El MAS, un edificio “agraviado” a base de ampliaciones “agresivas” y “temerarias”

Un informe concluye que el Museo presenta una “falsa aceptabilidad” en cuanto a su estructura y advierte de que sus exigencias futuras serán mayores
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El Ayuntamiento de Santander aceptó que las obras de rehabilitación del Museo de Arte de Santander (MAS) se hicieran en principio por un 40% menos del precio estimado por la propia institución (la oferta que hizo la adjudicataria, la constructora COPSESA, ligada al exalcalde del PP de Ramales de la Victoria), pese a conocer el historial de problemas y patologías sufrido por el edificio a lo largo de sus cien años de historia.

Un informe encargado al ingeniero industrial Miguel Terán Garrido por el propio Ayuntamiento y en colaboración con el mismo estudio que ha desarrollado el estudio repasa la historia del edificio.

El documento, consultado por EL FARADIO, concluye que se trata de un inmueble “agraviado” a base de ampliaciones “agresivas” y “temerarias”, para concluir que, estructuralmente, se puede definir su estado como una “falsa aceptabilidad”.

FALSA ACEPTABILIDAD

Para el autor del informe, el edificio presenta un estado de «falsa aceptabilidad» de sus condiciones por su carácter de espacio cultural y público.

Es decir, no ven riesgo de colapso estructural, pero sí que necesita una «importante y cuantiosa intervención».

Porque, explica, el edificio «no está y nunca estuvo» diseñado, calculado ni ejecutado para soportar más carga que para la que fue proyectado, y eso, remarca, debe ser tenido en cuenta a la hora de afrontar cualquier tipo de intervención.

La estructura del MAS, aunque «aún se vale por sí misma», «no tiene mucha salud» y las acciones que necesita no son «cirugía menor».

Y además, las exigencias «que le esperan en el futuro son mayores que las que ha tenido».

Para el experto, todo este momento es una «oportunidad» de poner a su disposición una estructura que cumpla el propósito con el que fue concebido y de las que disponía antes de las «mutilaciones» que ha venido padeciendo.

Se trata, en suma, de proporcionar aquello que los años «le han ido arrebatando»  a este edificio «simbólico y centenario»,  «emblemático», al que «estructuralmente» se le ha «agraviado».

De hecho, otro informe distinto, del propio director del Museo, hacía hincapié en la «fragilidad estructural» del inmueble, que pasó a «suma fragilidad» tras el incendio de 2017.

CIEN AÑOS DE REFORMAS Y AMPLIACIONES

Bajo el título ‘Evaluación de daños producidos en la estructura del Museo de Arte de Santander (MAS) y adopción de medidas necesarias para garantizar su seguridad y estabilidad’, el documento repasa toda la historia de un edificio inaugurado en 1925 en su sede actual, aunque con el comienzo de obras en 1918, reorganizado en 1947 y en 1957, y objeto de una ampliación a finales de los 70, con nuevas reformas en 1990.

De fondo, el cambio de uso de lo que comenzó como Biblioteca y fue expandiendo su uso a Museo, hasta llegar a las grandes reformas para adecuarse al uso como espacio de arte, hasta los años 70, en tiempos de Hormaechea como alcalde, en la que se convierte el sótano en área expositiva y se amplían los espacios de la segunda planta, mientras que se adaptan patios interiores como almacenes y se destinan a salas espacios tabicados.

Así, se citan obras «poco justificables»  como esas ampliaciones de corredores en la segunda planta de los 70 para ganar espacio expositivo, a través de un plan «dañino, agresivo e incluso temerario», mediante el cual se procedió a «mutilar» las losas originales, con ausencia de recubrimientos y otras patologías. El diseño «erróneo» dio paso a una ejecución y resultado que fueron «un desastre».

A lo largo de las sucesivas intervenciones, se han producido cambios en el suelo o en muros, o desmontes de suelos respecto a la Biblioteca Menéndez Pelayo (al lado pero a otro nivel, no hay que olvidar que ambos edificios se distribuyen a lo largo de una cuesta).

De los forjados se dice que su transformación rozó lo «esperpéntico» y se ejecutó con «mal gusto», sin la unidad que caracteriza al hormigón armado, y que requieren en general «una solución global».

Y en 2017 llegó el fuego: entre las consecuencias del incendio sobre el edificio, se reseñan fisuras, dilataciones y tensiones en acero o vigas, o desprendimientos por las altas temperaturas, pero se considera que no fueron daños graves, a nivel de estructura.

No obstante, según se relata, los problemas del edificio se detectaron ya al inicio del primer conato de obras, antes del incendio, en 2017, cuando se encuentran patologías que «condicionan» la ejecución del proyecto original. Para entonces, ya se avanzaba la necesidad de contar con más información sobre el estado de la estructura.

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