El Cine Fórum La Casona de Reinosa se estrena con una reivindicación de la empatía

El pasado fin de semana arrancaba en Reinosa una iniciativa cultural llamada 'Cine Fórum-La Casona' en la que tendrán cabida referentes del séptimo arte en Cantabria. La idea parte del director de cine reinosano Richard Zubelzu y de Magda Calabrese, ambos embarcados en el proyecto Objetivo Familiy Films. Esta colaboración con el Ayuntamiento de Reinosa es para que se celebre un evento cada mes en La Casona y que el público tenga una oportunidad cultural relacionada con el cine y los creadores cántabros. (Fotos: Eugenio Martínez)
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En la primera cita fueron trabajos de Objetivo Family Films los que se proyectaron. Su trabajo es constante, y aprovecharon la oportunidad para presentar tres cortos que han finalizado recientemente. Dos documentales y uno de ficción.

Los documentales son de plena actualidad: uno se llama Saudade y relata la historia de Facundo Navacerrada, fundador de UGT en la localidad madrileña de San Sebastián de los Reyes y que fue ejecutado poco después de concluir la Guerra Civil. Las primeras exhumaciones en la Comunidad de Madrid para buscar restos de represaliados en aquel momento tan oscuro, cruel y difícil de la historia de España fueron el motivo que brindó esta oportunidad para hacer el documental. El segundo se titula ‘Odio’, y trata de reflejar lo que se han extendido los discursos que rechazan y discriminan a personas por cuestión de raza, nacionalidad u orientación sexual en nuestra sociedad.

Se trata de dos trabajos que tienen un vínculo entre sí, que es mostrar a qué comportamientos se puede llegar cuando se desprecia a quien piensa diferente, o cuando se intenta, de manera agresiva, señalar permanentemente las diferencias entre personas o grupos para separar a los ‘buenos’ de los ‘malos’ o a los ‘mejores’ de los ‘peores’. Divisiones que ayudan a polarizar la sociedad.

En Saudade se puede ver y escuchar a Benita Navacerrada, hija de Facundo, una mujer de 91 años que sigue luchando por conseguir los restos de su padre y poder enterrarlo dignamente. Una lucha que ha recorrido toda su vida y que ahora puede estar cerca de conseguir terminar.

Sobrecoge su relato. Cuando habla del cruel asesinato de su padre, la sangre se hiela. Se hace palpable su sufrimiento y se hace difícil no pensar en miles de familias que buscan lo mismo que ella: una reparación.

Aunque se habla de Madrid, este documental llegaba a Reinosa cuando este asunto está de plena actualidad en Cantabria. Días antes de la proyección, el Parlamento de Cantabria aprobaba una moción para instar al Gobierno de Cantabria a derogar la Ley de Memoria Democrática autonómica.

La iniciativa partía de la ultraderecha, pero contó con los votos favorables del PP, el partido que gobierna en solitario desde hace tres meses. Pronto se descubrirá si lo que ocurre es que se deroga la Ley y ya está o si se presenta una modificación que mantenga algunos de sus preceptos, como que las familias puedan seguir reclamando la búsqueda de sus seres queridos represaliados durante la guerra o la dictadura.

Además, hay que recordar que sigue habiendo una Ley estatal en el mismo sentido y que es de obligado cumplimiento, aunque no se esté llevando a cabo en todos los ámbitos. Aún sigue habiendo escudos, distintivos y nombres de calles que homenajean al Franquismo y no han sido retirados ni cambiados, como se puede comprobar en el callejero de Santander.

En Saudade queda patente el odio de una larga época de sufrimiento y falta de libertades, y eso es lo que engarza con el otro documental. Lo que no coincide es el ámbito temporal.

Los discursos de odio se han convertido en algo cotidiano. Ocurre en las redes sociales, pero no sólo. También hay declaraciones de personalidades de la política muy a menudo que rezuman ese mismo sentimiento.

Discursos que empujan a elegir entre el blanco y el negro, eliminando todas las opciones intermedias. El estar conmigo o contra mí, que lleva a pensar en situaciones que se enquistan, donde se van eliminando posibles soluciones hasta que se aboca al conflicto abierto.

Esto se hace contra rivales políticos, pero este cortometraje, con el hilo narrador de Víctor Cavia, profundiza en cómo se ataca a colectivos que deberían ser tratados como iguales, pero a menudo no lo son. Personas migrantes, colectivo LGTBI, la desigualdad que siguen sufriendo las mujeres y el movimiento feminista…

Subyace en estos discursos un poso de aporofobia sobre el que ya hay varios expertos alertando. Se habla de migrantes como la gente que viene a robarnos en múltiples sentidos: nuestro dinero, nuestros trabajos, las ayudas públicas que se conceden a las familias vulnerables…

Son habituales, y ya desde hace tiempo, los bulos que recorren las redes sociales y que también aparecen bastantes veces en medios de comunicación, y que tratan de vincular a estas personas con distintos tipos de delincuencia. A menudo se trata de señalarlos como una amenaza para nuestro modo de vida, cuando en realidad se trata de gente que abandona el lugar donde se ha criado para encontrar un sitio donde prosperar y desde el que poder ayudar a la familia que dejan atrás.

