Historia y legado vivos de un hombre de bien: Eufrasio Sainz Peón
Hace apenas dos meses, después de presentar su libro “Recuerdos en la memoria” en la inauguración del Centro de Mayores Ramiro Bustamante de Torrelavega, Eufrasio Sainz Peón me recibió en su casa para hablar sobre su obra y sobre su experiencia vital, que forma parte también de la historia de Torrelavega y de Cantabria.
Hacía años que no me interesaba tanto una conversación. También había pasado demasiado tiempo desde que un encuentro con alguien me hacía replantearme tanto sobre las cosas importantes de la vida. Pero esta expresión, tan manida y, en ocasiones, por recurrente, vacía, tiene mucho fondo en este caso. Frasio, como le llaman en su círculo cercano, es, sin duda, una persona a la que merece la pena escuchar, pero que también merece ser escuchada. La emoción que imprime a su relato impresiona, al tiempo que estremece.
Impresiona porque lo recuerda todo. Y estremece porque estás frente a una persona que ha vivido una vida completa, una de esas que dejan marca en los demás y que dejan huella en la sociedad. Una de las que merecen ser calificadas, por sus hechos, como de “misión cumplida”. Nacido el 6 de enero de 1927, sus primeros recuerdos se remontan a la inauguración de la antigua Escuela del Mortuorio (actual colegio José María de Pereda de Torrelavega) en 1933, año en el que comenzó a estudiar primer grado.
En casi dos horas de conversación repasamos buena parte de su vida, que es también la de cientos de protagonistas a los que recuerda con afecto. Muchos, por una cuestión temporal, ya no están entre nosotros. En este sentido, en ocasiones detecto en Eufrasio una profunda tristeza al recordar determinadas situaciones. Pero ante todo se atisba su constante emoción al poder contar su historia a alguien externo. Sus fuerzas y sus ganas de vivir se revelan desde un primer momento, desde el primer encuentro, en el que me recibe con un apretón de manos, “como debe ser”, dice.
Este artículo no pretende repasar la historia de Cantabria o de España, sino tan solo reivindicar la memoria, ensalzando y visibilizando la enorme valía de las personas de edad; porque son historia viva, porque son los que construyeron nuestro presente y porque poseen el relato de lo que hemos llegado a ser.
Después de la primera hora de conversación, Eufrasio olvida un nombre. Se altera por no recordarlo: “Joder, cómo estoy de la memoria hoy”. Esto ocurre después de un tiempo en la que ha relatado momentos, fechas, días concretos, nombres y apellidos de decenas de personas y lugares. Todo ello abrillantado, además, por un profundo conocimiento de la historia adquirido por experiencia, sí, porque la ha vivido, pero también por su interés nato por el saber, que le ha ayudado a alcanzar el nivel cultural que demuestra.
Eufrasio acompañaba a su padre a las ferias de ganado desde niño. De él aprende casi todo sobre esta actividad, que desarrolló durante décadas y de la que aprendió todo sobre la vida. “Yo recorría media provincia con una Guzzi de 65cc que tenía”, rememora emocionado. Recuerda también las “estrecheces” que se pasaron durante la posguerra, aunque asegura que en los años 60 y 70 cambiaron mucho las cosas: “A Torrelavega le llamaban la ´Ciudad del dólar´, se vivía muy bien”.
Eufrasio es feliz. Le gusta contar sus vivencias y ser escuchado. Volvemos a vernos unas semanas después de ese primer encuentro. Esta vez en la terraza de una cafetería cercana a su vivienda. “Me gusta compartir un rato de charla”, asegura. Cuando le hago ver lo envidiable que es la memoria que tiene y lo que me impresiona la nitidez con la que lo recuerda todo, se emociona. Eufrasio no es un “abuelo cuenta batallitas” ni un autor que venga a vender su libro. Me doy cuenta de que es una persona que quiere que su memoria perdure, que sus recuerdos no se borren nunca, pese a que el inevitable paso del tiempo tarde o temprano haga de las suyas.
Y es este paso del tiempo el que constantemente nos roba a las personas que forman parte de nuestras vidas. Por unos motivos o por otros. Es ley no escrita que algunas nos dejarán antes que otras. Y vivimos del recuerdo. Y vivimos de la memoria. Y la memoria de Eufrasio, sus recuerdos y su sabiduría está siendo transmitida y perdurará por siempre, comenzando por la transmisión que sus hijos Santiago y Ramón harán de ella cuando el tiempo acabe haciendo de las suyas.
No debe de ser fácil vivir en un mundo completamente diferente al que conocieron en su juventud, tener que adaptarse a una sociedad fluida y en constante evolución. Pero personas como Eufrasio lo hacen fácil. Es posible que no se haya adaptado completamente. Puede que algunas personas de edad no lo hayan conseguido, pero nadie se adapta completamente a nada. Así todo, la clave está en cómo evoluciona su propia existencia a medida que los cambios se van sucediendo.
Eufrasio es ejemplo de vida, y una muestra de la importancia que tiene escuchar el relato histórico local para saber de dónde venimos y por qué estamos donde estamos. Conviene frenar de vez en cuando, pararse para pensar cómo y cuánto valoramos lo que tenemos y a las personas que nos rodean. Hace algunos años leí en un muro esta frase: “La mejor parte de tu vida serán aquellos momentos que pasas riendo con alguien que te importa”. Y la vida es tiempo, que, como todo, se agota. Que, como siempre e inevitablemente, termina haciendo de las suyas.