César de la Campa, el valor de la entrega, los valores de las calles
César de la Campa fue el párroco de Los Pinares, por El Sardinero menos palaciego. César de la Campa impulsó un proyecto educativo para niños y familias con pocos recursos que recibían apoyo escolar, porque no todo el mundo puede pagarse una particular. Puso campamentos y actividades de tiempo libre en unos años en que era importantísimo evitar que los chavales estuvieran en las calles expuestos a la droga. Ahora que se habla de formas de envejecer y de la lucha contra la soledad no deseada, también puso en marcha acciones para potenciar su socialización.
Por todo eso sus vecinos consideraron que se merecía una calle. Por los valores que simbolizaba: ayuda, entrega, esfuerzo, preocupación por los demás. Por eso, por la potencia de su lucha, por mantener su recuerdo, su legado, montaron un blog en el que repasaban su biografía, iniciaron un Change.org para pedir que una calle de las que transitó en vida llevara su nombre y plantearon su reivindicación, hasta que el Ayuntamiento aceptó la propuesta que les hizo llegar Unidas por Santander y finalmente el pasado fin de semana se celebraba un acto para celebrar la nueva denominación.
Porque poner un nombre a una calle es una forma de ensalzar personas y valores. Por eso tiene calle Alberto Pico, ejemplificador también de unos valores de entrega y apoyo; y por eso, en cuanto falleció (las normas indican que las calles sólo se pueden poner a personas fallecidas) se pidió que la tuviera Vital Alsar, con su mensaje de paz universal a través del mar; o Eulalio Ferrer, que ayudó a tantas causas desde México cuando le fue bien, y eso que se fue huyendo de la ruleta rusa de cárcel o muerte.
Por eso no se entiende que tengan nombre en la calle, es decir, los valores que se ensalzan, el General Dávila o, todavía, Camilo Alonso Vega, representantes de un régimen que no dejaba de ser lo que era, una dictadura, militar: es decir, cárcel o muerte por manifestarse o expresarse distinto. El asesinato y prisión de miles de cántabros y la coordinación de los campos de concentración a los que se enviaba al rival político son el legado de uno y otro, los valores que ensalzan sus calles.
Calles, por cierto, puestas en vida de los homenajeados : imaginaros a Revilla, Pedro Sánchez o Gema Igual diciendo que quieren ponerse una calle con su nombre. Imaginemos también el clima favorable al rechazo a esos nombres que podía haber entonces.
Y alterando los nombres originales, los auténticos STV, el Paseo del Alta, dicen todavía los mayores que recuerdan que esto de homenajear dictadores no es consustancial a la ciudad, no vino con los Mártires, que había campo antes de que los dirigentes municipales renunciaran a la lógica por sus sesgos.
Es más allá del argumento histórico: no es por la enumeración de personajes históricos por los motivos que tenemos calles a Pereda, Menéndez Pelayo o Concha Espina; si fuera por la historia, habría una calle, por ejemplo, a quienes pusieron la bomba en La Albericia, atentado que es parte de nuestra historia, y es evidente que plantearlo sería visto como una aberración. Y desde luego no parece que un período de cuatro décadas suponga más en la historia de Santander que toda una Edad Media, pero el caso es que hay una treintena de calles de ese período cuyo mantenimiento en 2023 no puede explicarse ya más que por una cuestión de valores que se quieran ensalzar.
Angel
Usar el nombre de Cesar de la Campa y de alguna otra persona que por sus valores y el bien que hicieron, y fueron ejemplo de vida para muchas personas que guardamos dentro un recuerdo imborrable, para polítizar y sembrar semillas de discordia con la conclusión con la que termina el artículo no es digno ni ha lugar a semejante intento manipulador.