De hecho, esos discursos subrayan cada delito que comete una persona que es ‘de fuera’, pero rara vez señalan a un delincuente ‘de aquí’, como si esos delitos fueran menos graves y no dejasen consecuencias entre quienes los sufren.

Estas conductas que buscan criminalizar al diferente ya sucedían en décadas pasadas. Eran algo normal. Sin embargo, con el paso de los años en democracia se iba llegando a un cierto consenso sobre la necesidad de integración de esas personas que llegaban y que trataban de hacer lo mismo que el resto: conseguir un trabajo y poder formar una familia.

Sin embargo, lo que ‘Odio’ pone sobre la mesa es una involución en este aspecto. Hace ya 15 años que estalló la crisis financiera y, desde entonces, no hemos vuelto a observar los niveles de bonanza que había antes. Eso ha favorecido que los mensajes se vuelvan más agresivos e intentar que calen entre quienes viven situaciones difíciles. La ecuación consiste en decirle a esas personas que ellos no pueden llegar a la deseada estabilidad por culpa de todos los migrantes que se llevan las ‘paguitas’. Pero sin señalar nunca a bancos, fondos de inversión o grandes empresas que también juegan a llevarse ayudas y lo consiguen. Y que después presumen de récord de beneficios o de crecer comprando otros negocios. Diversificación suena mejor que paguita.

Con el colectivo LGTBI los discursos también vienen de lejos. Durante la dictadura se les encarcelaba. Ha pasado el suficiente tiempo como para ir reconociéndoles derechos, y también para ir mandando al cajón donde pone ‘en desuso’ expresiones de uso común que servían más para humillarlos que para hacer bromas.

Sin embargo, aquí también se asoma la involución. Por un lado, porque las agresiones no han parado, y se está convirtiendo en habitual encontrarse noticias con ese tipo de comportamientos. Y muchas veces proceden de jóvenes y hasta de menores. Por otro, porque cada vez que se plantea una nueva ley que busque ampliar sus derechos y su protección, automáticamente surge una reacción en contra, como queriendo demostrar que los hombres heterosexuales quedan desprotegidos y discriminados. Como si ellos sufriesen violencia de la misma manera que el colectivo LGTBI.

SOLEDAD NO DESEADA

(Fotos: Eugenio Martínez)

El tercer corto, el de ficción, se llama ‘Amor líquido’. En este caso, el énfasis se pone en las personas mayores, la manera de gestionar la soledad no deseada y también que esta sociedad se está acostumbrando a que todo esté en venta y a golpe de clic, incluido el amor, aunque a veces lo que se busque realmente es compañía.

La actriz Lena Vigo, que está por encima de los 80 años, desempeña con toda naturalidad un papel que tiene un poco de ella misma, porque no le gusta la soledad y la limita todo lo posible, como contaba en el coloquio posterior que tuvo lugar en La Casona. Las personas mayores también reclaman ser escuchadas, también forman parte de la sociedad y no quieren ser tratadas como cosas inservibles que ya no aportan nada.

Vigo quiere seguir teniendo una vida activa y no conformarse con ver pasar el tiempo. Ser mayor puede significar hacer algunas cosas menos, pero las ganas de vivir se pueden canalizar de muchas maneras.

Su relato, su manera de explicar lo que hace delante de la cámara y lo que hace en la vida real inspiran ternura. La sociedad que ahora va tan deprisa, a golpe de jornadas de trabajo que se estiran como un chicle, la necesidad de estar a la última de todas las series de renombre que aparecen en las diversas plataformas o las decenas de apps que tenemos instaladas en el teléfono y que requieren de nuestra atención, amenaza con dejar descolgadas a muchas personas, empezando por quienes sufren la brecha digital. Y ahora tenemos que sumar la inteligencia artificial.

Con todas estas distracciones, no es tan difícil desatender a seres queridos y/o a personas que viven mejor con nuestra ayuda o nuestra compañía, que a veces es la forma más fácil y eficaz de ayudar a alguien. Muchos seres humanos demuestran a diario la capacidad de empatizar que tienen. Pero el riesgo de que tengamos un retroceso importante en esto también está ahí, y es un riesgo para nuestra sociedad.

Un comportamiento más frío con los demás, centrado en lo que nos hace falta a nosotros mismos y poco más, relacionándonos permanentemente con pantallas y con menos roce físico con el resto significa que nos vayamos despegando y que nuestro núcleo se vaya empequeñeciendo. Una separación que abre grietas y nos hace más egoístas.

Con los tres cortos de Zubelzu y Calabrese la inspiración es hacia el lado contrario. Ayudan a ponerse en la piel de diferentes colectivos que merecen nuestra atención y el mismo respeto que los demás. Como se suele decir, están en nuestro mismo barco y el trabajo en común debe facilitar que la travesía sea lo más fácil posible.

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