El nombre de Anthony H. Clarke queda unido a la Casa de Cultura de Polanco
Todo un acierto poner el nombre de Anthony H. Clarke a la renovada Casa de Cultura polanquina. Sin duda, la mayoría de los vecinos que no vivan de espaldas a los asuntos municipales, estarán de acuerdo con esta decisión, tomado desde la Corporación municipal.
Personalmente, no solo estoy de acuerdo –lo había sugerido en redes-, sino que quedo muy complacido. Pocas personas pueden superarme en conformidad al respecto, por obvias razones que pronto entenderán y paso a explicar:
De una parte he estado al cargo de la Casa de Cultura desde que está se constituyó como tal. Se inauguró en 1987, y a los pocos meses entró en funcionamiento con la Escuela de Adultos municipal. Mi periodo de actividad en la misma ha sido hasta finales del 2020 en que llegó mi retiro laboral. Se aprovechó ese momento para remodelar el edificio y colocar un ascensor que hacía años venía demandando.
De otra parte, en 2001, la Corporación presidida por Miguel Ángel Rodríguez decide nombrar Hijo Adoptivo de Polanco al hispanista, estudioso de Pereda y profesor de la Universidad de Birmingham, Anthony H. Clarke. A la vez que se nombre Hijo Predilectos a nuestro insigne novelista, José Mª de Pereda.
Va a ser a partir de dicha fecha cuando las venidas de Anthony a Polanco se hacen sistemáticas. Viene cuantas veces considera conveniente, pero fijos y constantes en el tiempo van a ser los meses de abril y septiembre. Estos dos meses se hacen invariables y persisten año tras año.
Esto da lugar a que establezcamos una cordial relación entre ambos, que paulatinamente se incrementará hasta forjar una sólida amistad. Sin entrar a describir méritos, ni hurgar en su biografía y currículum, que han sido sobradamente expuestos en otros escritos y medios; sólo manifestar su grandeza personal, que junto al tesón mostrado en acercarse a Cantabria a lo largo de sesenta años consecutivos para estudiar la obra de Pereda, se nos muestra como una persona culta y generosa. Fiel cumplidor con la responsabilidad devenida de su honorífico nombramiento como Hijo Adoptivo. Jamás decepcionó; supo integrarse y prestar su colaboración a favor de la Cultura municipal, tanto desde actividades promovidas por el ayuntamiento como las organizadas desde la Asociación Sociocultural, con la que participó en diversos actos y de manera habitual en su revista “Desafío”; siempre pretendió ser uno más entre la vecindad.
Cuando llegaba a Polanco desde Inglaterra, tras dejar la “jargoneta” – que así era como la llamábamos- en la campa de la iglesia, lo primero que hacía era visitarme en la Casa de Cultura. Prácticamente todos los días contaba con su visita. De hecho, la Casa de Cultura se constituyó en “centro de operaciones”. Cualquier comunicación, de ida o vuelta, entre Birmingham y Polanco, pasaba por la Casa de Cultura. Su medio habitual de comunicación en la distancia era epistolar, incluso para hacer de intermediario en enviar carta a otro amigo, llegaba un sobre dentro de otro sobre; si la comunicación requería algo más de urgencia, se establecía por e-mail, pero en este caso tenía que recurrir a su esposa Shirley, pues las nuevas tecnologías del uso del ordenador o teléfono móvil, no iban con él. Si la información requería ser más explícita y urgente, solo entonces, era telefónica.
Con Anthony fuimos, su estimado amigo en Polanco, Miguel Angel Rodriguez y yo a Madrid, a la Feria del Libro, para presentar las OOCC de J.Mª de Pereda. Ambos le acompañamos igualmente a Birmingham, en cuya universidad se presentaron también. En esta ocasión tuvo también la compañía de una pequeña comitiva encabezada por el entonces alcalde, Julio Cabrero; la concejala de Cultura, Ana Belén Díaz y Felipe Tapia.
Así podemos contemplar a Anthony como excelente valedor, tanto en Cantabria como fuera de nuestras fronteras, de uno de los valores más ciertos de nuestra idiosincrasia cultural en la figura de Pereda. Y, a su vez, observamos la vinculación estrecha que mantiene con la Casa de Cultura que la hace eje nuclear de su estancia en Polanco.
LAS GOLONDRINAS
A esto, pretendo sumarle un hecho anecdótico que no quisiera resultase frívolo ni veleidoso: la Casa de Cultura, no solo ha acogido a cientos de personas cada mes y ha recibido a Anthony con las puertas abiertas de par en par; también fue cobijo, durante los últimos diez años, de singulares aves como las golondrinas que anidaron en su balcón y portal. Desde las primeras que arribaron, siempre su llegada ha sido motivo de enorme gozo. Su estancia guardaba cierto paralelismo con la de Anthony. Llegaban unos pocos días antes, hacia mediados o finales de marzo, para recibir al profesor en su primera estancia anual, y se quedaban entre nosotros hasta los inicios de septiembre para renovar recibimiento a Anthony en su segunda estancia en Polanco. Tras su llegada, las golondrinas en un espectacular ritual frente a la Casa de Cultura se aglutinaban decenas de ellas, originando un gran revoloteo sincronizado y fuerte trisar a modo de despedida. Partían hacia una aventura incierta a través de decenas de cientos de kilómetros. Aquí anhelábamos y confiábamos en su regreso para la próxima primavera, días después que los “marceros” cumpliesen con el ritual de la ronda.
A Anthony le encantaban las golondrinas, como le gustaban y respetaba toda clase de animales. Era un gran imitador de los cantos y trinos de los pájaros; por ello, desde tiempos del instituto, le apodaban “birseed” Tenía gran facilidad para emular sonidos de especies diferentes de aves.
Quizá este acontecimiento, que pudiese contemplarse como superfluo, abunde en la relación que trato de establecer. A mi modesto entender, sobran los motivos para que la reinaugurada Casa de Cultura lleve el nombre de nuestro ínclito personaje británico e Hijo Adoptivo de Polanco.
Y, naturalmente, me sobran los motivos por sentirme enormemente satisfecho por ello. El haber estado en el origen, siendo el primer huésped que durante más de tres décadas ha dirigido y velado la Casa de Cultura, y ver que esta quede vinculada a una persona meritoria con quien he mantenido una franca amistad, no es por menos que para sentirme orgulloso y dichoso. Es tener el espíritu de Anthony más próximo a nosotros, ligado a este pueblo de cuna y descanso del egregio autor por cuya pluma tanto desvelo mostró; a este pueblo que le quiso entre los suyos, alzándole como bastión de nuestro icono cultural más representativo, Jose Mª de Pereda.
Un legado he dejado frente al edificio cultural. Un manzano cuyo fruto es símbolo de nuestro escudo. Un árbol con ramaje suficiente para que posen esos pájaros cuyos trinos tan bien imitaba nuestro amigo… Y, ¡ojalá regresen las golondrinas a anidar!
Sin duda, una forma de tenerle presente. Y transmutando algunos versos del excelso poeta oriolano –que espero sepa disculparme -, digo aquello de:
Por los altos andamios de sus ramas/ pajareará tu alma colmenera…
A las aladas almas de las flores/ de manzano de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,/compañero del alma, compañero.