La emergencia de precios en la vivienda afecta también a pensiones o habitaciones a las que recurre Cáritas para ayudar a las personas sin hogar
La emergencia de precios de vivienda va más allá de las dificultades para comprar una vivienda o, directamente, alquilarla, por el impacto de los pisos turísticos o las viviendas que se compran al contado. Cáritas ha advertido este jueves de cómo esta crisis también está impactando en las fórmulas con las que ayudan a las personas sin hogar a salir de la calle, como pisos de estancia temporal, pensiones y habitaciones en viviendas compartidas
Cada vez es más difícil acceder a cualquiera de los tres modelos, advertía Lara Mazorra, trabajadora social de Cáritas Diocesana de Santander, durante la concentración que se ha producido este jueves n la Plaza Porticada de Santander para defender la dignidad de las personas en situación de sin hogar, ante la conmemoración el domingo del Día de las Personas Sin Hogar.
Según explicaba. «hace un par de años se encontraban habitaciones en pisos compartidos por 250 euros.», pero ahora, por menos de 350, lo que se encuentran son espacios que no cumplen con los requisitos mínimos de habitabilidad. En el mercado tampoco hay pisos de alquiler accesible.
«Pensábamos que después del verano esta situación mejoraría, pero no ha sido así y, en el caso de hostales y pensiones, lo habitual es encontrar plaza, pero solo de lunes a viernes, porque los fines de semana o los tienen reservados o incrementan el precio de las habitaciones», detallaba Mazorra.
Desde el año 1985, Cáritas tiene en marcha en Cantabria un proyecto específico dirigido a este colectivo que en los primeros seis meses de 2024 ha atendido a 28 hombres y 2 mujeres. Son cifras similares a las de los últimos años, en los que una media de 40 personas, en su mayoría varones de nacionalidad española, pasan por el programa.
La falta de un techo obliga a estas personas a afrontar a diario una serie de obstáculos que impiden su integración plena en la sociedad. Entre ellas destacan la falta de intimidad, las dificultades de acceso a un trabajo decente y a una vivienda adecuada, las trabas para acceder a los trámites de la administración pública, como por ejemplo el empadronamiento, o los problemas de salud física y mental.
A pesar de que no existen cifras oficiales sobre personas sin hogar en Cantabria, el documento ‘Estrategia de Personas Sin Hogar en Cantabria’, estimaba, hace tres años, que podían ser entre 250 y 300.
«El sinhogarismo es una realidad dramática y dolorosa cuya cara más visible es la de los hombres, pero se hace aún más grave cuando son mujeres las que la padecen. La mayoría son víctimas de distintas formas de violencia que tienen su efecto directo en la vulneración de derechos que experimentan y, como consecuencia, las deriva a situaciones de calle y de sin hogar en unos contextos de mayor dureza, agresividad y desprotección», expone.
Cáritas ofrece una atención personalizada y un acompañamiento integral que no se limita a la búsqueda de alojamiento. «Aquí llegan personas que no tienen absolutamente nada. Nos ocupamos de facilitar su acceso a derechos sanitarios, jurídicos y sociales, entre otros. También tenemos en marcha distintos talleres y, en ocasiones, algunas personas son derivadas a recursos específicos fuera de la entidad», explica Lara Mazorra.
Actualmente, 15 personas participan en el taller de fotografía de Cáritas, 9 en ‘Activa’, el taller que incide en aspectos cognitivos, y 9 en ‘Delfos’, dirigido al autoconocimiento personal y emocional, y encaminado a desarrollar habilidades para gestionar la vida diaria. Además, cinco personas residen en el Hogar Belén, la casa de acogida para personas con enfermedades crónicas que no tienen una red de apoyo familiar y se encuentran en situación de exclusión social.
‘CAMINEMOS JUNTOS’
Cáritas acaba de lanzar la campaña ‘Nadie sin hogar 2024’ bajo el lema ‘Caminemos juntos’ que anima tanto a la sociedad como a las instituciones a iniciar un camino para combatir el sinhogarismo.
En el acto público celebrado esta mañana en Santander, los asistentes han llegado hasta el centro de la Plaza Porticada procedentes de cuatro puntos distintos. Cuatro caminos diferentes que representaban las dificultades a las que tienen que hacer frente las personas sin hogar: «sin empadronamiento, no hay hogar»; «sin vivienda, no hay hogar;» «sin empleo, no hay hogar», y «sin salud, no hay hogar».
Además, dos personas acompañadas por la entidad han leído un manifiesto en el que han pedido la implicación y el compromiso de todos y todas para combatir el sinhogarismo: «La falta de reconocimiento y protección de nuestros derechos básicos nos aísla de la sociedad y nos invisibiliza. Hace que nos sintamos en soledad, con miedo y vergüenza, perdidos y perdidas, que sintamos rechazo, tristeza y sin orientación en este camino lleno de piedras y dificultades».
El texto del manifiesto recuerda que en nuestro país hay miles de personas sin hogar al mismo tiempo que existen 4 millones de viviendas vacías. También hace referencia a la crisis de la vivienda, con «alquileres insostenibles, falta de vivienda pública y de protección social, lo que ocasiona la expulsión de nuestros vecinos y vecinas y nos acerca un poco más a poder sufrir una situación de sinhogarismo».
Y un mensaje directo a las instituciones para terminar con esta situación: «respeto y garantía de que podamos ejercer nuestros derechos, facilitar el acceso a viviendas dignas y asequibles, regularización de la situación administrativa de las personas migrantes, igualdad de oportunidades para la formación y para poder contar con empleos dignos».
El ‘sinhogarismo’ es un problema social que no solo aglutina a las personas en situación de calle. El número de personas afectadas por esta realidad varía en función del grado de exclusión residencial que se tome en cuenta.
De acuerdo con la Tipología Europea de Sin Hogar y Exclusión Residencial (ETHOS) hay cuatro categorías: en situación de calle, sin vivienda, vivienda insegura o vivienda inadecuada. Las personas que están en la calle y las que van de alojamiento en alojamiento son la cara más conocida de este fenómeno. Sin embargo, las personas que viven en chabolas, caravanas, en asentamientos, amenazadas de desahucios, con problemas de suministros o en viviendas cedidas son la parte más invisible del ‘sinhogarismo’.