«El voto de los fondos de inversión vale más que el de nuestros ayuntamientos»
César Rendueles tiende a equilibrar el discurso para no caer en la “idealización” de los comunes, instituciones de propiedad colectiva gestionadas por la colectividad y basadas en la participación.
Al estudio de esta fórmula y todo lo que supone ha dedicado este filósofo y sociógo su último ensayo, ‘Comuntopía. Comunes, postcapitalismo y transición ecosocial’, editado por Akal y que presenta este viernes a las 19.30 horas , acompañado de la filósofa Patricia Manrique, que ha explorado esta figura en trabajos com0 ‘Lo común sentido como sentido común’.
En torno a ello hablaba en una charla -breve para lo que podría dar de sí una conversación con uno de los intelectuales más reconocidos del Estado- con EL FARADIO.
En ella, Rendueles apuntaba las posibilidades que abren modelos basados en los comunes ante dilemas actuales como la crisis ecológica o la crisis de vivienda, a través de figuras que ya existen como las cooperativas.
Y si bien advierte de que hay “cierta idealización”, pues no deja de ser una fórmula para llevar a la gente a adoptar acuerdos pese a la “desconfianza mutua”, también destaca que es “un modelo exitoso de gestión”, con experiencias reales como el agua en la huerta valenciana o los bosques en Soria, las cooperativas laborales vascas o la historia de los concejos cántabros.
Rendueles apunta que el modelo de los comunes no está teniendo el mismo apoyo público que ha tenido históricamente el modelo asumido de propiedad privada, paradójicamente asentado sobre el esfuerzo institucional.
Sobre todo permite “abrir a otras formas de propiedad distintas”, en un momento en el que huye también de la “evaluación negativa de nuestro presente”: “incluso las sociedades capitalistas son compatibles con distintos niveles de cooperación” y el asociacionismo es “más una montaña rusa que un declive permanente”.
De modo que insta a “no rendirnos” porque “”construir es mucho más lento que destruir”, y reconstruir algo lleva toda una generación, frente a una “lógica actual muy inmediata, acorde con la destrucción”.
En este momento, describe Rendueles, estamos “padeciendo unas élites particularmente extractivistas y nihilistas”, “muy desarraigadas” y embarcadas en procesos “muy destructivos”.
Así, recuerda que “antes los bancos se ponían el nombre de los lugares donde estaban arraigados” (el ejemplo de Santander es el más gráfico), y ahora “su patria es el Hotel Hilton más cercano”
Estamos, añade ante “un síntoma de nuestra pérdida de soberanía”, ya que “el capital internacional vota y su voto vale más que el de nuestro Parlamento”: “el voto de los fondos de inversión vale más que el de nuestros ayuntamientos y configura nuestras ciudades de forma que nos priva de margen de intervención y soberanía”.
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