«Kofi es una de esas personas que te llega, sus jefes le invitaban a su casa por Navidad»
Esta semana ya hemos podido hablar con un compatriota de Kofi, David, que nos contaba la situación familiar de este migrante que trabajaba de cocinero en el barco hundido el pasado lunes. También nos hablaba de los planes típicos que hacían cuando quedaban. Y que justo el fin de semana pasado, que era el cumpleaños de David, no pudieron quedar.
Lo que David tiene claro es que en Kofi tenía a una buena persona con la que contar. Y en el mismo sentido hemos encontrado otro testimonio, en este caso de una amiga suya, que prefiere mantenerse en el anonimato, pero nos presta sus gafas para poder ver cómo era este ciudadano ghanés que ha perdido la vida en el Cantábrico. Curiosamente, tampoco pudo quedar con él el pasado fin de semana, lo que ahonda un poco más este momento de tristeza. Le conoció ya desde el momento en que llegó y que tuvo que hacer un esfuerzo, como muchas otras personas, para conseguir regularizar su situación.
De eso hace ya 18 años. Durante todo este tiempo, Kofi ha tratado de ir a Ghana todas las veces que le ha sido posible, porque allí vive toda su familia, incluidas sus dos nietas. Se sentía muy a gusto viviendo en España, sabía disfrutar de la vida, pero es fácil imaginar lo que echaba de menos a sus seres queridos teniendo miles de kilómetros por medio.
Esa añoranza se dejaba notar en las conversaciones que mantenía habitualmente con esta amiga. Le encantaba hablar de su familia y se le caía la baba con sus nietas, y era habitual que hablara sobre los regalos que les llevaba cuando podía viajar a su país. Reconocía que les consentía todo. Lo lógico en un abuelo.
Ya en 2007 consiguió tener los papeles en regla y ahora estaba intentando conseguir la nacionalidad española. Un signo de que se sentía bien en nuestra sociedad, comprometido y contribuyendo, como hacen muchas personas que vienen de fuera y que queda reflejado con este desgraciado suceso, ya que había al menos otras tres nacionalidades representadas en el Vilaboa Uno aparte de la española.
Lo que nos ha recordado este naufragio es que el oficio de la mar es verdaderamente sacrificado. Lo podemos imaginar, pero lo encontramos en las personas que han estado en ello o que son familiares o allegados de quienes salen a faenar cada noche a la mar. Y algunas veces las consecuencias son las peores posibles.
Sin embargo, Kofi nunca se quejaba de su trabajo. Era el cocinero de la embarcación, seguramente no es la labor más dura a bordo de un barco, pero los riesgos son para todos los tripulantes, sin excepción. Si hay un problema que pueda provocar un hundimiento, eso afecta a todos.
En el caso de Kofi, ya habíamos conocido que no llevaba ni dos meses trabajando en el Vilaboa Uno. Acude el clásico ‘¿y si…?’. Si hubiera tomado otra decisión laboral, no se hubiera visto envuelto en esto. Pero estas decisiones no se toman pensando en que te puede pasar algo así. Es más, ahora estaba más contento porque ya no le tocaba trabajar los fines de semana.
Lo que se nos dibuja es una persona comprometida con su trabajo, pero también con su círculo de amistades, muy alegre y entrañable y «todos hablaban bien de él», según cuenta su amiga.
En su relación personal, ella relata que siempre la preguntaba por su familia, por si iba todo bien, y tenía detalles frecuentemente con ella, como darle alguna pieza de pescado de las que traía el barco después de una jornada laboral.
Aunque ella ha podido conocer otros casos de personas que han llegado hasta aquí para ganarse la vida de una manera digna, reconoce que «Kofi era una persona especial, de las que te llega». Llegaba hasta el punto de que «sus jefes le invitaban a su casa por Navidad».
Alguien que se abre, que es empático, que se integra, que echa una mano y que al final es fácil devolverle el mismo trato. Alguien por el que era habitual preocuparse por el trabajo que tenía, mirando hacia la mar con la esperanza de que estuviese en calma y la embarcación no tuviera problemas. Pero el pasado lunes, las cosas salieron al revés.