«No pensé, tenía que venir sí o sí»
Es un joven de 23 años y ha decidido poner todo su esfuerzo en ayudar en la provincia de Valencia, la más afectada por el paso de la Dana entre finales de octubre y principios de noviembre. El 29 de octubre será una fecha imposible de olvidar por quienes han visto alterada su vida de una forma dramática.
Afortunadamente, cuando sucede algo de tanta magnitud, lo que ocurre después es que aparecen historias que ayudan mucho a reconciliarse con el ser humano, que saca lo mejor de sí mismo para ayudar a restablecer cosas que se han roto. Y esta vez las historias, en muchos casos, están protagonizadas por jóvenes.
Luis González es una de esas historias, una de las muchas que se están palpando en la provincia de Valencia, donde mucha gente está entregando su tiempo, su esfuerzo y también su ayuda psicológica para intentar levantar de la desesperación, el dolor o incluso la depresión a quienes han visto cómo el agua se ha llevado cosas fundamentales de su vida.
Es de Piélagos y tomó la decisión de desplazarse varios de cientos de kilómetros desde su casa. «En cuanto vi a la gente sufrir de verdad». Ese es el momento en que Luis decidió preparar su equipaje y sus ganas de ayudar. «No pensé, tenía que venir sí o sí», dice en una entrevista concedida a EL FARADIO. Ahora se encuentra en la zona de Alzira, al sur de la provincia, muy cerca de Algemesí.
Todavía no sabe cuándo volverá a Cantabria, no tiene un horizonte de vuelta fijado. Dice que la fortaleza mental la mantiene intacta, otro aspecto importante para seguir haciendo lo que hace desde ya una semana. Tiene abiertos sus perfiles en redes sociales, por si alguien tiene preguntas respecto a la manera de poder ayudar, sea in situ o en la distancia. Desde su cuenta de Instagram o de TikTok responde a las dudas.
Luis refleja que sigue siendo muy necesario el material industrial para limpiar las calles de los municipios afectados. Palas o retroexcavadoras son la forma de avanzar en este aspecto clave, porque la suciedad persistente también abre la posibilidad a problemas de salud pública.
En cuanto a otras necesidades, las prioridades han cambiado. Han llegado mucho alimentos. Tantos, que si la coordinación para el reparto no mejora, puede acabar pasando que haya comida que quede inservible y acabe en la basura. De lo que no hay, botas de agua. Las katiuskas que hemos usado y visto durante toda la vida son un bien muy preciado en la zona afectada por la Dana. Luis lamenta que algunos estén aprovechando la situación para elevar los precios muy por encima de lo normal.
No es lo único que falta, también hay escasez en otro tipo de productos no alimentarios. Por ejemplo, material para protegerse, como mascarillas o gafas, o lo que tiene que ver con la higiene, también la específicamente femenina. Es otro de los reclamos que se hace. Luis no solamente limpia, sino que también labores de distribución. Se acerca a un lugar donde pueda comprar todo lo necesario, llena el coche y a repartir.
Pero los voluntarios también hacen de psicólogos. Pasan días conociendo historias de personas que han perdido seres queridos o que se han quedado sin nada y tiene que empezar de cero. Luis habla de solares donde antes había una casa». Situaciones muy duras, y ellos limpian mientras tratan de enjugar unas lágrimas o esforzarse para hacer aparecer una sonrisa donde sólo hay desolación. Cuando eso se ve de primera mano, la concepción cambia.
También cuando se tiene que dormir en un polideportivo. Los voluntarios no le dan importancia, no priorizan su descanso ni su alimento, lo más importante es que las calles, viviendas y comercios que fueron anegados por la riada queden limpios y en el mejor estado posible lo más rápido que se pueda. Al propio Luis se le eriza la piel cuando recuerda que ha estado trabajando cono con codo, pala en mano, con un ciudadano estadounidense que ha ido hasta Valencia para ayudar también.
Otra de las lecturas que se puede extraer de lo sucedido a lo largo de todos estos días es que la juventud se ha volcado. El mayor músculo lo están poniendo los jóvenes, tan vilipendiados a menudo por su supuesta incapacidad para ser responsables y trabajadores. Luis reconoce que «tampoco confiaba» en esta juventud. Sin embargo, ahora comparte con muchos estas ganas de mejorar una situación tan difícil, formando una comunidad que, seguramente, mantendrá lazos activos durante mucho tiempo. Se han convertido en una comunidad necesaria en un momento que demandaba de personas voluntariosas.