¿Qué tendrá esa bola que a todo el mundo le mola?

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Como uno ya va teniendo una edad, debo confesar que yo también fui uno de esos niños de los 80 que dejó de ir a clase el día que murió Franco, fue a EGB, vibró con la Olimpiada de Barcelona y el Mundial del “Naranjito”; se partió de risa con el humor inteligente de películas como La Vida de Bryan o Amanece que no es poco; se tuvo que fastidiar y marchar a dormir cuando ponían programas de “ dos rombos” y lloró con la muerte de Chanquete en “Verano azul”.

Y es que hay productos culturales y acontecimientos que marcan nuestra infancia y – por ende- nuestro itinerario vital y hasta diría que nuestra identidad. Yo por ejemplo me defino Groucho-marxista, Amanecista y miembro de la “generación Bola de Cristal”. Y en los dilemas Tintín VS Asterix; Superman VS Superlopez; o bien Movida Madrileña ( con Alaska a la cabeza) VS Movida Viguense ( con Siniestro Total a la cabeza), me decanto claramente por las segundas opciones.

Por ello he recibido con alegre nostalgia la noticia del reconocimiento que está haciendo TVE a su directora Lolo Rico, con motivo del 40 aniversario del programa de culto La Bola de Cristal.

El valor de La Bola de Cristal y su influencia en nosotros resulta difícil de explicar a las actuales generaciones “nativas digitales” que crean sus identidades en torno a otros recursos de ocio casero mucho más sofisticados. Sin embargo la experiencia supone un ejemplo y contiene una enseñanza fundamental para ellos: la de que los Medios de Comunicación de Masas ( y las nuevas tecnologías de la información) pueden ser herramientas de adoctrinamiento y aborregamiento, pero también generar espacios de libertad, crítica social y reflexión.

Curiosamente, cuando la letra de la propia canción inicial del programa decía aquello de “es como un ordenador personal, es la bola de cristal”, ya parecía augurar -y resistirse o postularse como alternativa- al cambio que se avecinaba en dichas prácticas video-sedentarias y consumistas de ocio infanto-juvenil. Y es que los niños y adolescentes de aquellos años 80 no tuvimos móviles, ni tablets y los videojuegos íbamos a jugarlos a unas salas recreativas… pero pudimos disfrutar de algunos “oasis” televisivos que demostraron que “otra televisión es posible” frente a la tele-reality-basura imperante hoy en día. Estos programas resultaban ya por entonces muy contraculturales, al promover en los niños una serie de valores e inquietudes relacionadas con el libre pensamiento, la imaginación, la solidaridad y ayuda-mutua o la capacidad crítica.

Estoy pensando en algunas tertulias o cine-forum protagonizadas por los propios niños-adolescentes que se emitían los fines de semana por la mañana; en series como Pipi Calzaslargas; o en otros programas de culto que tuvimos la suerte de poder disfrutar como “ Dentro del Laberinto” ( serie de temática fantástica donde unos niños entraban a una cueva y viajaban a través del tiempo), así como en otro ejemplo que triunfó en la televisión catalana pero pasó desapercibida en la TVE: “ Planeta Imaginario” (cuya pretensión era acercar el mundo del arte y la literatura al público infanto-juvenil y donde la presentadora vivía en un planeta blanco con su amigo invisible).

Pero sin duda fue la Bola de Cristal la abanderada de esta “televisión infantil alternativa”. Para ello partíó de la premisa de que los programas infantiles debían empezar a tratar a los niños como seres inteligentes, no como consumidores estúpidos. Esto, que parece una perogrullada, es algo que se nos olvida a menudo a los adultos: Hagan, si no, memoria los lectores y a buen seguro que recordarán escenas y situaciones de su infancia donde se percataron de cuestiones e incidencias de las que los mayores daban por hecho que ustedes no eran conscientes. Paradójicamente, al pasar a ser padres, seguimos cayendo en ese error ancestral de creer que nuestros hijos no se están enterando de lo que ocurre (en la familia, en nuestra relación de pareja, respecto a nuestras preocupaciones…), cuándo a menudo sí lo están haciendo, y en mucha mayor medida de lo que podíamos llegar a imaginar

