«La alerta antifascista es un piloto de alarma que tiene que estar siempre encendido»
Pablo Batalla y Miquel Ramos tienen mucho en común. Ambos son periodistas en La Marea y coinciden en destacar la importancia de luchar contra el fascismo y a favor del mantenimiento de los derechos.
Este fin de semana, ambos están en Cantabria, por separado, pero ambos eran entrevistados conjuntamente en EL FARADIO.
Así, Batalla estará en el Rubicón este sábado a las 19:00, donde abrirá el ciclo ‘El tiempo presente: realidades, utopías y distopías’, con la charla ‘Recuperar la Fraternidad’, dentro de la cita Sol de Otoño de Sol Cultural.
«Me preocupa ver cómo en el seno de la izquierda se ven dinámicas de disgregación en un momento en que la izquierda está en retroceso. Me preocupa que en España suceda lo que ha sucedido en Italia, con una izquierda prácticamente desaparecida. El partido comunista fue el más potente de occidente, y ha terminado convirtiéndose en una red fragmentada de librerías, centros sociales o editoriales, pero renunciando a la intervención electoral y parlamentaria. Veo conatos de que eso puede pasar en España, porque las cosas que pasan en Europa terminan llegando y me preocupa recuperar la fraternidad. El problema no es la trampa de la diversidad, es la dinámica de competición y de fragmentación que se da en el interior de esa causa, por hacerse con el nicho de mercado que es esa causa. No podemos conformarnos con ser un nicho de mercado, tenemos que seguir aspirando a la conquista del poder y, para eso, hace falta la fraternidad, necesitamos dinámicas de colaboración», afirmaba ante los micrófonos de El Faradio de la Mañana.
Miquel Ramos, por su parte, estará este viernes por la tarde en La Vorágine y el sábado invitado por la Asociación Octubre, en Torrelavega, para presentar en ambos lugares su libro ‘Antifascistas’.
«Un libro en el que intento explicar cómo se han articulado todas esas respuestas antifascistas a esa extrema derecha que surge después de la transición. Doy voz a distintas personas que han plantado cara a la extrema derecha de múltiples formas. Pretendo romper esa idea de tribu urbana o de bloque que se enfrenta co violencia a la policía o a los fascistas». Así se expresaba Ramos en la entrevista para El Faradio, donde añadía que «el gran drama al que nos enfrentamos es que acabamos peleando contra opiniones que algunos consideran respetables».
En este sentido, ambos consideran que el fascismo, como buen virus que es, tiene olas. Así, Pablo Batalla pone como ejemplo la manifestación en defensa de la sanidad pública que recorría las calles de Madrid días atrás y que mostró cómo la sociedad , en momentos determinados, tiene la capacidad de revelarse de forma espontánea contra el fascismo.
«La manifestación de Madrid remite a un gobierno que se ha envalentonado, se ha creído invencible y se ha pasado de la raya. Díaz Ayuso habla de subversión comunista y lo que vemos es una manifestación sin banderas que mira por todos, pero no podemos tener la tentación de creer que hemos derrotado a este monstruo, porque detrás hay mucho dinero alimentándolo y puede reinventarse», señala. Batalla defiende que no hay que bajar la guardia, que el antifascismo tiene que estar siempre ahí, no solo en momentos de emergencia.
Miquel Ramos añade que un grave problema es que las ideas de la ultraderecha cada vez están más normalizadas y están siendo asumidas por la propia sociedad. «La extrema derecha ha conseguido infectar gran parte del sentido común. Creíamos que los derechos humanos no se iban a derribar nunca y estamos viendo que lo que no se defiende se pierde y es posible dar marcha atrás. La alerta antifascista es un piloto de alarma que tiene que estar siempre encendido. Más allá de los votos que pueda cosechar, la amenaza de la extrema derecha está en la capacidad de contaminar a la sociedad con sus ideas», advierte.
Ramos considera un grave error considerar que el fascismo es ignorancia, aunque sí entiende que en gran medida se nutre de ella. Defiende que en la defensa de los derechos humanos hay que ser intransigentes y , dado que el fascismo no tiene escrúpulos, hay que combatirlo con «irreverencia y mala educación»