Qué escándalo, aquí se juega
El Ayuntamiento de Santander ha concedido una nueva licencia para un local de apuestas. Se ubicará en la calle Hermanos Calderón, Sector 4 de Peñacastillo, en las proximidades de varios centros educativos públicos: IES Peñacastillo, IES Augusto González Linares, Centro de FP nº1, CEIP Elena Quiroga, CEIP Nueva Montaña, CEIP Estella. Cientos de niños pasan por ahí a diario y es fácil aparcar. En su toma de decisiones, las empresas escogen localización cerca de su público objetivo, por motivos estrictamente comerciales y de negocio; son las administraciones las que deben velar por que sea compatible con nuestro bienestar.
El juego es la adicción que más ha prosperado, especialmente entre la población más joven y vulnerable. Se ha llegado a hablar de pandemia de las ludopatías. Factor indiscutible de incremento de las enfermedades mentales, como todas las adicciones, activa en el cerebro una recompensa rápida, pero desencadena una serie de procesos materiales (el circulo vicioso da la deuda económica) y emocionales (crisis de confianza, debilitamiento de las relaciones familiares y personales, arrepentimiento, culpa o vergüenza). En combinación con otras adicciones (consumos de alcohol o drogas) y si la ayuda no llega a tiempo, está descrito que el desenlace puede ser fatal.
El debate local sobre las licencias es prepandemia de Covid. Estalló en Cazoña con los mismos ingredientes. Como es costumbre (gasolineras, pisos turísticos) el Ayuntamiento tira por elevación, traslada la responsabilidad a otras administraciones (autonómica o estatal) y elude su competencia de regular las actividades a través del Plan General de Ordenación Urbana, a través de límites o distancias a las actividades económicas. Dispone de abundante legislación nacional que permite a las entidades locales invocar razones de especial interés general, entre las que destaca la protección del derecho fundamental a la salud de los ciudadanos. En todos los casos han sido desestimadas decenas de alegaciones muy bien razonadas.
Peñacastillo es el barrio que más ha crecido en lo que llevamos de siglo XXI: ha duplicado su población hasta superar los 20.000 habitantes. Si fuera un municipio, sería el sexto de Cantabria. Es, junto a Nueva Montaña, el lugar de mayor expansión de la capital, el corazón del gran distrito 8. Presenta el mayor índice de juventud y el menor índice de envejecimiento, en sentido inversamente proporcional al resto de la ciudad consolidada.
La periferia cada vez más agotada es la única reserva de la ciudad para que las familias jóvenes, la mayoría con hijos, puedan hacer su proyecto de vida. Sin embargo, el barrio carece de servicios y dotaciones suficientes que garanticen la calidad de vida. Los vecinos han abonado en el precio de sus viviendas los costes de urbanización pero no han sido correspondidos por el Ayuntamiento con espacios verdes, parques, zonas infantiles cubiertas y lugares de encuentro.El transporte público es muy mejorable y no hay suficientes instalaciones deportivas para la creciente demanda. Los proyectos de centro cívico o residencia de ancianos siguen siendo eso, proyectos mil veces anunciados. Por el contrario, hace años que tienen a la vuelta de la esquina toda la gama de supermercados y centros comerciales (consumo), atracción de coches (contaminación), restaurantes de comida rápida (grasas), cadenas cuquis de panadería y bollería (azúcar), bares (alcohol), estancos (tabaco), gasolineras lowcost (contaminación) y casas de apuestas (ludopatías). Lo que no mata, engorda.
Expone Jorge Dioni, brillantemente a mi parecer, en ‘La ciudad de las piscinas’ y ‘El malestar de las ciudades’, que no es que las ciudades actuales no funcionen; es más bien el modelo de ciudad capitalista, postindustrial, neoliberal y extractivista funcionando a la perfección. Nada de esto es exclusivo de Santander; ocurrió antes en Vallecas o en Santa Coloma de Gramanet. Y como fenómeno global vendrá ensayado de las periferias de Nueva York, Londres, París, Berlín o Roma.
A pesar del rentismo aspiracional, esto también es cuestión de clases. Afecta a las familias que tenemos menores o adultos muy jóvenes a cargo, escolarizados en centros públicos. Son también los barrios de rentas más humildes, donde las necesidades básicas no están siempre ni suficientemente cubiertas. Donde más pesa la incertidumbre, el desasosiego y la ansiedad.
Habitamos sociedades cada vez más duales y Santander lleva esa dualidad en su propio escudo: La Santander que vive de las rentas del trabajo o la Santander que vive de las rentas del capital. La Santander con ingresos altos o con ingresos bajos. La Santander vieja o la Santander joven. La Santander con estudios o sin estudios. La Santander que participa en las elecciones o la Santander que se abstiene. La Santander donde arrasa la derecha o donde a duras penas resiste la izquierda. ¿De qué Santander estamos hablando? Ubicar en el plano las casas de apuestas y superponer todas las capas anteriores resulta clarificador. Como en Casablanca: “¡Es un escándalo! He descubierto que aquí se juega” Como en El Alisal, La Albericia, Cazoña, Cuatro Caminos, el Cabildo y otras zonas degradadas del centro… el nuevo bet-lo-que-sea estará en la ruta a la escuela de los más vulnerables.