No hay amo bueno
Siguen con su programación los Jueves Culturales, en la AAVV San Joaquín (Campogiro): un jueves, el último, al mes; hay meses que dos jueves. Ya, en otra ocasión, me he referido aquí al variado contenido de las ofertas culturales; también a la respuesta de los vecinos, en forma de asistencia, que suelen llenar la sala.
El pasado día 30 ha sido el último jueves del mes de marzo. Y no ha faltado el correspondiente acto cultural, con el correspondiente lleno de público. La propuesta ha sido teatral: Ábrego Teatro, de la mano de Pati Domenech, llevó hasta Campogiro una versión del Lazarillo de Tormes, cuyo autor, si es que tiene nombre, habría estado encantado con tanta celebración de su obra, a lo largo de los siglos, y con lo que le quede por celebrar.
Todos los que hayan pasado por la escuela tienen alguna noticia de quién fue Lázaro de Tormes, y de sus tragicómicas andanzas por la supervivencia, de amo en amo, desde los comienzos desgraciados de su vida. Y, si alguno no lo, sabe aún, ya se lo lleva a la escuela Ábrego Teatro, para que el actor Antonio Fernández se lo cuente, haciéndose pasar por él, interpretándolo. Y se lo cuenta con una ironía y un cinismo, que son los recursos del personaje para, a duras penas, ir sobreviviendo, sin esperanza, pero sin desesperación. Son relaciones de pícaro a pícaro, las que ser establecen entre los amos, siempre distintos, y el criado, siempre el mismo, pues no hay amo bueno ni criado, tonto. Metáfora de todos los tiempos, que la distancia más corta entre cualquiera y su condición humana es el teatro, y la condición humana es siempre la misma, de modo que el teatro, no importa de qué tiempo, es siempre actual. También el relato de la Vida del Lazarillo de Tormes, claro, llevado a un escenario.
Antonio Fernández encarna el personaje, extrayéndole toda la enseñanza que se adquiere en la escuela de la vida, maestro de sí mismo, con más práctica, que teoría. Y también pone voz y gesto a los amos, esos antimaestros, que Enseñan a su pesar, y que tan poco aprenden de sus criados. Antonio Fernández pone a cada uno, sobre el escenario, en su sitio, es decir, sabe mostrar la catadura de unos y de otro, los amos y el criado, ninguna ejemplar. Y lo hace con unos escasos recursos escénicos, lo que hace bueno el criterio, según el cual un buen texto, un buen intérprete y un buen director bastan para hacer buen teatro. En la AAVV San Joaquín no faltaron. Los aplausos dieron fe.