Tanit Plana enciende La Caverna de la Luz en marzo

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Puber, 2020 es el nombre de la fotografía que durante todo el mes de marzo ocupará el escaparate de la Caverna de la Luz. La inauguración será este jueves a las 20:00horas.

Fotógrafa licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universitat Pompeu Fabra, Tanit Plana ha recibido por  sus procesos de investigación y producción artística, la beca Art for Change 2012 de la Fundación «la Caixa», la Leonardo de la Fundación BBVA el 2016, la BCN Crea 2020 y la Propuestas Vegap 2021, entre otras.

Una retrospectiva de su obra, con especial énfasis en arrojar luz sobre las infraestructuras de internet a través del proyecto «Escala y fragmento», se ha podido ver en la Sala Canal de Isabel II de Madrid (2019). La propuesta «Part» (‘parto’) de movimiento contemporáneo, en torno a las violencias sobre los cuerpos gestantes, se mostró en L’Auditori de Barcelona (2021), y «Puber», una exploración de la adolescencia y sus prácticas socioculturales a través del retrato, en La Virreina Centre de la Imatge de Barcelona (2021).

Su obra forma parte del fondo del Museu del Paisatge de Catalunya d’Olot, de la Col·lecció del Pla Nacional de Fotografia, de la Col·lecció Arxiu i Memòria del Ayuntamiento de Girona, del CA2M en la Comunidad de Madrid, del MACBA y del Fons National d’Art Contemporain del Ministerio de Cultura de Francia.

Su relación con la pedagogía de la imagen y también los procesos de mediación que triangulan cuerpo, política e imagen han sido una constante en su trayectoria. Ha trabajado en el Laboratori de les Arts de la Obra Social «la Caixa», en el Centre d’Arts Santa Mònica y en el MAC de Mataró, entre otros centros, como creadora de actividades relacionadas con la fotografía para niños y adolescentes. Es colaboradora habitual de A Bao A Qu, ha sido profesora de fotografía en la Universitat Pompeu Fabra y es tutora de los trabajos de fin de grado de fotografía en IDEP.

SOBRE PUBER.Extractado del texto El latido de las imágenes, escrito para la exposición en La Virreina Centro de la Imagen, Barcelona, 2020.

PUBER supone una revisión crítica de aquellos roles y estados identitarios que nos construyen y destruyen a partes iguales; en este caso, aquellos puestos en juego durante esa transición fundamental que rodea la pubertad y la adolescencia.

Los emplazamientos de su toma, son tan eventuales como significativos. Demasiado indefinidos para aludir a una localización topográfica concreta, no es una casualidad que Tanit Plana se refiera a ellos como «fondos».

A salvo del control o de una gestión demasiado severa, estos lugares pueden resultar extrañamente atractivos cuando lo que se desea es huir, recogerse, reconfortarse en las confidencias compartidas, descubrirse dentro de otro ser, perderse o rabiar contra aquello que nos antecede, contra aquello que se nos ha dejado en herencia.

A un paso de pisar el mismo suelo que sostiene a los protagonistas —la medida de las reproducciones así lo explicita—, cada espectador participará a su modo y con su propio bagaje en aquello que pone en movimiento esta singular triangulación entre la autora, los retratados y esos fondos en los que se escenifica su lugar de aparición. Por lo demás, en estos espacios donde todo adolece de cierto trastorno y la presencia de residuos constituye la puntuación habitual, las tomas han tenido lugar de mutuo acuerdo y sin más indicaciones que mirar de frente y no sonreír. Sobre sus vidas no sabremos nada excepto algo sumamente significativo: la forma con la que han elegido aparecer en este entorno que tienen echado sobre sus espaldas.

Nada es banal y cada detalle cuenta: el color de su plumaje, sus tácticas de aproximación y seducción, sus titubeos. En la expresión de sus cuerpos todo irradia el potencial de su momento vital. Pese al viejo imperativo fotográfico de no moverse, cada cual ha respirado a través de un compendio infinito de microgestos: caderas minuciosamente inclinadas, piernas que parecen enraizar, pies que apenas rozan el suelo, manos buscado asidero momentáneo… Gestos propios y gestos asombrosamente antiguos, de otras anterioridades: heredados, imitados, impostados con naturalidad o cierta rigidez, gestos por los que se han dejado poseer o en los que han sentido que podían confiar.

Lo que se ilumina en estos retratos muestra con claridad hasta qué punto estamos a merced de imágenes nunca antes percibidas; aquellas que nos han sido traspasadas, y no únicamente a través de una pantalla. «Somos los brotes de una anterioridad invisible» 1, nos recuerda Pascal Quignard en Dernier royaume. Lengua, sociedad, historia y cultura conforman una placenta-mundo que nos antecede, nos da forma, nos lega instintos, fuerzas de comprensión; imágenes por trasfusión. «Hemos vivido antes de nacer. Hemos soñado antes de ver. Hemos oído antes de estar sujetos al aire» 2. Transmitidas por contacto materno, hay imágenes que se remontan más allá de aquello que hayamos podido constatar con nuestros propios ojos: las llevamos incorporadas, fluyen al ritmo de nuestras pulsaciones y también actúan, impremeditadamente, en nuestro nombre.

Marta Dahó

 

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