Duelos musicales en Palacio: Clásica vs. Jazz… más una pandilla de cántabros alquimistas
TRÍO LITTERA | ALQUIMIA MUSICAL Martes, 29 de octubre – Sala Pereda
Laboratorio palaciego: una gran olla humea sin parar una mezcla misteriosa. Un hechicero con su cayado sale de las sombras avanzando hasta escenario donde la olla le llama a ejercer su magia y clama: “Busco hacer la poción musical perfecta”. Aparecen en escena dos aprendices: el pianista alquimista (Héctor Sanz) y el trombonista alquimista (Víctor Álvarez). El mago se presenta como el trompeta alquimista (Marco Cubillas). Tres músicos de Cantabria que desde formaciones profesionales en Alemania, Países Bajos o Estados Unidos regresan para constituirse en un trio de cámara estable con encantamientos. Se hacen llamar Littera, mezcla de letras, literaturas y literas.
Su propuesta es un paso y repaso de estilos musicales desde el romanticismo de Verdi en el siglo XIX a autores contemporáneos. Ocho compositores que requerían, como curanderos que son, una aportación a la marmita: aceite de oliva Manuel de Falla, rosas francesas o toda una esmeralda Kletzmer. Una performance llena de humor, desparpajo y ganas de pasárselo bien. Además, sonaron convincentes en todos los temas, desde la Jota de las siete canciones asturianas de Falla a la pieza Littera escrita por el hermano del hechicero, Juan Cubillas, presente en la sala. Una apuesta como grupo interesante desde la veintena de años de los tres músicos. Son de aquí, son buenos y mejorarán.
CUARTETO MANDELRING Viernes, 8 de noviembre – Sala Pereda
Con puntualidad germana, uno de los mejores cuartetos de cuerda del mundo avanzó seguro sobre el escenario de la sala Pereda acompañado de un violista invitado. Se nombran a sí mismos como ‘Mandelring’, un pastel de almendras peculiar de su región del Palatinado. Bernhard Schmidt, en perfecto castellano, anunció que iban a celebrar el 200º aniversario del nacimiento de Bruckner con su quinteto para cuerdas en Fa Mayor; pero, antes, iban a tocar “el quizás más bello quinteto de Mozart”.
Y empezó a oírse a Mozart en su quinteto en Sol menor KV 516, que llaman el “Quinteto de la muerte” por ser compuesto por Wolfgang Amadeus con el padre agonizante, mayo de 1787. Cinco músicos conjuntados, precisos, expresivos, haciendo alegres los pasajes en tonalidad mayor. Los especialistas hablan de las virtudes de la viola en esta pieza de madurez, pero todos los instrumentos rayaron cercanos a la perfección y provocaron vivir un evocador adagio ‘ma non troppo’ (ese adagio que hay que tomarse con calma, sin prisas), un lánguido cuarto movimiento y un final gozoso que le costó al compositor algún disgusto por no hacerlo trágico. Rencores del siglo XVIII.
Un quinteto bruckneriano de un siglo más tarde -versión 1884- sirvió para pasar de una quietud acompasada a saltos de tonalidad constantes. El segundo movimiento -el scherzo que los italianos entendían como ‘broma’- fue un medido desmedido que alivió la belleza posterior del adagio. Músicos felices tocando también con sus sombras, otro quinteto de siluetas moviéndose sobre los paneles acústicos de madera, en una noche donde no pareció haber toses, ni ruidos molestos y sí sonrisas entre un público entregado. Excelente 4+1 (quinteto) entre los 4+1 (cinco) mejores del universo.
CHRIS MCBRIDE – REMEMBERING RAY BROWN Miércoles, 6 de noviembre – Sala Pereda
Rememorar al más importante bajista de la historia del jazz (con permiso de otros de la talla de Charles Mingus, Jimmy Blanton o Ron Carter) exige estar a la altura del “maestro y profesor” Ray Brown (1926-2002), tal como lo definieron los músicos, un trio con siglo y medio de música en sus instrumentos: Chris Mcbride -contrabajo-, Benny Green -piano- y Gregory Hutchinson -percusión-. Anunciaron que iban a hacer un recorrido por el jazz de los viejos tiempos (que ellos llaman ‘old times’) comenzando con el tema ‘Ja-Da’, un estándar de 1918, para saltar después al ‘modern jazz’ con la pieza ‘Milestones’ (1958). Un desfile -que llaman ‘parade’- haciendo muy presente el pasado en una delicia continuada de ritmo y melodías en ocho temas y un largo bis: How Could You Do A Thing Like That To Me? (‘¡Cómo pudiste hacerme esto a mí!’…que soy Frank Sinatra). Asomaron por allí recuerdos de Duke Ellington (Tin Tin Deo), la voz de Ella Fitzgerald -casada un tiempo con Ray Brown- en un tema de Cole Porter (Night and Day) o el piano de Oscar Peterson (Soft Winds).
Tres músicos excelentes alegraron la tarde después de una larga noche pendientes de las elecciones norteamericanas. Si había sueño pronto pasó a ser ensueño con un percusionista que parecía que pasaba por allí, un pianista que desconoce la verticalidad (lo suyo es la diagonalidad) y un melodioso y seguro bajista. Ray Brown tocó hace 30 años en Cantabria en el mismo Palacio donde ahora se le recordaba con brillantez. Un trío de los de antes: extraordinario y casi inigualable. Ya están, a estas alturas, en su querido New York.