Mujeres invisibles
||por Hilary Fernández||
¿Alguna vez te has sentido fuera de lugar?, ¿como si no formases parte de este mundo?, ¿como si fueras una extraterrestre?, ¿has sentido que no encajas, ni siquiera, dentro de tu propia familia?, ¿no entiendes el mundo ni la sociedad y no te sientes parte de él? Pues bienvenida al Club de las Mujeres Invisibles.
Sí, al Club. Porque no estás sola, ni eres única en el mundo, porque no estás rota ni eres vaga, porque no eres una extraterrestre, porque no eres una histérica a la que “todo le afecta” y que “se pone” como una “loca” cuando hay algo distinto en su rutina. Eres neurodivergente, repite conmigo, neu-ro-di-ver-gen-te.
Y dentro de esas neurodivergencias se encuentra el autismo, ese tan famoso de las pelis y las series que sólo muestra a hombres súper inteligentes que no miran a los ojos y que se puede “pillar” con las vacunas o con las antenas telefónicas (es sarcasmo, sí.).
El autismo, (esto no va a ser una clase didáctica, pero conviene dejar claros algunos términos) es una disfunción neurológica crónica con fuerte base genética, aunque sus manifestaciones conductuales están moduladas por el entorno. Es decir, un autista nace, no se hace.
Y, ¿qué pasa cuando creces sin saber quién eres y encima en un entorno hostil? Pues que te quieres morir. No, no es una exageración y no, por desgracia no es mentira. Literalmente quieres acabar con tu sufrimiento porque no entiendes qué pasa, no entiendes las reacciones que tiene la gente que te rodea cuando muestras tus “peculiaridades”, no entiendes por qué te insultan en la escuela, por qué te llaman “rara” y te dejan de lado, tampoco entiendes por qué no puedes conseguir y mantener un trabajo, ni siquiera puedes acabar tus estudios, ni tener una rutina como la gente “normal”.
Y después de estar en unos cuantos psicólogos y psiquiatras, acudir cientos de veces a urgencias, que no hacen más que tratarte como si fueras imbécil y no tuvieses otra cosa más que hacer en el mundo que ir a urgencias, decides poner punto y final. Se acabó el luchar, no puedes más. Cada día se convierte en una batalla, llevas treinta años luchando contra el mundo que te rodea: familia, “amigos”, parejas abusivas… y llega el momento en el que sientes que esta vida no es para ti, que por algún fallo en Matrix tú no deberías estar aquí y ya es hora de descansar.
En ese periodo de tiempo en el que piensas cómo quieres irte y en las cartas de despedida que quieres dejar, ves en una red social contenido de una persona que cuenta sus vivencias y cómo se siente respecto al mundo y dices: “¡Uy, si esto también me pasa a mí!, ¡Y esto también!, ¡Anda, así me siento yo!” y piensas, si este chico es autista ¿es posible que yo también lo sea? Ante la duda decides hacer un test y resulta que te da que sí, que tienes rasgos autistas. Lo hablas con tu persona de confianza y le dices: “Oye, hay una posibilidad de que sea autista, me gustaría confirmarlo. El último intento y si no hay respuestas pues vamos entonando El vals del adiós”.
Y te dispones a buscar a los profesionales expertos en autismo en tu zona, para que sea una persona con mucha experiencia en el tema, el que te diga si eres autista o no. Porque a la vista está, que el resto de “profesionales” no están lo suficientemente capacitados, ni preparados, ni mucho menos interesados en querer estarlo (que es lo más grave del asunto) en autismo y, sobre todo, en autismo en mujeres.
Así que decides ir y resulta que sí, confirmamos, eres autista. “Soy autista”, estas palabras resonarán en tu cabeza muchas veces, porque no das crédito y no en sentido negativo (bueno, depende de la persona, claro está). Por fin tienes sensación de libertad, te quitas esa coraza llamada masking y sales desnuda al mundo, un mundo cruel e injusto sí, pero ya es tuyo también, lo vas a ver desde otro punto de vista. Seguirás sin entenderlo y habrá cosas que te seguirán causando dolor, pero ahora también te pertenece legítimamente.
Toca seguir luchando y mucho, pero ya no lo haces sola. A tu lado tienes un pequeño comando de mujeres como tú que luchan por nuestros derechos. Luchan para que tengamos nuestro sitio en el mundo, luchan para que tengamos una vida digna, luchan para que nuestras voces se oigan; luchan para que podamos estudiar y acabar nuestros estudios, luchan para que podamos conseguir un trabajo y mantenernos en él, luchan para que tengamos independencia económica; luchan para que dejen de maltratarnos tanto nuestros familiares como nuestras parejas y
amistades, luchan por una inclusión sincera y, sobre todo, luchamos por las que ya no están, las que se quedaron por el camino sin saber quiénes eran y por las que vendrán, para que no tengan que pasar por el infierno de la duda, el infierno del acoso, el infierno del maltrato, en definitiva, el infierno de una vida indigna. Y no tengáis la menor duda de que lo conseguiremos. Todas juntas.
Soy La Cantante De Dover
Gracias El club de las mujeres (in) visibles por hacer visible todo lo que muchas llevamos tiempo sintiendo.
Por fín un club al que pertenezco.
SomosVisibles