El PP de Santander ve discriminación a los jóvenes de la ciudad en un programa de ocio para zonas en riesgo de despoblación
En cierto ideario al que suele asomarse el Partido Popular está esa frase de que hay que igualar por arriba y no por abajo.
Una afirmación que no aplica a sus propias tesis políticas en Santander, donde, pleno tras pleno, insiste en compararse con municipios cántabros más pequeños (con menos población, por tanto, menos capacidad fiscal y más necesidad de ayuda para prestar servicios) en lugar de con otras capitales equiparables (la apuesta de Logroño por una ciudad más amable) o con ciudades más grandes.
Y que repetían en esta ocasión en materia de políticas juveniles, en una nota teóricamente difundida desde el partido y no desde la institución, pero cuya protagonista era la concejala que gestiona precisamente el área de Juventud.
Y en la que, para criticar a la administración autonómica, es decir, al Gobierno de Cantabria, acababan reprochando al Ejecutivo que destinara recursos para políticas juveniles en otros municipios más pequeños (por tanto, con menos recursos).
En concreto, la edil acusaba al PSOE de “abandonar y discriminar a los jóvenes santanderinos”, poniendo como ejemplo el programa más reciente anunciado desde la Dirección General de Juventud.
Se refería al programa El finde vibra, presentado recientemente por la Dirección General de Juventud y concebido expresamente para municipios en riesgo de despoblación.
Y si bien es cierto que en esa iniciativa aparecen ayuntamientos que no encajan en la categoría de pequeño o con poca población como Laredo o Castro Urdiales (en cualquier caso, con una población estacional creciente y no reflejada en las cifras oficiales de habitantes por los movimientos turísticos y las segundas residencias de los vecinos vascos, con una proporción importante de población joven) , en la lista de municipios figuraban Cabezón de la Sal, Puente Viesgo, Meruelo, Ramales, Santillana del Mar y Limpias, o algunos gobernados por el PP como Potes, Meruelo o Valdeolea, o por independientes como Liérganes.
El teórico mensaje del PP aportaba como argumento para defenderse el propio hecho de que cuente con programas históricos de ocio juvenil como La noche es joven –que por cierto cuenta en sus presupuestos con fondos estatales- o estructuras de referencia como Espacio Joven, que no todos los municipios tienen.
En su empeño por vender el ataque, obviaba medidas del Gobierno cántabro hacia los jóvenes en Santander que evidentemente conocen en La Casona por la experiencia acumulada en la gestión: como las Escuela Talento Joven, una evolución de las escuelas taller o las Lanzaderas de Empleo que cuentan en la capital con dos acciones, en ambos casos con apoyo del Servicio Cántabro de Empleo.
En lo estrictamente cultural, el Ejecutivo hacia recientemente programación específica para jóvenes que se desarrolló en la Biblioteca Central (el Bibliofest Joven), u otras acciones autonómicas pero radicadas en la ciudad: desde los cursos de formación para tiempo libre, los de Ejecant (en la Escuela Carlos García Guadiana, en Mataleñas) o el Cowork de la zona Franca, a los que podría sumarse ya política general que acaba, aunque sea por mera probabilidad estadística, repercutiendo en jóvenes o asociaciones santanderinas: desde los bonos culturales, subvenciones a colectivos por proyectos, acciones en colegios e institutos, las medidas para abaratar el transporte público municipal o las que afecten a la universidad, con, obvio, campus en Santander.
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