Acusados de la violación grupal durante las fiestas de Santander cambian su versión respecto a sus declaraciones iniciales
La preocupación por la violencia de género en sus múltiples manifestaciones no da tregua: en los pasillos de Salesas, el último caso de violencia vicaria (la que se ejerce sobre la mujer a través de los hijos), un hombre que mató a sus dos hijas en Almería , se colaba en las conversaciones de las activistas feministas que acudían a mostrar su apoyo a la víctima de una violación múltiple en las fiestas de Santander de 2022.
El juicio arrancaba este martes en la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Cantabria, y los cuatro acusados se enfrentan a penas que superan los cien años de prisión por delitos de agresión sexual, con el Ministerio Fiscal, la parte pública en todo proceso legal, formulando acusación.
En sus declaraciones, al menos dos de ellos se han desdicho de sus primeras declaraciones ante la Policía y un tercero ha incurrido en contradicciones sobre el estado de la víctima, asegurando que o bien no habían estado con ella, o que no se encontraba bajo los efectos del alcohol, mientras que su compañera de piso ha repasado las conversaciones que tuvo con ella durante la noche, incluyendo el impedirle bajarse en el bus de regreso a casa para acabar en otro piso en Astillero, y como la vio después.
Mentir en un juicio es un derecho de todo acusado, mientras que un testigo tiene la obligación legal de decir la verdad.
La vista ha arrancado con las declaraciones de los acusados e incluye en esta primera sesión el testimonio de la víctima, a puerta cerrada, y de otros dos testigos. La segunda sesión, mañana, incluirá informes y expertos.
Al juicio han acudido representantes de colectivos como la Comisión 8 de Marzo, que además ha convocado una concentración a las 19.00 horas en la Plaza del Ayuntamiento de Santander, y se han mostrado muy críticas con la opacidad con el caso, que no ha trascendido hasta dos años después.
La víctima coincidió con los acusados en El niño perdido, y después acabó en el piso de uno de ellos, en Santander, donde lo que empezó como un contacto entre dos y consentido acabó con la entrada en la habitación del resto de los procesados, que luego la trasladaron a otro piso en Astillero.
ACUSADOS CAMBIAN SUS VERSIONES
El primero de ellos en declarar ha admitido haber estado en una discoteca antes y luego en el after El Niño Perdido, y haber conocido esa noche a la víctima, con quien estuvo bailando y de la que niega que hubiera bebido. Después fueron a la casa cercana de uno de ellos, que les había invitado a comer.
El procesado asegura que empezaron en un sofá y pasaron luego a una habitación. A ella entró otro de los acusados, al que, asegura, ella empezó a besar y propuso hacer un trío. Tras esto, entró otro y se sumó, mientras que el acusado se apartó porque eso le hacía sentirse «bastante mal», según el relato, que contradice al que hizo en una primera versión antes de este juicio y que ha negado ahora preguntado expresamente por ella, afirmando que fue así porque se encontraba mal, en prisión y pensaba que así acabaría todo. En un primer momento se quedó en la habitación y luego otro de los amigos, el de la casa, le sacó de allí, conminándole a que la acompañara después ya que él la había traído.
Después fueron a Astillero, a otro piso, y asegura que habían quedado más adelante en el día a la playa. Al día siguiente sería cuando acudió la Policía
El segundo acusado, por su parte, sólo ha respondido a las preguntas de su abogada. Salió de fiesta sólo, tras haber discutido con su mujer, y no conocía a los demás acusados, más allá de a uno de vista. Al cerrar el after, este le invitó a acudir a otro piso, de fiesta, donde presenció el momento inicial del sofá y luego de la habitación, «todo pasó muy rápido», asegurando que fue ella, a la que no vio que tuviera efectos del alcohol, la que tomó la iniciativa con él. La versión de este procesado no coincide con la que aportó inicialmente, algo que atribuye a que no quería que su mujer se enterara.
