«Hablar del suicidio no provoca efecto ‘bola de nieve’, nos ayuda a ponernos en guardia, sensibilizarnos y tomar nota»
La Biblioteca Municipal Francisco Llata de Liencres está lista para acoger el último curso de verano de la Universidad de Cantabria (UC) en Piélagos. Lleva por nombre ‘Bienestar y cuidado emocional’ y lo dirige Carmen Sarabia, docente y coordinadora del Grupo de Investigación de Enfermería del Instituto de Investigación Marqués de Valdecilla (IDIVAL). Con ella hemos hablado largo y tendido sobre salud mental en general y sobre cómo le afectan las redes sociales y nuestros entornos en particular, antes y después de la pandemia, y, especialmente, cuando somos más jóvenes.
A la luz de la evidencia científica, ella lo tiene claro: «Antes de la pandemia el suicidio de niños y adolescentes era la tercera causa de muerte por causas que no fuesen una enfermedad, después de la pandemia es la principal. Obviamente, algo ha pasado». En su opinión, «la pandemia nos trajo a todos los seres humanos incertidumbre ante el futuro» y «generó aquello que decía Viktor E. Frankl en ‘El hombre en busca de sentido’: puedes quitarle al ser humano todo menos la esperanza, en el momento que le quitas la esperanza lo habrás despojado de todo».
Pero la pandemia no afectó a jóvenes y adultos por igual. «El cerebro del niño y el adolescente piensa en blanco y negro, no hay grises, no hay matices. Esos los vas incorporando a medida que acumulas años y madurez. El cerebro de ese niño o adolescente que vivió una pandemia, que no podía ir al colegio, que no podía tener contacto, que no entendía lo que pasaba mientras los adultos, que eran su fuente de confort y seguridad, estaban nerviosos y no sabían qué iba a pasar, hace un ‘clic’, se apaga emocionalmente y pierde la esperanza y las ganas de vivir», explica.
«Ahora que han pasado tres años, que es el proceso de duelo habitual para recuperarnos después de grandes crisis, empezaremos a recuperar la luz. ¿Tenemos alguna generación perdida? ¿Algún niño, algún adolescente va a perder esos tres años tan importantes? En niños no tanto, porque tienen una capacidad de adaptación increíble; al adolescente si le va a dejar una impronta, en mayor o menor medida, en función de cómo se haya vuelto a reincorporar a la vida habitual posteriormente».
SALUD MENTAL EN RRSS
Preguntada por los efectos que tienen los mensajes dados en redes sociales (RRSS) sobre las personas, Carmen Sarabia considera que, según los estudios disponibles, aquellos famosos y/o personas relevantes que comparten en sus cuentas de Instagram, Twitter, Facebook, Tik Tok, etc. que tienen un problema de salud mental generan más beneficios que pérdidas ya que su ejemplo, en muchas ocasiones, ayuda a otras personas a «permitirse darse el lujo» de estar mal y decirlo.
«Alejandro Sanz públicamente ha dicho «no estoy bien…», no ha especificado, pero yo creo que a buen entendedor… Las palabras «no estoy bien», anímicamente a nivel emocional no es mi momento; «sigo adelante», sigue dando conciertos con lo cual su vida diaria no parece tan interrumpida; «date el permiso a estar mal», con lo cual es una lucha contra el estigma, que todavía hay, contra el «no tengo derecho a decirle al mundo que estoy mal, que me siento triste o que a veces no puedo con los problemas». Eso genera más beneficio que negatividad», considera la experta.
Preguntada por cómo ayudar a una persona que está pasando por una depresión o un cuadro grave de ansiedad, Carmen Sarabia recomienda desterrar frases como ‘venga, anímate, todo pasará’: «El problema que tenemos con el ‘venga, anímate, todo pasará’ es que no comprendemos que la salud mental no es visible. Los procesos de salud mental como una ansiedad o una depresión llevan también un proceso curativo más o menos largo. Decir ‘anímate, todo se arregla saliendo a la calle y tomando el sol’ genera un estado peor porque la persona [enferma] se siente idiota».
«La persona [enferma] es la primera que quiere. Cuando decimos ‘anímate y sal a la calle’ estamos transmitiendo, aunque no sea nuestra intención, que le estamos quitando importancia al problema. Lo estamos frivolizando. Es la diferencia entre empatía y simpatía. Empatía es ponerme en el lugar del otro, algo que haremos en el curso de inteligencia emocional, no sé por lo que estás pasando, pero estoy aquí para comprenderte. Simpatía son aquellas frases que empiezan por ‘al menos’ tienes otro hijo, ‘al menos’ has tenido salud, etc. Esas frases siempre fuera», dice la profesora.
SUICIDIO JUVENIL
Según Carmen Sarabia, los estudios a nivel europeo concluyen que hablar del suicidio no genera ‘efecto bola de nieve’ ni más muertes por imitación. Al contrario. La noticia de que alguien se ha quitado la vida «nos ayuda a ponernos en guardia, sensibilizarnos y tomar nota». En el caso de niños y adolescentes, «no genera efecto bola de nieve aunque no sabemos por qué. Probablemente porque los o los propios niños y niñas padres se ponen en alerta», reflexiona Carmen Sarabia.
No obstante, a su juicio y en la línea del psiquiatra Martin Seligman, con los adolescentes siempre hay que utilizar la estrategia de las dos ces: comprender y comunicar: «Comprender por lo que están pasando, porque el adulto es el que ya tiene herramientas el adolescente no, no podemos pretender que tengan herramientas de adulto cuando su cerebro está en desarrollo». Ella insiste en que «tenemos que intentar comprender. ¿Cómo? Aprendiendo, formándote, leyendo porque los hijos vienen sin instrucciones».
«La segunda ‘c’ es comunicar. El gran puente es la comunicación. Los adolescentes no quieren hablar, no se sienten comprendidos, pero tenemos que hacer un esfuerzo como adultos por comunicarnos. En el momento en el que puedan hablar y contarte qué les ocurre sin que se les juzgue, sin que se les de automáticamente una respuesta, se sentirán comprendidos y escuchados. ¿Va a ser esta la clave para evitar los suicidios? Pues no, pero al menos ponemos unas pautas y unos recursos para que esos adolescentes tengan asideros para salir del pozo en el que se encuentran».
MEDICAR A LA INFANCIA
Preguntada por el tema de la medicación en niños y adolescentes, Carmen Sarabia considera que es un tema controvertido: «No hay unanimidad en la comunidad científica respecto a si hay que medicar o no hay que medicar. La medicación de un niño adolescente tiene que requerir que el diagnóstico muy claro, ya sea un TDHA, que también hay controversia, ya sea un estado de ansiedad o de depresión que interfiere en su vida cotidiana y no hay otro mecanismo o tratamiento que lo alivie que no sea la medicación. Entonces sí, tenemos que medicar».
Ella siempre se ciñe a la pauta clínica que comienza por diagnosticar y sigue por utilizar todas las herramientas disponibles antes de recurrir a la farmacología. «No porque los fármacos en sí sean malos, sino porque tienen efectos secundarios. Y lo que queremos es el mínimo de efectos secundarios», detalla la experta.