La diversidad del Orgullo pide no dar «ni un pasó atrás» en la lucha por sus derechos y contra el odio

Banderas de apoyo al pueblo palestino entre las banderas que defienden al colectivo LGTBI
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La Plaza del Ayuntamiento. El puro centro de Santander, el lugar donde se queda. En el escenario, distintas voces hablan de derechos, de diversidad, de lucha, de resistencias, de violencia, de menores, de migrantes, de la necesidad de educación en diversidad. En la plaza, escuchan más de mil personas.

Durante las intervenciones, un chico besa a otro chico. Dos chicas se recuestan una sobre el hombro de la otra, envueltas ambas en la bandera LGTBI (en una de las muchas que hay, la diversidad también se siente en las banderas). Un chico acaricia a otro, otras se tocan mientras graban un vídeo con el móvil (posiblemente sea un directo) . Un grupo apostilla con “eso” y “muy bien dicho” a las proclamas sobre el escenario.

Han marchado durante hora y media por las calles de Santander, por el centro, envueltos en banderas, llamando la atención sobre las discriminaciones, sobre la realidad de las personas trans, sobre la relación que hay entre discursos de odio, ahora desde las instituciones, pagadas por tanto con dinero de todos, y los episodios de violencia que sufre el colectivo.

Marchan grupos de amigos, familias enteras, bebés en brazos ,sillas de ruedas. Entre ellos, representantes de partidos políticos (de casi todos), incluyendo el consejero de Educación, Sergio Silva: el área de Educación era precisamente uno de los ejes temáticos de la edición de este año del Orgullo, en el que se recordaba no sólo los casos de bullying, sino la necesidad de una educación en diversidad, una enseñanza afectivo-sexual de todas las realidades, el rechazo a los vetos parentales (nadie imagina censurar contenidos de otras asignaturas) como principal herramienta para el odio que sufren, que se traduce en violencia, física o verbal, en futuras discriminaciones, en vidas más difíciles para nuestros vecinos, que muchas veces comienzan a serlo en el colegio o instituto y no por su forma de ser, sino por la incomprensión de los demás a su forma de ser.

Orgullo 2024, con banderas de apoyo a palestina

Orgullo 2024,

Ha habido actividades, organizadas durante las semanas previas y durante toda la mañana, organizadas desde ALEGA, apoyada en otras organizaciones como Cantabria No Se Vende, que han abordado desde la realidad de la discriminación laboral hasta el estigma a las personas con VIH, los problemas añadidos que tienen las personas refugiadas o migrantes.

El premio ALEGUITA ha recaído en La Vorágine, la libreria y espacio de cultura crítica, una comunidad de resistencia, por ser un “espacio seguro” para las personas LGTBI, que incluye en su programación títulos que abordan su realidad.

Desde el equipo de este proyecto “mutante” desde antes incluso de sus orígenes, María y Carmen trazaban un mapa global de discriminaciones y realidades que van desde Ecuador a Gaza, porque las luchas deben ser “interseccionales” y, advierten, “el fascismo nos señala en conjunto, pero nos odia por separado”, apelando a una resistencia “cotidiana” para evitar también el riesgo de que “el fascismo nos convierta en pequeñas fascistas”.

La diversidad, decíamos, se nota en las banderas: además de la propia enseña multicolor (no es estrictamente un arcoiris) se está generalizando otra que integra distintas realidades, incluyendo la de migrantes o personas racializadas. En la Plaza del Ayuntamiento, el Consejo de la Juventud (en cuya nueva directiva hay miembros de ALEGA, entre otros colectivos que piensan en clave de diversidad) había una muestra que explica las banderas trans, las intersexuales o asexuales…

Acostumbrados a la diferencia, a hacer un hueco para construir comunidades seguras a quienes son rechazados en sus casas o barrios, el colectivo abría este año espacio a la lucha del pueblo palestino, como muestra de apoyo ante su exterminio:su bandera ondeaba en calles y plaza junto a todas las demás, entre gritos de “el colectivo con el pueblo palestino”, con muchas personas en común marchando, desde quienes ayudaron a la reciente llegada del Handala hasta quienes acamparon en el Inter. Sobre el escenario, los manifiestos lo dejaban claro, La Vorágine advertía del pinkwashing (los intentos de lavar la imagen, en este caso el mismo Estado de Israel que bombardea hospitales, escuelas y bloquea ayuda humanitaria) a través de aparentes mensajes de respeto a la diversidad sexual, que nunca llegarán a quienes mueren por las bombas o el hambre.

E intervenía un representante de Interpueblos, colectivo internacionalista de referencia en Cantabria (uno de sus miembros, Sergio Tamayo, embarcaba días antes en el Handala, el barco de la Flotilla de la Libertad), que daba las gracias por “no mirar hacia otro lado” ante “la nueva Nakba” y el “genocidio” que sufre el pueblo gazatí. No podía ser de otro modo: de la tradición internacionalista a una cita, el Orgullo, que es reivindicativa y global.

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