El tercero, el del piso, que también ha optado por responder sólo a su abogado, ha relatado que se encontró la relación en la habitación y que no le gustó, incluso les echó de la vivienda. Ha afirmado que la víctima no mostraba efectos del alcohol.
En cuanto al cuarto, ha narrado que tuvo relaciones con la víctima, pero solos y consentidas, después de los demás (en el momento se quedó fuera al no haber sitio para él en la cama). Inicialmente había relatado que vio a la mujer con signos de haber bebido, ahora también, aunque matizando que sin que se encontrara mal. Entonces también dijo que la había visto mareada y con las bragas en la mano, algo que ha ratificado. También ha negado que otro de los acusados le ‘invitara’ (sic) a participar y penetrarla analmente. Su primera declaración también habló de que ella estaba mareada en la vivienda a la que fueron después, la de Astillero.
NO LA DEJARON BAJAR DEL BUS
En el juicio ha declarado como testigo su amiga y compañera de piso, que salió a buscarla después de los hechos al no recibir mensajes de ella. No la encontró y luego recibió un mensaje en el que la víctima le contó la agresión y que volvía a casa en autobús. Pero después le llegó otro de que estaba en Astillero, que no le habían dejado bajar del autobús, y que estaba en un piso del que iba a «intentar salir». Por teléfono, uno de ellos le dijo a la amiga que estaban en Maliaño, donde vivía, y no en Astillero –donde realmente estaban-, y que la víctima no sabia especificar bien donde se encontraba porque «estaba borracha» y luego no le pasaron con ella porque «estaba dormida».
Su amiga se desplazó a Astillero. Cuando la víctima «consiguió salir» del segundo piso, le contactó y se vieron, con un estado de embriaguez «muy evidente», y todavía los acusados siguiendo a la víctima, que «no era consciente» y señalaba a uno de ellos como el que la había «salvado», si bien este aseguraba que «no había pasado nada», que «lo habían pasado bien» y restando valor al relato de la víctima por haber bebido. La amiga, ante la negativa de los acusados a darles sus datos, les fotografió. La amiga le acompañó al hospital.
El primer impulso de la víctima al verla fue echarse a llorar. Y si bien estaba rara y al principio no le contaba nada de lo sucedido, después fue tomando conciencia de lo sucedido y recordando detalles.
También ha testificado una amiga, compañera de trabajo, con la que había coincidido durante la noche en un primer after, El Búho Negro, para acompañarle al otro, El niño perdido. Y ha señalado que la vio beber y que se notaba que había bebido (frente al testimonio casi en bloque de los acusados que habían sostenido que no había bebido ni estaba bajo los efectos). Asimismo, ha incidido en que allí estaba uno de los acusados, que mostró interés en la víctima.
Al cerrar, salieron a la calle, y vio a la víctima marcharse sola, sin ninguno de los chicos. Al día siguiente –y después de haber intentado hablar con ella en varias ocasiones-, pudo contactar y le trasladó que había sido violada por un grupo, confirmando también que no la dejaron bajar del autobús en Maliaño, acabando en Astillero.
LAS PENAS
Las penas solicitadas por la Fiscalía ascienden a 30 años de prisión para cada uno de los tres acusados que violaron a la chica en presencia del resto y cooperaron a que todos hicieran lo mismo; y 15 años y seis meses de cárcel para el acusado que cooperó para que los anteriores consumaran las agresiones y que intentó mantener relaciones sexuales con ella horas después en su domicilio.
Estas penas de prisión llevan aparejadas penas de alejamiento y prohibición de comunicar con la joven, inhabilitación para desempeño que conlleve contacto con menores y libertad vigilada.
La acusación particular, por su parte, eleva la petición de prisión para cada uno de los tres primeros a 50 años de prisión, y para el cuarto acusado, a 48 años y seis meses de cárcel.
En concepto de responsabilidad civil, tanto la fiscalía como la acusación particular solicitan que los cuatro acusados indemnicen de manera conjunta y solidaria a la joven en 100.000 euros por el daño moral sufrido.