Una escuela rural de Cantabria conquista España a través de un documental

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Uno de los valles habitados más altos de España se encuentra en Cantabria: Polaciones. Dos centenares de vecinos dispersos en sus nueve pueblos viven rodeados de cumbres de más de dos mil metros -nevadas en inviernos cada vez más cortos- con nombres tan emblemáticos como Peña Sagra, Peña Labra o Pico Tres Mares.

 

Allí sobrevive una escuela rural en la localidad de Puente Pumar cuyos alumnos y profesores están siendo conocidos en otros valles y costas, españolas y extranjeras. El motivo: un documental sobre el entornode diez niños y niñas entre los dos y los once años del Colegio Público Valle de Polaciones. Su historia comienza cada amanecer cuando medio dormidos se desplazan por las verdes praderas y laderas montañosas para llegar -unos pocos a pie y la mayoría en un pequeño taxi- al lugar donde reciben una educación “de altura”.

 

“Nana”, un documental con un nombre que recuerda una leyenda china con pastores, ha sido premiado recientemente en el IV Concurso de Cortometrajes de Medio Ambiente del Festival de Cine de Santander. Su directora, Sara Fortuna, quiso ser maestra rural en su Extremadura natal y ha encontrado en un lugar de Cantabria con vacas de montaña, nieves y niños alegres el mejor ejemplo de escuela llena de vida dentro y fuera de sus paredes: “Me gusta contar historias sencillas de manera distinta”. Diez niños purriegos y sus cuatro maestras van a ser reconocidos en toda España a través de doce festivales que van a acoger el documental que subtitulado en inglés quiere ser vistos por otros públicos internacionales.

Los grandiosos paisajes y bellos pueblos de montaña hacen que el documental tenga un marco incomparable: el hayedo de Lombraña, la cordillera cantábrica, vacas tudancas, bosques rumorosos, niños felices. “Son niños llenos de vitalidad, de ilusión y con muchas ganas de aprender”, nos cuenta Almudena González, directora del centro. Una escuela viva que merece la pena conocer, recordando que Polaciones existe y que los niños deben criarse cerca de su entorno, también escolar. Ya lo dice Adrián con dos años: “¡Quiero vacas!”.

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