Lo indecible

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El 5 de Abril de 2024, la misma mañana en la que Alemania votó NO en la resolución de la ONU para el cese del envío de armas a Israel, un grupo de asociaciones de abogados de Berlín presentaron una acción legal de urgencia interpuesta contra el estado alemán por su complicidad con el genocidio en Gaza al haber seguido mandando armas a Israel tras las medidas preventivas ordenadas por el Tribunal Internacional de Justicia de la Haya.

Hablaron. Utilizaron palabras para decir lo indecible.

Porque, ¿cómo es posible escribir nada en medio de este genocidio, cuando los poderes de siempre se empeñan en volver a dibujar con sangre los contornos de Palestina, cuando las inconcebibles imágenes de niños, mujeres y hombres hambrientos, heridos y muertos se han convertido en nuestro desayuno de todos los días? ¿Cómo registramos estas indignidades, esta deshumanización, este sadismo desatado sobre el pueblo palestino? ¿Por dónde empezar a hacer la crónica de estos seis meses de genocidio agravado, además, por las infinitas crueldades invisibilizadas a lo largo de un siglo de colonialismo sionista? ¿Cuál es nuestra tarea, como activistas y como seres humanos, al vernos convertidos en testigos y, por lo tanto, en cómplices involuntarios de los estragos cometidos contra este pueblo, un pueblo pacífico y antiguo y de una geografía preservada durante generaciones como cuna de la civilización? Y también, ¿qué supone esta larga resistencia palestina para otros países, ejemplos de borrado, solidaridad transnacional y liberación?

Ningún lenguaje, ninguna cartografía, ningún registro es capaz de rastrear, transmitir, cartografiar y archivar puntualmente la realidad vivida en el curso de esta devastación. Ninguna intervención escrita, por muy seria que sea su redacción, puede captar, contener o derogar los múltiples niveles de esta clase de violencia, las desvergonzadas orgías del asesinato en masa, la cruel barbarie y el infinito número de flagrantes falsedades que saturan los medios estos días. Y en estas, estamos: no podemos dejar de preguntarnos cómo pudimos terminar en este infierno o si es lícito que nos empeñemos buscar algún tipo de respuestas a este genocidio, el crimen de los crímenes.

Pero mientras lidiamos con la realidad buscandoalgún tipo de respuesta para esta monstruosidad programada y para todas las indignidades alojadas en los imaginarios del colonialismo y del capitalismo racial, tenemos por fuerza que aceptar los límites de las palabrasporque resulta imposible dar cabida en el lenguaje, cualquier lenguaje, a esta clase de horrores, a esta violencia genocida, a estas monstruosidades que exceden con mucho a la imaginación y escapan a la posibilidad de cualquier análisis.

Y sin embargo…

A pesar de esta impotencia y de la aparente inutilidad de nuestros esfuerzos, debemos seguir escribiendo, hablando y organizándonos contra este inhumano salvajismo. Debemos seguir hablando porque, como escribe Nicki Kattoura (2024):
“¿Cómo, de qué otra manera sino con sus palabras, consiguieron los sionistas convencer al mundo de que los palestinos eran unos seres infrahumanos? o ¿de qué otra manera hubiera sido posible que el movimiento por Palestina creciera más allá de cualquier medida sino llega a ser por las palabras y las acciones de los palestinos y sus camaradas?

Y esta es nuestra única esperanza: que nuestras palabras lleguen a convertirse en una cometa, en un signo de vida en un cielo ardiendo por encima de esos letales, indiscriminados bombardeos realizados a sangre fría. O quizá, también pensemos, que esta clase de palabras podrían servir de mínimo acicate en el esfuerzo de navegar, confrontar y superar los límites y restricciones de los relatos ahistóricos, del árido lenguaje legal, el frio academicismo estadístico, las complicidades transnacionales, las geografías de borrado corporal y espacial de las que todas y todos estamos siendo testigos mientras son transmitidas en vivo por sus víctimas, en la Franja de Gaza y en toda Palestina desde hace 75 años.

¡Por la esperanza!

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