Yo voto…
Hay días, marcados en el calendario, en los que parece que no tienes elección, días en los que no te queda mas remedio que tomar partido. La equidistancia es la coartada de la ambigüedad o de la supervivencia, según sea el caso, dicen unos. Otros, afirman que es el espacio libre de ataduras y servidumbres, desde el que tomar perspectiva a la hora de enfrentar un dilema. Unos y otras tienen razón y, como de costumbre, no es fácil cogerle la medida, caminar entre dos aguas. Únicamente sabes lo que hay al otro lado del río cuando estás allí. La elección es tuya. No tomar partido, decidir no hacer nada, quedarte en un lado del río, incluso en el fondo y pasar a formar parte de sus sedimentos, no siempre es una elección. Si te paras a pensarlo un poco te darás cuenta. Por cierto, hay diferentes “mantras” que te pueden llevar a naufragar o creer que necesitas un capitán que decida por ti. Y estoy seguro de que eres consciente del peligro que esto supone. La historia está llena de ejemplos. Decía un amigo que «si no decides, otros decidirán por ti». No es mal rótulo para llevar pegado en el parabrisas de la conciencia.
Y así, mientras se levanta un ligero viento de primavera, de estas primaveras que aún le deben algo al otoño, te despiertas con ese imperativo ético, casi categórico de tener que tomar una elección. La primera imagen que te viene a la cabeza es aquella que no sabes racionalizar, pero que, precisamente por eso, forma parte inseparable de ti. Miras el calendario, parece una fecha más, para muchas es una fecha más, sin mayor importancia. Harán algo parecido a lo que hacen el resto de domingos, cada cual con su particular agenda de rutinas que liberen, si es posible, la carga de la semana. Al hacerlo, pudiera suceder, que el resultado sea una piedra más en la mochila. En fin…complicado de entender este ritmo de vida. Dejas esos pensamientos en el cajón del “luego vuelvo contigo…”. Cajón, por cierto, que siempre tienes medio abierto y en el que no cabe ni un solo calcetín. Aceptas que, en tu caso, los cajones, guardan otro tipo de prendas. Vuelves a la fecha. Si acabamos creyendo que es una fecha más, te dices, lo acabará siendo, con lo que eso significa. Acabaremos olvidando su significado (la paradoja está en que muchos de quienes van también lo hayan hecho). El significado de todos esos días que fueron un antes para que este día fuera un después. Para que la repetición no se convirtiera en la coartada del verdugo. Para que la repetición no se convirtiera en una muesca más en la recámara de la indolencia. Y, te recuerdas, porque es importante hacerlo: cuando te olvidas siempre ganan los mismos, cuando te olvidas pierden siempre los de siempre. Este imperativo categórico, como si Kant te sacudiera las sábanas que se te han quedado pegadas, otro domingo más; sacude además tu conciencia un poco adormecida (será que curraste anoche, será la inteligencia artificial, o la mala digestión neuronal de tanto apego al móvil y a sus placebos virtuales, será…vete tu a saber…).Te levantas de un brinco y, al segundo, el leve aleteo de un breve mareo, te recuerda que debes tomártelo con calma. Sonríes y dejas que el mundo se coloque, aceptando que no todo depende de ti, pero consciente que hay un espacio irrenunciables que sí.
Sentado, con los ojos puestos en las elecciones de tonos grises, pardos, azules, anaranjados, morados y rojizos…de un horizonte, que aún no se decide qué ponerse para lo que queda del día, caes en la cuenta que además de hoy, cada día es una elección, cada elección es un voto, cada decisión, consciente o no, por acción u omisión deja su impronta en ti y en quienes te rodean, en tu comunidad, en tus vecinos, seres queridos, en quien no conoces pero también está ahí, a dos palmos de horizonte. Recuerdas que votas cada día, que votas por tu vecina jubilada y el coraje de subir la compra con el ascensor estropeado porque no llega el dinero de la comunidad, porque la cosa está complicada para muchos, pero ella reparte lo poco que tiene con todos, sea quien sea. Te refugias en ese microcosmos en el que personas comunes hacen cosas extraordinarias, por lo menos para ti. En los chavales del centro de acogida y en quienes están ahí con ellos. Hablarles ahí de concertinas es un insulto, porque sabes lo que hay en cada lado del río. Te das cuenta que les votas a ellos y a quienes no ven fronteras, sino seres humanos, sean de donde sean, que hacen lo que pueden, y mucho más, por salir adelante sin pisar a nadie. Quienes acercan las orillas, quienes no le bailan el agua a quien vive de hacer “aguadillas” (y quiere sacar partido de ello). Y así tantos y tantos, que lo que te sorprende es que todos se empeñan en hablar en su nombre, pero no todos les escuchan de verdad, de esa verdad acompañada de la honestidad y valentía que hace falta. Hoy no es un día cualquiera, te dices, pero es que ningún día debiera serlo. Esa es tu elección, ese es tu voto.