Lorca vuelve a la tierra donde reposa su ‘amor oscuro’
Es un reencuentro (forzado en nuestro titular) ficticio, que atraviesa las tablas de los escenarios, las fronteras geográficas y las limitaciones de la historia, de la propia vida y la ajena muerte.
Nos permite forzarlo la representación, este viernes y sábado en el Palacio de Festivales, de la premiada, esperada y aplaudida ‘Una noche sin luna’, en la que, bajo dirección de Sergio Peris-Mencheta, Juan Diego Botto se sube a los escenarios para convertirse en Federico García Lorca.
No es que para el poeta granadino Cantabria fuera una tierra desconocida: todavía hoy los premios culturales de los cursos de verano de la UIMP se llaman La Barraca, como la compañía teatral que dirigió y que se pateó pueblos de toda la geografía para acercar el teatro clásico a las clases populares.
No podía ser de otra forma: como evocaba este verano un curso de verano y una exposición, en el recinto de La Magdalena actuó en varias ocasiones La Barraca,(con el actor santanderino Santiago Ontañón en el equipo), que también llevó su teatro clásico a escenarios como una bolera en Puertochico ante un público formado por pescadores, en una representación extra que, como contó Luciano Malumbres en ‘La región’, se tuvo que forzar porque las sesiones oficiales fueron copadas por las élites y sus amigos. Hoy en la zona no hay ni marineros ni boleras. Ni Malumbres, que ya le mataron. Lo de los amigos sigue.
Insistimos, no podía ser de otra manera: porque el Palacio que fue sede de reyes tuvo ensoñación republicana y lo que hoy llamamos UIMP nació como Universidad Internacional de Verano y fue un proyecto inspirado en la apuesta de La Segunda por la educación, la misma de la que surgió la Residencia de Estudiantes y la propia compañía La Barraca, una furgoneta que saltaba baches. Y en la que coincidieron Lorca y el secretario, Rafael Rodríguez Rapún, cómo no caer fascinado por el poeta,y cómo no dedicarle los ‘Sonetos del amor oscuro’.
Claro que todo eso fue antes de ese julio en que, mientras en San Vicente de la Barquera en las Colonias Escolares (lo mismo, apuesta republicana por la educación) los profesores se marcaban un ‘La vida es bella’ ocultando a los alumnos que fuera había un golpe de estado y después una guerra (y en un largo después, una eterna dictadura), en La Magdalena se acabó todo de golpe, el curso y el verano. Había que dejar espacio para que el recinto fuera sobrevolado por la aviación nazi y para que en las tan británicas caballerizas se instalara el campo de concentración. Tiempo después supimos que no seria un verano para bicicletas.
El diálogo en la ficción salta incluso de obra a obra de teatro. Hace un par de años, A.P (Antes de la Pandemia), fue otra obra de teatro, ‘La piedra oscura’, la que nos trajo a Cantabria, también al Palacio de Festivales, el legado de Lorca, tan influyente que la protagonizaba sin salir a escena.
Fue entonces Daniel Grao el que se puso en la piel de Rapún, las tres erres, y tenía más sentido que en otros sitios de su gira por provincias que mencionara los veranos de ambos en la playa, porque la playa estaba literalmente enfrente del escenario, porque fue cerca de Bárcena de Pie de Concha donde se le cayó el cielo encima, y porque fue en el Hospital Militar número 1 de Santander donde Rafael murió, un año después, literalmente un año después de que mataran a Lorca por rojo y maricón, «por rojo y maricón». Desde entonces reposa (él sí sabemos dónde está) en una sencilla tumba de las de pared en Ciriego, su propia piedra oscura, apenas unas letras frente al mar que ruge como cuando se guarda un secreto en las entrañas.
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