo lo que ocurre. De ahí la importancia de las ciencias sociales como disciplina y de la Historia como herramienta necesaria más allá del ejercicio meramente memorístico. Hacer de la historia simplemente un recuento acumulativo de hechos y datos nos lleva paradojamente al Olvido, y el Olvido es el cómplice que permite que la historia se repita, que no aprendamos de ella, que no logremos fijar la huella del no volverá a ocurrir. Es cómplice de la deshumanización que ello conlleva.
“Olvidar no es fácil, incluso si se quiere olvidar” nos recuerda Sr. Bayijahe, superviviente del genocidio de Ruanda2
Cuando aplicamos esta máxima todos parecemos estar de acuerdo “aprendamos de la historia para no volver a repetirla” sería un parte de ese marco mental que proponemos y que planteo a mis alumnos y alumnas como punto de partida para que se interroguen sobre las certezas con las que llegan a analizar el hecho histórico, el pasado y el presente. Los mecanismos que les llevan a esos apriorismos que tan poco espacio dejan para el aprendizaje. El marco mental, la forma de ver el mundo que tenemos a la hora de analizar lo que en el mundo ocurre, nos puede dar las claves. Darnos cuenta de cómo se construye y porqué quizás nos permita afrontar algunas de nuestras contradicciones entre lo que decimos y lo que hacemos, entre quienes decimos que somos y quienes somos realmente.
Si tenemos como “marco mental” básico, desde el punto de vista moral que acompaña al análisis del hecho histórico (nadie podría estudiar el nazismo y la segunda guerra mundial sin analizar la barbarie del holocausto y lo que supuso desde el punto de vista humano) vemos como la historia intenta enseñarnos que lo principal en toda sociedad es la defensa de esos derechos humanos, y que esos derechos humanos no entienden de frontera, de religión, de orientación sexual etc… Que una sociedad es mas democrática cuando mayor capacidad tiene de organizarse en torno a esta máxima. Así este paradigma o marco mental se convierte en el principio vertebrador de toda sociedad democrática, o que quiere serlo, más allá de fronteras, o murallas, pues se entiende como un principio fundamental que la “Historia” se empeña en recordarnos una y otra vez.
Llegados a este punto, tras analizar como desde un punto de vista histórico se han ido creando las fronteras, las desigualdades, junto con las derivadas que llevan, por ejemplo, a miles de personas a abandonar sus hogares, recorrer cientos y miles de kilómetros, poniendo en peligro sus vidas, muriendo en el intento, siendo mutilados, secuestradas y/o violadas. Todo ello hasta llegar a una valla cada vez más alta y mas plagada de concertinas en las que se quedan atrapados muriendo 20 de ellos. Sus cuerpos tirados en el suelo y enterrados para que ese Olvido de que hablábamos, o aún peor, la indiferencia actúe pronto y rápido. Para que parezca que esos veinte son los mimos que los 20 anteriores, los 200, los 2000 o los 2 millones, o los 20 siguientes, o los siguientes.
Y llegados aquí: ¿Cuál es el marco mental, el paradigma, que aplicamos a la hora de aproximarnos a lo ocurrido, ahora, en Melilla? ¿El de los derechos humanos? ¿el de la democracia? ¿El del olvido? ¿El de la indiferencia? ¿Otro?
Mañana martes 28 de junio frente a la delegación del gobierno (Santander) a las 19 hrs, desde Pasaje Seguro & Cantabria con las personas refugiadas hay convocada una concentración bajo el lema “Cantabria contra la masacre en Melilla”. Y así ojalá podamos quitarle los signos de interrogación al enunciado que da título a este artículo.
Notas:
1 La identidad personal puede ser la razón por la que socialmente se identifica a una persona como “el otro”, es decir, no perteneciente a nuestro grupo. Véase: ¿Qué es la otredad y para qué necesitamos entenderla?”: https://observatorio.tec.mx/edu-news/que-es-la-otredad
2 Véase: Memoria: “Manual en los derechos humanos con jóvenes” https://www.coe.int/es/web/compass/remembrance#:~:text=Las%20graves%20violaciones%20de%20los,por%20quienes%20se%20ven%20afectados.