Recepciones espurias
No son embajadores. No, los niños saharauis, refugiados en los campamentos de Tinduf (Argelia), que han venido a disfrutar de unos días de vacaciones y a ser atendidos sanitariamente en España, no son embajadores, ni pequeños ni grandes. La RASD y el Frente Polisario tienen sus embajadores en los países que los reconocen, y sus delegados, en los que, multiplicados por 17 autonomías, en el caso de España. También lo tienen ante Naciones Unidas. Si ellos no han logrado que los gobiernos de la llamada comunidad internacional hayan entrado en la razón del Derecho Internacional y su legislación, en materia de descolonización; si no han conseguido, porque se les pone toda clase de ilegalidades y extorsiones, que sean respetado los Derechos Humanos de su pueblo y de cada uno de los saharauis, se me antoja que es una anomalía que sean considerados embajadores, ni siquiera en sentido figurado, a unos niños, a lo que no se les debe pedir, sino que disfruten de un breve tiempo lejos de los rigores del desierto en el que apenas sobreviven desde que nacieron.
Ya sé, se les tiene por lo que no son, porque contribuyen a visibilizar la causa de su pueblo, de la que ellos, sí, son conscientes desde antes del uso de razón. Pero es que los niños no tienen por qué cumplir, en unos días, la obligación de los medios de comunicación, debidamente orquestados por los gobiernos de turno, para que la mayor parte de la sociedad española, como tal, no sepa que el pueblo saharaui existe, y cómo existe. ¿Es que no se les ve y se les oye en calles, plazas, jardines, playas, piscinas…de los pueblos y ciudades, donde unas familias españolas les acogen, complacidas, para que pasen unas vacaciones? ¿Es que hay que hacerles pasar un tiempo de aburrimiento en Ayuntamientos y Parlamentos autonómicos, donde no entienden lo que les dicen, y que a quienes se lo dicen les importan muy poco los niños? Lo mismo que cada presidente del gobierno de España gira la primera visita exterior al reino de Marruecos, los niños saharauis empiezan sus vacaciones visitando unas instituciones, regidas por partidos políticos, cuyos jefes de filas han hecho bueno el llamado giro del presidente del gobierno de España, por el que ha decidido que lo mejor para el Sahara Occidental, con sus gentes y sus recursos, es estar sometidos el estado de terror que vienen sufriendo desde hace 46 años, bajo la violencia de la fuerzas invasoras y ocupantes marroquíes.
Los niños participantes en el Programa de Vacaciones en paz, en Cantabria, ya han sido recibidos en el Parlamento autonómico, cuyo presidente pertenece al PSOE, y donde se ha blanqueado la traición consumada por su jefe máximo, en contra de la legalidad internacional, y sin el menor respeto por los derechos humanos del pueblo al que pertenecen los niños, si bien la legislación internacional no ha dejado de estar vigente, ni la Carta de NNUU, que tiene al Sahara Occidental por Territorio Autónomo Pendiente de Descolonización, cuya responsabilidad es de la Potencia Administradora, que en ningún momento ha dejado de ser España, a la que ni siquiera sus gobiernos respetan.
Quizá antes de que estas líneas se publiquen lo niños ya habrán sido recibidos por alguien del Ayuntamiento de Santander, quizá la propia alcaldesa, en cuya Corporación, los concejales socialistas y regionalistas, también Vox, negaron la concesión de la partida económica, destinada a las dos organizaciones solidarias con el pueblo saharaui, en Cantabria, que gestionan el Programa de Vacaciones en Paz. La subvención salió adelante con la mayoría de PP y Ciudadanos. Y las subvenciones no salen gratis, se pagan con las fotos que los políticos se hacen con los niños y con un titular de prensa que informe de la recepción. Fotos y titulares que falsean la dolorosa realidad de un pueblo al que el gobierno de España ha optado por arrojarle a las afueras de la Historia. Es posible, de hecho ha sido realidad, que un político y su familia acojan a un niño saharaui para sus Vacaciones en Paz. Tengo para mí que debería hacérselo mirar, lo de político, digo. Como tengo para mí que las autoridades saharauis, que conciben y diseñan el Programa, deberían incluir la no asistencia de los niños saharauis a recepciones oficiales, sustituyéndolos, a ellos, como embajadores. Porque los niños no son embajadores. Ni pequeños ni grandes.