Lideresas campesinas bolivianas y colombianas, en Cantabria de la mano de Mundubat
A inicios de esta semana, comenzó la gira de mujeres indígenas y campesinas de Bolivia y Colombia impulsada por Mundubat, que es miembro de la Coordinadora Cántabra de ONGDs.
Un encuentro internacional para la construcción de Políticas Públicas y Legislación para mujeres indígenas y campesinas en el que participaron lideresas pertenecientes a las organizaciones Bartolina Sisa y Fensuagro, de Bolivia y Colombia respectivamente, y que abarcará toda la semana con diversos encuentros y actividades. El objetivo es crear espacios de intercambio y aprendizaje mutuo que puedan ser beneficiosos para la vida en los territorios.
Constantina Choque Mamani, Secretaria General, y Paulina Susana Mamani, Secretaria Económica, ambas pertenecientes a la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia – Bartolina Sisa; y Nury Martínez, presidenta de FENSUAGRO, Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria; en compañía de Nello Schisano, coordinador del departamento de Soberanía Alimentaria de Mundubat, llegaron a Torrelavega, Cantabria, la mañana del 27 de junio. Tras sus largos trayectos desde Bolivia y Colombia, estas tres lideresas campesinas estaban preparadas para vivir una semana repleta de nuevas experiencias, con la oportunidad de intercambiar conocimientos, y crear alianzas y una red de unión y contacto con otras mujeres lideresas agricultoras y ganaderas.
La primera reunión a la que asistieron transcurrió en el Mercado de Ganados de Torrelavega con Gaspar Anabitarte, secretario general de la Unión de Ganaderos y Agricultores Montañeses (UGAM)-COAG. Anabitarte les explicó la evolución de la ganadería cántabra desde el siglo XVIII hasta la actualidad, principalmente en lo relacionado con la ganadería de vacuno. Según apuntó Anabitarte, a inicios del siglo XVIII, la estructura agraria en Cantabria seguía el mismo modelo que en el resto del estado español. Sin embargo, seguir un modelo agrícola en este territorio resultaba complicado al tratarse de zonas muy montañosas, con muy poco terreno cultivable –tan solo 25.000 hectáreas–. Los cultivos más habituales eran el sembrado de maíz y alubias. En zonas más elevadas, viñedos. A medida que se elevaban las montañas, los terrenos quedaban para pastos de siega. Sobre todo, para el heno. A causa de ello, lo más apropiado era apostar por la ganadería. En las zonas de montaña más altas era donde estaba el ganado. Vacas y bueyes, siendo más habitual la vaca lechera que la vaca cárnica.
“La agricultura también fue un factor importante”, aseguraba Anabitarte. Esto se debía a que, durante los siglos XVIII y XIX, todas las casas estaban obligadas a conservar un pequeño huerto. A finales del siglo XIX, casi entradas en el siglo XX, todas las personas habitantes de estas tierras eran campesinas. Fue entonces cuando llegaron las primeras vacas frisonas a Cantabria. A la vez, en Santander, la finca más grande, de 150 hectáreas, empezó a traer vacas de Holanda en barco. Diariamente, estas producían 5.000 ml de leche. “De esta ganadería de vacuno, surgieron negocios de compra-venta. Cuando se popularizó la vaca pasiega, muchas familias migraron para montar vaquerías cerca de las grandes ciudades, de manera que repartían leche fresca a la ciudad”, explicaba Anabitarte. Lo que provocó que muchas personas empezaran a viajar a Cantabria para comprar vacas pasiegas. La popularidad era tan grande que cuando alguien se casaba, se le prestaba el dinero necesario para montar vaquerías, para que, cuando la vaca dejase de dar leche, pudiesen engordarlas.
La compra-venta alcanzó cifras de 1.500 vacas semanales. Un negocio que se alargó hasta 1980 a causa de sus altos beneficios económicos. De hecho, las vacas eran muy caras. El sueldo anual solía rondar las 2.000 pesetas y las vacas se vendían a 12.000 pesetas. Lo más normal era usarlas para la leche y venderlas al segundo parto. La parte sur de Cantabria también vendía vacas frisonas, pero tenía mayor fama por mantener una raza llamada tudanca. Se trata de una raza muy rústica que se derivó a producir bueyes; muy utilizados en Castilla cuando aún no había tractores. Más tarde, con la llegada del tractor, su reputación fue disminuyendo. Fue la Unión Europea la encargada de salvar la raza gracias a las ayudas. Actualmente, hay 14.000 en Cantabria mantenidas gracias a las subvenciones europeas. “En total la localidad acoge 55 razas diferentes de vaca: tudanca, limousin, charolais, berlina, etc.”, enumeraba.
Asimismo, una de las características más relevantes de la ganadería cántabra son los pastos comunales. “En Cantabria, se dedica a la ganadería menos de un 2% de la población; 200.000 trabajadores más o menos. La realidad es muy pesimista, no existe el orgullo por ser ganadero, así que se trata de una profesión muy poco dignificada”; un pesimismo que surgió con la entrada del estado español a la Unión Europea; periodo en el que los precios comenzaron a descender y los negocios de compra-venta fueron desapareciendo. En 1989, de lo que se ordeñaba en 9.000 ganaderías de leche, aproximadamente obtenían 500 millones de litros.
