La siembra

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“La agricultura no es ni debe ser un mundo aparte. Para ser viable y socialmente aceptable, debe formar parte de la vida económica y social. (…) La agricultura campesina no puede ser artificial, separada del suelo, no puede estar separada del territorio. (…) cada campesino tiene la responsabilidad de velar para que su territorio continúe viviendo social y económicamente de manera equilibrada y sostenible”.

(Fragmento del principio 8: Por un enfoque global de la agricultura: Los diez principios de la agricultura campesina. Pág 240. “El mundo no es una mercancía”

Libro de François Dufour y José Bové

No creo que el pequeño Agria 9.900 que teníamos en el pueblo cuando era niño habría llegado a tiempo a las movilizaciones de estos días. Agricultores, ganaderos, campesinos, que ven cómo les cuesta cada vez más encajar  su estilo de vida en un sistema que les mastica y vomita como si fueran comida basura. En el que se pasan más tiempo “haciendo papeles” que cuidando del ganado, ir a la cabaña o desorillar los caminos del pueblo (aunque es difícil desorillar cuando ya nadie camina ni los senderos, ni los atajos).

Recuerdo cuando el autobús del colegio nos dejaba en la parada de “El Torno”, a unos 4 kms de casa  y a mi hermano y a mí, mochila a cuestas, no nos quedaba otra que subir andando, (mi padre andaba liado en la cuadra) con la esperanza de que ese sonido, al principios irreconocible, fuera poco a poco tomando la forma del motor de un coche que parase ante nuestro dedo levantado en forma de autoestopistas improvisados. Que un coche pasara era recibido como si de una secuela de “Bienvenidos Mr Marshall” se tratara. La mayor parte de las veces no pasaba nadie y buscábamos la forma de llegar lo antes posible cogiendo “atajos”. Pero ya no quedan atajos, porque no queda nadie para andarlos y nadie que vuelva del colegio caminando (y sin caminar) para poder crecer entre ellos.

Los “Agria 9.900” se han convertido en enormes armazones de metal con el triple de tamaño y potencia, para intentar adaptarse a los “Tiempos Modernos”, como si de una versión rural de “Transformers”, interpretada por Charles Chaplin, se tratara. El cemento te lleva hasta la cabaña más recóndita pero allí no hay nadie o en breve no lo habrá. Los incendios cada vez duran más, porque no hay “atajos” ni cortafuegos naturales creados por las personas que habitan el mundo rural, por los bandos de cabras que recorran el monte, que pazcan las “árgumas” y la maleza. La huella del “ganadero a pie de monte” ya es cada vez más imperceptible y quien viene detrás no sabe interpretar si las huellas son de lobo, de perro asilvestrado o de “zorro” con forma de multinacional eólica, proyecto de macro-granja, o de hotel para un turismo de lujo en el que cada turista será atendido por un paisano o paisana vestido, eso sí, con el correspondiente traje regional. Mientras eso sucede, las multinacionales y grandes cadenas del sector hacen campañas publicitarias con una boina como logo para mostrar que apoyan el agro y que son de los “nuestros”.

Recuerdo que había veces en los que subíamos en el tractor que venía de la cooperativa, a no más de 1o kms por hora. Andando llegábamos antes, pero era divertido aprovechar y dejarte llevar por ese traqueteo. El tiempo tenía su propia medida, el mundo giraba de otra manera en el pueblo. Quienes ahora siguen luchando porque ese mundo que agoniza no muera, por salir adelante, por reivindicar lo suyo, luchando por no ser los últimos, llegan con sus enormes tractores a las ciudades, pitando, haciendo ruidos, cortando las calles, interrumpiendo el tráfico. No paran de escuchar cuanto se apoya al agro,  entre ayudas directas y  subvenciones de la PAC, (Política Agraria Común fijada en el marco de la Unión Europea), de una agricultura subvencionada que  no le da ni un  fin de semana de descanso y una burocracia que les arrebata las horas del día haciendo noches interminables entre  marañas de papeles que “no hay cristo que las entienda”. Es como si estuviera hecho  “a mala baba”, piensas  repasanado mentalmente si tienes todo en orden para cumplir los plazos y si esa vaca pare o no pare de una maldita vez. “Ni agradecido ni pagado”, mascullas; y aún así te niegas a darte por vencido, a darte por vencida. Porque no todos los que se van quieren irse, a veces, demasiadas veces, no queda más remedio.

Obligado a ser experto en política agraria, transiciones ecológicas, leyes de la cadena alimentaria o Agendas 20/30 cuando lo único que quieres es que te dejen vivir donde has nacido, donde ser libre no signifique ser un siervo del s.XXI. Con los sentidos alerta para no dejarte llevar por quienes debajo del buzo llevan puesto el traje de cacique  y que, arrimados (cara al) sol que más calienta, te reclaman con su Vox de sirena, arrancas el tractor a ver si  de una vez “recoges lo que siembras” y no te venden al mejor postor para llevarte al matadero.

“Algo fundamental ha cambiado en  historia. Los campesinos ya no serán nunca más versalleses, nunca más se opondrán a aquellos que quieren cambiar esta sociedad.” Bernard Lambert, Rajal del Gorp, Larzac, 25-26 de agosto de 1973

 

 

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