De ahí aquel lema-objetivo que definía la esencia del programa: “desenseñar a desaprender cómo se aprenden las cosas”. Para ello utilizaban técnicas relacionadas con lo que hoy se denominaría contra-publicidad: pequeños slogans y sketches llenos de sátira, ingenio e incluso crítica social, como aquel donde aparecía alguien ahorcado y a continuación se veía un rótulo que rezaba “ La Caja de ahogos y pensiones”. O bien aquel otro, dirigido a promover la lectura, donde se veía un rebaño borregos seguido del slogan “Si no quieres acabar como ellos, ¡lee!”. O el genial: “tienes 15 segundos para imaginar algo” (con un fondo blanco en la pantalla), que proseguía: “si no has sido capaz de imaginar nada, deberías ver menos la tele”. Sin olvidar aquel otro que rezaba “sólo no puedo, con amigos sí”.

Quizás lo que más se recuerde del programa sea la primera parte – dirigida a los niños- donde la propia Lolo Rico, con la ayuda de su equipo, creó unos modernos guiñoles, con un look muy punk, que bautizó con el nombre de los “ Electroduendes” , dando pie a personajes como el “Hada truca” o la malvada pero entrañable Bruja Avería, que gustaba de soltar frases tan sugerentes, actuales y provocadoras como: “ Viva el mal, viva el capital. Viva la CIA, viva la Economía!”. Otro imaginativo acierto consistió en recuperar viejas series televisivas en blanco y negro como “ La familia Monster” o “ La Pandilla”. Y dejarle el final del programa al histriónico y polifacético Javier Gurruchaga, para que hiciese “La cuarta parte”, donde combinaba el documental centrado en aspectos como la historia del cine, con la chanza y el humorismo, a partir de su parodia de familia ficticia, formada por personajes de lo más “freak” y decadente, como sus padres doña Cayetana y Gregorio de Gurruchaga.

Esta faceta surrealista y humorística se potenció aún más con el fichaje de un duo humorístico que Lolo Rico descubrió actuando -y pasando la gorra- en el parque del Retiro: unos jóvenes Pedro Reyes y Pablo Carbonell, cuya informalidad y “cachondeo” durante las grabaciones del programa trajo por la calle de la amargura a su compañera Alaska, ante sus continuas improvisaciones fruto de no haberse estudiado los guiones. Como aquella ocasión en la que Pedro y Pablo llegaron a grabar tras una noche de juerga y -dado que el guión tenía una temática mitológica- no se les ocurrió otra salida que empezar a gritar “ ¡Uliseees!”, a lo que su compañero contestaba ¿quéeeee?!, “ ¡Uliseeees!… ¿queeeeé?”… y así una vez tras otra, ante la perplejidad de la pobre Alaska, que no se atrevía ni a intervenir.

Como último ingrediente a destacar, que la bruja buena Lolo Rico introdujo en su pócima mágica, quedaría hablar de la relación del programa con “La Movida” cultural de los 80, que proporcionó un look y una música al programa, gracias a artistas de la talla de Alaska, Kiko Veneno, Santiago Auserón, Siniestro Total, Loquillo, Nacha Pop…

Esta y otras suculentas anécdotas tuve la suerte de poder escucharlas en boca de la propia Lolo Rico con motivo de la entrevista que le hicimos, en su casa de San Sebastián, el grupo de amigos que creamos la revista underground A través del espejo. Nos pidió que la fuéramos a visitar tras la publicación de la entrevista, y así nos comprometimos, pero nuestra dejadez y su muerte al cabo de unos meses lo impidieron.

Como ocurre siempre con las personas visionarias y precursoras, Lolo tuvo que sufrir incomprensiones, envidias y censuras por parte de varios de sus coetáneos. Por ello hay que alabar y disfrutar del reconocimiento que TVE le ha dedicado para las próximas semanas, en forma de documentales con testimonios de los protagonistas y reposiciones de los mejores momentos del programa.

 

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