Sobre la casa de José María de Pereda
Venimos recibiendo por diversos medios de comunicación, información sobre la venta de la casa natal de José Mª de Pereda, nuestro escritor más significativo, el más importante que ha dado nuestra región y que se codeó con las grandes plumas nacionales del S.XIX.: Galdós, Varela, Clarín, Pardo Bazán, Palacio Valdés… Gloria de las letras que inscribió el nombre de Polanco en la literatura universal. El que nos transmitió a través de sus obras, formas de vida, modos de sentir, costumbres y tradiciones de nuestros antepasados recientes, de hombres y mujeres que nos han testado esencia de lo que somos. Mucho le debemos culturalmente a Pereda.
No podemos permanecer impasibles ante la pérdida de su casa natal, que de algún modo representa un cordón umbilical entre su egregia figura y nosotros los polanquinos.
Tengamos en cuenta que se trata de una casa solariega del S.XVIII, de estilo montañés por sus balconadas y amplio soportal. Fue construida por los bisabuelos del novelista en 1766, don Antonio Haro, notario del Santo Oficio y doña Francisca de Menocal que tuvieron una hija, doña Vicenta Haro que casó con don Pedro Pereda y de cuyo matrimonio nació el padre del escritor, don Francisco Pereda y Fernández de Haro que enlazó con doña Bárbara Sánchez Porrúa, en cuyo matrimonio tuvieron veintidós hijos, siendo el más pequeño José Mª de Pereda. La casa posee dos escudos blasonados en la fachada, uno corresponde a las armas de Menocal y otro a la Inquisición en el hastial de la casa. Tras la vivienda se encuentra una extensa finca ajardinada de unos cinco mil metros cuadrados de superficie, circundada por un muro, en buena parte vegetal. La vivienda fue remodelada por don Vicente Pereda de la Revilla, hijo del escritor, en 1913.
Es una casa literaria, no sólo por haber sido cuna del escritor, sino por haber sido descrita en varias de sus novelas: El sabor de la tierruca, D.Gonzalo González de la Gonzalera y en Pedro Sánchez.
“(…) tiene anchos y firmes balcones de madera, y está circundada por un alto muro que guarda una extensa y bien provista huerta, por detrás, y forma por delante una vasta corralada… “ -Cap I de D. Gonzalo González de la Gonzalera-.
O como la describe en Pedro Sánchez, cap. I
“(…) Componíanle – su pueblo- cuatro barriadas de mala muerte, bastantes separadas entre sí, y la mejor de sus casas era la de mi padre, con ser muy vieja y destartalada. Pero al cabo tenía dos balcones, ancho soportal, huerta al costado, pozo y lavadero en la corralada, y hasta un poco de escudo blasonado en la fachada principal.”
Gobierno municipal y regional, que hasta el momento eluden manifestarse, deben implicarse para que la casa y finca sean patrimonio de los cántabros, de los polanquinos. No hacerlo, mirar para otra parte, sería sonrojante y un pesar para el futuro. Todavía hoy se sigue lamentando no haber adquirido y dejar destruir la casa de Galdós, “San Quintin”, en Santander. Y más recientemente perdimos en Polanco una casa emblemática en la que residió y falleció Jesús Cancio.
No, no podemos mirar hacia otra parte ante una situación tan crucial. Conservar la casa de Pereda como tributo a su memoria, como museo emocional de la cultura, como recinto evocador de una época, es deber ineludible, de cántabros y polanquinos. Las administraciones, tanto regional como local, sin titubeo alguno, deben velar para que así sea.