Miradas con voz
¿Una imagen vale más que mil palabras? Como todas las frases hechas, que se pretenden cargadas de significación y expresividad y a las que, por tanto, se les profesa una fe, muy parecida a la del carbonero, también a esta, entre otras muchas, hay que poner en cuestión, por cuanto es fácilmente desmontable: hay palabras, que se dejan mirar y en ellas se ve lo que dicen, sin precisar de imagen, así como hay imágenes, que apenas dicen algo, si lo dicen, por más que se las mire. En el libro de Mª José, en sus palabras se ve lo que dicen, y en sus imágenes se dice lo que se ve, tal es la simbiosis ente palabra e imagen.
Cuando, recién publicado, tuve el privilegio de que Mª José me diera a leer el libro, y tras haberlo leído y mirado le escribí: “es una joya con engastes de palabras preciosas e imágenes impactantes por su dura belleza”. Lo he vuelto a leer y mirar más de una vez y me he mantenido en aquella primera impresión, que afectó al sentido y a la sensibilidad. Hay en él palabra poética e imágenes tomadas del natural, y tengo para mí que un poema debe leerse como se mira un cuadro, o una fotografía elevada a la condición de obra de arte, así como un cuadro debe mirarse como se lee un poema y, si son varios los cuadros, acompañado cada uno de palabras poéticas, entonces estamos asistiendo a una exposición pictórico-poética, colgada en las páginas de un libro, como el que estoy comentando aquí
Esta es la vivencia ante “Formas del olvido”, que es el título de este libro, en el que se suceden 43 fotografías, de las que Mª José es su autora, reforzadas poéticamente por, tan breves, como delicadas palabras, que la autora ha seleccionado de la obra de Azorín “Pueblo”. Formas del olvido que lo son, a la vez, contra el olvido de lo que estuvo vivo y albergó vidas vegetales, animales y humanas, que en su seno nacieron, vivieron y murieron. Y contra el olvido de un tiempo, en el que el ser humano humanizaba con sus manos la naturaleza, y la naturaleza naturalizaba al ser humano, recordándole su origen. “Deus sive natura”, Dios o la naturaleza fue la sentencia con la que el filósofo Spinoza expresó una concepción panteísta de la realidad. “Homo sive natura”, hombre o naturaleza, podría ser la expresión que significara, según mi lectura y mi mirada, la concepción panhumanista, que se contiene en este libro. En fin, contra el olvido de la belleza y, por tanto, de la verdad, de lo que un día tuvo el esplendor de lo tan grandioso, como, a la vez, sencillo. Las fotografías de Mª José son formas contra el olvido, y permanecen ahí, como huellas existenciales, no tanto para juzgar y condenar el abandono, como para dejar constancia de que también son bellas las ruinas de la belleza.
A la de por sí bella y noble decadencia de lo fotografiado, añaden belleza y nobleza las `palabras, que Mª José ha seleccionado en la obra “Pueblo”, de Azorín, que insufla espíritu poético a una materia, ya casi sólo espíritu. Los textos de Azorín, que Mª José ha preferido, sin pretender ser haikus están impregnados de esa espiritualidad, que prescinde del yo, recogido en esa realidad superior, que es la casa familiar y la naturaleza, que es la casa de todos.
El poeta Ángel González, en el preámbulo de una antología de su obra, preparada por él mismo, distingue en la poesía, extensible a toda manifestación artística, entre situación e intención. La situación le es dada al artista, se encuentra con ella o él está en ella. La intención la pone el artista en su obra. Parafraseando al filósofo Kant, podría decirse que situación sin intención es ciega e intención sin situación, está vacía. Mª José, ha encontrado las situaciones en las palabras de Azorín y en su propia mirada. Y, ¿cuál es la intención de su obra? La tendría que decir ella, pero tengo para mí que la dice, cuando escribe “echar a andar palabra e imagen para que vuelva a latir la existencia olvidada”.