“Actualmente, solo quedan 9.000 ganaderos repartidos por casi todo el territorio”, lamentaba el secretario general. Aun así, el 23% del PIB de Cantabria es agroalimentario. Las mujeres campesinas tienen un poder relevante en todo el norte del estado español. De hecho, el 40% de las personas afiliadas al sindicato del sector agropecuario son mujeres y, de estas, aproximadamente el 40% son titulares de su propia ganadería. Esto se debe a que la agricultura y ganadería del norte siempre han estado muy ligadas a la mujer, siempre han sido muy mixtas. Normalmente, el marido iba a trabajar a la industria y la mujer se quedaba a cuidar de la casa y la ganadería familiar.
Tras la intervención de Gaspar Anabitarte, Nury Martínez quiso compartir la experiencia de Colombia en comparación con la evolución cántabra. A diferencia de lo que ocurre en el norte de España, Martínez explicaba que en Colombia la mayoría de las tierras pertenecen a grandes terratenientes. Las normas más estrictas afectan principalmente al campesinado que tiene su propio ganado, para que lo dejen a un lado y, así, industrializar el sector. “A pesar de ello, la población colombiana resiste”, contaba orgullosa Martínez; y añadía que, aunque durante una época la profesión campesina no estaba tan dignificada, las nuevas generaciones sí muestran ese orgullo.
Para éstas, ser campesina o campesino no significa no estudiar o dejar de ser una persona profesional; sino al contrario: “aunque también se les ataca mucho por ello, sigue la resistencia de sentirse bien siendo campesinos”. La esperanza es que con el nuevo gobierno puedan cambiar muchas cosas.
Aunque aún no hay un posicionamiento claro. “Colombia no se caracteriza por la conciliación precisamente”, explica Martínez; “pero, –añade– mientras podamos movilizarnos o hacer propuestas, sin que nos maten por ello, ya será un gran avance”. Martínez y las hermanas Bartolinas llevan con gran orgullo su labor como campesinas. Consideran que la situación en sus territorios ha avanzado notablemente: tanto la ganadería como la agricultura han alzado sus producciones con el paso de los años. Ambas labores han permitido avanzar también en la reactivación económica, y en el cuidado de la democracia en el caso de Bolivia, con su gobierno en un Estado Plurinacional.
El lunes continuó, a la tarde, con varias visitas a granjas de la localidad. La primera tuvo lugar en Valdáliga, donde Sara Alonso Noriega, ganadera de Vacuno de Leche y Carne de Labarces, y miembro de la junta directiva de UGAM-COAG desde el año 2010, habló sobre el proceso de reconversión de ganadería intensiva a extensiva. Alonso cuida por sí sola de una granja vacuna, principalmente lechera.
Con una visita guiada por los diversos espacios de su granja, explicó la organización y los procesos que sigue en su día a día para abastecer semanalmente a marcas conocidas. Asimismo, compartió su opinión más personal respecto a la evolución general de la ganadería en el estado español. Mostró su profunda preocupación por la industria alimentaria y la ganadería industrial, en la que la cantidad prima ante la calidad; y que está terminando con los procesos ecológicos de obtención –en este caso– de la leche. Toda una charla de soberanía alimentaria que Martínez y las hermanas Bartolinas compartieron con gran gusto.
El día finalizó con la visita a Eva Sañudo Gómez en su Finca Ecológica La Garita, ubicada en San Esteban de Cerrazo, en Santillana del Mar; quien habló sobre las hortalizas y los pollos de engorde de producción ecológica.
Sañudo trabaja en una huerta ecológica de 40 hectáreas. Cultiva sus propias semillas de tomate, entre otras frutas y hortalizas, y abastece a muchas clientes, tanto a domicilio como en los mercados ecológicos. Sus pollos crecen gracias a un sistema circular de autoabastecimiento; recolectan su propio grano para alimentarlos y, después, respetando el ciclo natural de su crecimiento, poder venderlos. Al igual que Alonso, Sañudo señaló la pésima calidad de la agricultura y ganadería industrial, que acelera los procesos naturales del crecimiento de los animales, las frutas, las hortalizas, etc. con fines inmediatos de lucro económico.
Martínez y las hermanas Bartolinas no pudieron más que estar de acuerdo con la opinión de ambas ganaderas; pues, tanto en Bolivia como en Colombia, el respeto por la madre tierra y los procesos naturales de la agricultura y la ganadería son primordiales para garantizar el cuidado de sus familias, sus territorios y su entorno. No debemos olvidar la gran resistencia que aún perdura en Bolivia y Colombia, y que apuesta por lo ecológico como la única vía para el buen vivir.
La mañana del martes estuvo ocupada por una reunión con la Directora General de Cooperación al Desarrollo del Gobierno de Cantabria; y una visita a la granja de Vacuno de Leche dirigida por Charo Arredondo Gómez en compañía de su familia –hija y yerno–. Un lugar con el que Martínez y las hermanas Bartolinas quedaron fascinadas. Aunque fueron varios los encuentros, esa mañana aún quedó más tiempo para el disfrute. Aprovechando la reunión con el Gobierno de Cantabria, en Santander, pudieron acercarse a la playa. Constantina Choque Mamani pudo disfrutar por primera vez del mar. Una experiencia inigualable para ella, que vive en las zonas más altas de Bolivia. La tarde del martes, finalizó con una actividad inesperada. Martínez y las hermanas Bartolinas, junto a Nello Schisano, acudieron a la concentración organizada en Santander por Pasaje Seguro en contra de la masacre de Melilla. Una participación activa a favor de los derechos de las personas y de la vida. Un evento que puso la guinda a esta experiencia cántabra.