El salmón, el mundo rural y su futuro
ANÓNIMO
Hace mucho que los salmones dejaron de remontar el río, no por falta de interés, en realidad es parte de su ciclo vital hacerlo. Nacieron en la cabecera del río y bajaron con el retorno siempre en mente, al igual que los jóvenes que se ven forzados a abandonar su pueblo en busca de un progreso que no suele ser el imaginado. Puede ser parte de la experiencia de la vida el salir del pueblo, conocer, bueno y malo, pero también volver para poder continuar con la vida en comunidad que la vida rural podría ofrecer. No necesariamente es un retorno directo, puede saltar generaciones, pero si algo me han dejado claro estos años, es que uno es pasiego o meracho si sus antepasados lo son, viva donde viva, ese urgullu sigue ahí.
Pero al igual que el río del salmón ya no es el que era: está repleto de obstáculos, contaminado y sobreexplotado. Para la vida de una persona de pueblo tampoco sobran oportunidades. En los montes cada vez destacan menos los pastos y más las pistas, las cabañas que gracias a lo bien integradas que estaban se reconocían por la braña que las rodeaba, dejan paso a casas de piedra, normalmente vacacionales. Y los comunales viven expuestos a proyectos megalómanos de una sociedad que no entiende sus límites. Tenemos una imagen mental del paisaje que no queremos abandonar, mientras estamos construyendo una realidad bien distinta.
El “greenwashing” ha hecho hueco al “ruralwashing”, sus “luchas contra la despoblación” y el río lo remonta la fibra óptica o las campañas de visualización SEO. Pero no preocuparse, gracias a la IA podremos construir una realidad virtual y desentendernos de los problemas reales.
Aquí arriba como habitantes no tenemos garantizado el abastecimiento de agua o el saneamiento de los residuos, pero podemos elegir compañía de internet, conectarnos a la fibra óptica o al 4G y darle duro a las RR.SS. o a las plataformas de entretenimiento.
Los pueblos han dejado atrás la vida de aldea y se están convirtiendo en urbanizaciones. Las relaciones de vecindad están muy deterioradas y ya no se produce lo que se consume. Porque no nos engañemos, la vida rural es dura, producir alimentos es sacrificado y está repleto de burocracia y se vive mejor de las rentas. Ojo, no somos los culpables, nos han vendido el progreso y hemos invertido de forma individual en él a módicos plazos. Sabíamos las condiciones: irían cerrando escuelas y consultorios médicos y se iría quedando poco a poco abandonado el territorio del que antes se vivía, pero, ¿quién lee la letra pequeña?. Ahora solo nos queda echar la culpa al lobo, pero es ya sabido que los territorios se desprotegen cuando dejamos de habitarlos, de cuidar del común.
Pero en este mundo polarizado que vivimos, no ayuda idealizar lo que fue, como no lo hace dejar el progreso al libre albedrío del capital. Tampoco servirá construir utopías postcolapsistas aisladas. Como dice Patricia Manrique en [Lo Común sentido como sentido común] “No se trata de recuperar una comunidad perdida o producir una perfecta sino de reconocer la comunidad”.
Manos a la obra pues, que estas fechas son de buenos propósitos y ni la dieta ni el gimnasio ayudarán. Pese a todas las malas noticias que existan (la buena cotidianidad no suele ser noticia), en los valles y montes que formó el río, hay recursos naturales que bien gestionados pueden garantizar bienestar, hay gente joven con ganas de trabajar el futuro y gente mayor con bondad, conocimientos y ganas de ayudar a construirlo.
Aquí van los buenos propósitos para el futuro rural, para que incluyas los tuyos y pensemos un futuro con alegría y a cumuña!:
1. La cohesión de la comunidad es imprescindible. Cuida las relaciones de vecindad, que los lazos comunitarios no se deterioren.
2. Protege los recursos naturales: agua, tierra, aire, biodiversidad… como si del mejor tesoro se tratase, porque, en realidad, es el mayor tesoro que tenemos.
3. Emplea el suelo rural con respeto, produce alimentos cooperando y en coexistencia con la biodiversidad y haciendo uso responsable de los recursos naturales
4. Reduce el derroche, compra productos locales y genera economía circular. El dinero que dejas en una gran superficie o un comercio online sale del pueblo para nunca volver.
5. No participes de la especulación. Hace falta facilitar el acceso a la tierra y a la vivienda a las personas que trabajan y mantienen el territorio.
6. El principal patrimonio colectivo de un territorio es su identidad y sus saberes, no te dejes seducir por modas o cantos de sirena monopolísticos y conserva la cultura popular.
7. Innova, no repitas continuamente fracasos pasados y busca soluciones que mejoren las condiciones de trabajo y generen mayor desarrollo local.
8. Organízate y lucha por los servicios públicos. Un pueblo sin escuela y sin consultorio médico ni tiene futuro y ni cuida de las personas dependientes.