La Fiscalía lo confirma: sin necesidad de cuchillas u otras medidas, ya no hay accesos al Puerto

Un proyecto de La Vorágine evidencia la frontera invisible de sus instalaciones, que el Puerto sigue queriendo ensanchar pese a la desaparición del problema que denunciaban
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Durante meses, años, el Puerto de Santander y todo aquel que replicaba su argumentario pese a que supusiera hacer publicidad negativa de a quien pretendían defender (instituciones y partidos llegaron a decir en sedes oficiales que era “la casa de tócame Roque”, en el que todo el mundo entraba “como Pedro por su casa”), se empeñaron en decir que la única forma de combatir los accesos a sus instalaciones (aquello que llamaban polizones pese a que prácticamente nunca conseguían embarcar) eran las concertinas, es decir, las cuchillas en lo alto de sus vallas para dañar físicamente a quienes intentaran acceder (y eso pese a que había intentos de acceso en coches o camiones, como detectaba o la Policía Portuaria o Guardia Civil y Policía Nacional, cuerpos cuya labor minimizaba la Autoridad Portuaria y sus repetidores al fiarlo todo a las cuchillas y presentar el recinto como un “coladero”, lleno de “mafias”).

La Guardia Civil ya impide el 98% de los intentos de acceso al Puerto de Santander

Esas declaraciones convivían con numerosas contradicciones (obviando la principal, que el que se invocaba como principal activo económico de la comunidad fuera a caer por un grupo de jóvenes que ni siquiera tenían acceso a agua caliente): el mismo Puerto que pronosticaba siempre que podía el desastre esgrimía mes a mes sus resultados históricos de mercancías, y mientras auguraba la marcha de emblemas como Britanny Ferries, la compañía no sólo no se fue sino que sumó nuevos tráficos y en el Puerto se acabó instalando el grupo Boluda, fundado por un expresidente del Real Madrid (el club no se caracteriza precisamente por el mal ojo de sus sucesivos líderes, que si atendemos a la propaganda, se iba a instalar en un espacio inseguro y al borde de la quiebra).

Los datos nunca acompañaron todas esas declaraciones: las propias compañías que operaban en el Puerto no denunciaban pérdidas por cargas. Y si bien se instalaron cuchillas en un tramo del recinto en el que aún perviven, nunca se llegaron a extender a todo el perímetro, que era la única solución posible que planteaba la Autoridad Portuaria, en una deriva que fue ampliamente contestada por la sociedad civil cántabro, en un movimiento a cuyo frente estuvo el colectivo Pasaje Seguro.

LA FISCALÍA CONFIRMA LA «DESAPARICIÓN» DEL «INTRUSISMO»

Por segundo año consecutivo, la Fiscalía de Cantabria confirma en su memoria anual la “desaparición” del “intrusismo albanés” (sic) en el Puerto, achacando esos resultados a la valla perimetral. Según exponen en su memoria anual de 2023, consultada por EL FARADIO, estos movimientos se han trasladado a Francia, desde donde se intenta el paso que buscaban a Reino Unido e Irlanda.

Es decir, sin necesidad de llenar la frontera del Puerto con cuchillas ya se consiguió el objetivo que se buscaba, frenar los accesos. Una tendencia que viene “consolidándose” y que ya detectó el año pasado la Fiscalía, invocada como argumento de autoridad cuando alertaba del problema de los accesos.

Y PESE A ELLO, EL PUERTO QUIERE SEGUIR CON EL BLINDAJE

Pese a la desaparición del “problema”, el Puerto de Santander sigue buscando medidas para blindar sus instalaciones: el pasado mes de enero el presidente, César Díaz (exresponsable de Urbanismo en el Ayuntamiento de Santander) ligaba la retirada del tramo pendiente de concertinas con la prevista extensión del muro, de forma que todo el límite sería como el vallado que hay entre el Centro Botín y el Barrio Pesquero. Una obra prevista para 2025.

Y un discurso que convive con el teórico momento que venden constantemente Puerto y Ayuntamiento, el de la apertura de sus espacios a la ciudad, como apuntaba una de las intervinientes del público en la presentación, este jueves en La Vorágine, de la exposición Lavallainvisible.

LA FRONTERA NATURALIZADA

La existencia de esta frontera internacional en plena ciudad (una frontera con Reino Unido) está naturalizada por los santanderinos: esa es la tesis que plantea la exposición ‘Lavallainvisible’, que se presentaba este jueves en La Vorágine.

La muestra forma parte de un proyecto más amplio que implica a Bilbao y Logroño, seleccionado en la convocatoria Tan cerca de la Fundación Santander Creativa que busca precisamente fomentar proyectos conjuntos.

En este caso, La Vorágine, junto al colectivo vasco por una mirada crítica al urbanismo y la asociación logroñesa de jóvenes arquitectos Taller enBlanco han desarrollado Arquitecturas migrantes, una reflexión sobre ciudades y migraciones, traducida en fotografías que en Logroño reflejan los nuevos usos que al espacio urbano están dando las personas llegadas en las últimas décadas de otros países, que en Bilbao gira en torno al muro de su Puerto o las arquitecturas hostiles y que en Santander resalta de forma visual la existencia de esa frontera.

Las fotos, también en un formato postal –que permite desde un reparto más amplio y que aporta las connotaciones relacionadas con el turismo y las supuestas caras amables de la ciudad-, se verán en las tres ciudades (ahora están en el metro de Bilbao), junto a otras actividades.

El trabajo en Santander es obra de los fotógrafos Pablo Ruiz Ortiz y Daniel Martínez.

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