La “solución final” en Gaza “va a marcar un antes y un después desde el punto de vista de la civilización”
Habla Teresa Aranguren con la autoridad y legitimidad de quien ha pisado el barro del terreno y ha seguido pendiente después: la que fuera la única periodista en cubrir la guerra de Irán-Irak, que ha trabajado además contando la invasión de Israel sobre el Líbano o las sucesivas guerras del Golfo y durante 15 años enviada especial en Oriente Medio para medios como Mundo Obrero, Interviú, Telemadrid o El Independiente, conversaba este lunes en el programa de radio/streaming con EL FARADIO al hilo de la llegada a Santander de la Flotilla de la Libertad con el barco Handala.
Con la mirada histórica, describe un conflicto que “ha ido siempre a peor porque no se han tomado decisiones que permitan vislumbrar una salida no sangrienta” y que, recuerda, empezó a finales del siglo XIX y “no tiene raíces bíblicas”, sino que entronca con el colonialismo británico y su conjunción de intereses con el movimiento sionista europeo, que dieron en acabar imponiendo “una especie de enclave occidental en Oriente Medio”.
Los lemas sionistas de entonces decían que había un pueblo sin tierra, Israel, y una tierra sin pueblo, la que querían ocupar, por lo que el plan partía de la premisa de “negar la existencia del pueblo palestino”, concibiendo su tierra com un “espacio vacío” pese a que en realidad en Palestina “siempre hubo un pueblo”.
Pero se ha llegado a un momento en que el “gran bulo” del pueblo sin tierra y la tierra sin pueblo “se ha convertido en una empresa”.
De modo que, explica con la firmeza de quien sabe que las palabras son importantes se ha pasado de la “necesidad” de “negar” la existencia de Palestina a la “necesidad” de “acabar” con Palestina.
Ese es el momento en el que estamos ahora, en una “operación de exterminio” para “poner fin de una vez por todas” al pueblo, la “solución final” que supondrá “un golpe tan atroz a la población” que no le quedaran fuerzas para levantarse.
Por tanto, esta “barbarie” que supone la “ruptura de todas las normas que se aprobaron para limar la barbarie” (se refiere al derecho internacional, en el que se regulan aspectos como los crímenes de guerra, “violado todos los días ante los ojos del mundo”) va a “marcar un antes y un después desde el punto de vista de la civilización”.
“Todo lo que estamos viendo son crímenes de guerra atroces”, enumera repasando los ataques a hospitales y ambulancias, la hambruna, “es tan atroz que es como un asedio medieval”.
“ISRAEL HA HECHO INVIABLE LOS DOS ESTADOS” AL “COLONIZAR” PALESTINA
Recuperando la historia que ella misma ha ido contando, Hamás, explica, es un “fenómeno relativamente reciente en la historia de la resistencia palestina”, que comenzó a finales de los 80 como una organización benéfica que empezó a ser política “tras la derrota de todo intento negociado de paz que ponga fin al conflicto con algo de justicia”, porque, remarca, “si la solución es la capitulación de Palestina, esa no es la solución”.
Y así, recuerda el “fracaso” para llegar a los dos Estados, que los sucesivos gobiernos israelíes “han hecho todo lo posible por hacer inviable” ya que “Israel ha colonizado el territorio del futuro estado palestino”, con Cisjordania “lleno de colonias”. “Esa es la gasolina que alimenta a Hamas”, asevera.
“EL RELATO DE ISRAEL HA CAÍDO POR LOS SUELOS”
Con todo, añade, algo ha ido cambiando, y no sólo por acciones como la Flotilla de la Libertad, una iniciativa “pacífica” que busca que no se olvide que Gaza “lleva dos décadas en un bloqueo total e inhumano” y que se lleva a cabo desde la sociedad civil, sin la protección europea y expuestas a ser detenidas de forma ilegal por Israel en aguas internacionales –donde no puede operar, es algo que ya ha sucedido en otras singladuras-; ni tampoco por “gestos” como el reconocimiento del Gobierno español al Estado palestino, que se suma al de otros 140 países. Un gesto, insiste, que “no cambia para nada la situación de la vida diaria” allí, y que requeriría para ser efectivo el fin de la ocupación, sanciones y una política “efectiva y decidida de cumplir con la legalidad internacional”.
Sin embargo, pese a la sensación de impunidad, concluye que “algo ha cambiado” en el sentido de que “el relato israelí”, su “imagen”, “ha caído por los suelos” y “ya no es tan fácil justificar el genocidio”.