Un menú de película

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Si dice verdad ese lugar común, según el cual uno es, entre otras cosas, lo que come, entonces es, entre otras, cine ese uno, que es el personaje que interpreta Pablo Escobedo en la obra “Cinefagia y otros traumas”, que él mismo ha escrito y dirigido, lo que permite aventurar que ese uno, que es Pablo Escobedo, es también, entre otras cosas, cine. Y no porque haya visto muchas películas, y muchas veces, que también, lo que haría de él un cinéfilo, como a tantos otros, sino, y, como bien establece, el personaje, la distinción en escena, en un cinéfago, en alguien que ha convertido el cine en parte de su carne y de su sangre, en momentos de sus días, en materia de sus sueños, en catalizador de sus humores, en objeto de su pensar, en fibras de su sentir…Un cinéfago, que no consume su apetito de cine indiscriminadamente, cual glotón gastronómico, que tiene bastante con cualquier menú del día, pero cuantos más, mejor, sino como un refinado gourmet, que elige los más preciadas ofertas de la carta.

Así, vi a Pablo Escobedo poner la mesa sobre el escenario de la Sala Contigo Tres Teatro, el pasado día 27 de setiembre, con sólo su cuerpo y su voz, llevados casi al límite de sus capacidades, por las que la voz experimenta variedad de registros y su cuerpo, tras sucesivos bailes de distintas facturas, presenta momentos de algo muy parecido al teatro físico. Pelucas, vestidos, semidesvestidos, colgados de una percha de ´árbol, y poco más, que el actor descuelga para cambar su aspecto por el de otro personaje cinematográfico, contribuyen a que el intérprete haga gala de un menú cinematográfico, para compartir con los espectadores, que pueden apreciar, más si reconocen de qué título de película les está hablando quien encabeza la mesa, como si delante de ellos mostrara una especie de gozosa y festiva digestión, en clave cómica, cuyo humor celebraron, a lo largo de la representación, quizá, por momentos, con demasiado entusiasmo, por los decibelios de las carcajadas, pero que sin duda el trabajo escénico de Pablo Escobedo induce a la risa abierta, y a la sonrisa, también cuando el trabajo en la escena alterna con imágenes, en las que, como a modo de confidencias con los comensales, se expresan pensamientos y sentires.

En definitiva, una función de películas para pasarlo de película.

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