Ferias literarias
Se trata ahora de trabajar, seguir escribiendo, ganar concursos, conseguir – en una palabra – un lugar en esa lista tantas veces contemplada. Tal vez, una de las tareas más arduas que ciertas escritoras se ven obligadas a afrontar. Y no se trata de avergonzarse de los intentos frustrados, no. Ella, que es solo una de ellas, asume su responsabilidad y se dice que no trabajó lo bastante. Que las otras eran mejores. Seguro.
Y lo dice con toda sinceridad, pone todo su empeño en creérselo porque no estaría bien mirarse a si misma con delicadeza, mientras critica los otros sin piedad. Así que sigue intentándolo. Sigue escribiendo.
Puede que antes las razones fueran otras, pero ahora están embarradas. Antes su entusiasmo nacía de una ingenua, pero colosal fascinación por la autoridad moral de las buenas escritoras. La posibilidad de un sueño. Pero eso fue antes de conocer los entresijos del negocio. Pero aún antes de todo eso, acepta que el amor al conocimiento y a la lectura fue determinante para su generación. Que su difícil libertad de mujer, y todo lo demás, fue sólo posible gracias a los libros y que, sin ellos, ahora sería una tonta a secas, una tonta sin preguntas.
La escritora ya no es exactamente joven pero tampoco se considera una vieja. Lleva a la espalda una colección de libros y publicaciones que le permiten calcular sin alaracas el respeto que su trabajo merece. Y sigue creyendo que, por pequeño que sea, ese respeto es bien merecido. Con o sin premios. Con o sin conferencias multitudinarias. Con o sin participaciones en tertulias programadas por ciertas jerarquías capaces de controlar los mecanismos creadores de valor y de sentido. O por lo mismo, facilitadores de la difusión de contenidos. El contenido de sus libros.
Pero, al mismo tiempo sigue creyendo, la escritora sigue creyendo, que las estrategias de famoseo a costa de egos inflados no serán capaces de acabar nunca con la diversidad de escrituras, ni podrán prescindir de la imaginación, la crítica y la experimentación (tan transformadora políticamente). Cree también que, aunque la mayor parte de la Literatura que se está haciendo sea una literatura envasada, avalada por jurados y editoriales varias que aparentan ser con “sólo estar”, formadas por evaluadores y editores tan precarios como quienes escriben los textos que ellos mismos evalúan, la creatividad triunfará siempre.
Una creatividad, piensa la escritora que ha de estar movilizada por el conocimiento, un conocimiento generador de conciencia, de un tipo de conciencia que, después de descubrir a los abusones, puede interpelarles y decirles : “Hasta aquí hemos llegado, chicos” para después, dar la media vuelta y seguir creando.