«La gente está como ida, no sabe qué hacer, ni por dónde empezar ni a quién reclamar»
Cuatro ciudadanos de Torrelavega que vieron por televisión o a través de otros dispositivos lo que estaba pasando en Valencia y sospechaban lo que iba a pasar después, pensaron que lo mejor era acudir al lugar del desastre y poner sus manos al servicio de quienes lo han perdido todo. La semana pasada contábamos también la experiencia de Luis González, un joven de Piélagos que se desplazó hasta allí.
No sólo sus manos. Estos cuatro cántabros, pertenecientes a diversos colectivos, lanzaron una campaña exprés de crowdfunding para recabar fondos y poder comprar artículos que son necesarios en las zonas afectadas. Ellos, concretamente, están Alfafar, una localidad de la que posiblemente mucha gente no había oído hablar, pero que ahora es uno de esos nombres grabados a fuego por ser testigo de este desastre.
Aris Rosino explica, en una entrevista concedida a EL FARADIO, que están a disposición de la asociación de Parque Alcosa, que tiene una larga trayectoria en la preocupación por su barrio y las personas en situación de vulnerabilidad. Y han conseguido abrir un espacio para el reparto de material necesario para las familias.
Rosino se imaginaba una zona devastada, pero al estar en ella se ha visto impactado. «La gente está como ida, no sabe qué hacer, por dónde empezar ni a quién reclamar». Por eso señala que esta es una «catástrofe escalonada». Se refiere a que primero la urgencia y el drama es la gente que ha fallecido o que sigue desaparecida, pero después está la reconstrucción material y la reconstrucción mental, que puede tardar mucho tiempo. «Va a haber mucho drama», lamenta.
Cuenta que las necesidades van cambiando. Ya no urge la comida o la ropa, pero sí faltan otras cosas. «La gente te pregunta por detergente». Ellos han comprado dos hidrolimpiadoras industriales para poder limpiar portales y zonas comunes de los bloques de vivienda, pero también calentadores.
Este voluntario relata que ven, sobre todo, bomberos, que van trabajando con su maquinaria pesada, y ellos van detrás tratando de limpiar portales. Pero remarca que «está todo muy mal». Por ejemplo, el colegio de la zona donde están trabajando, que va a tener que ser derribado. Los niños que estudiaban en él tardarán en volver a un aula en su barrio. Y eso que ellos han llegado casi dos semanas después del desastre. «Esto ha tenido que ser dantesco».
Se trata de una zona de gente de clase obrera de gran tamaño. A Rosino le ha recordado cuando estuvo en los campamentos de refugiados saharauis. Una zona donde mucha gente se siente sola y desamparada. Pero casi ni sabe ni cómo protestar. Las comunicaciones todavía no están plenamente restablecidas, y a estos cuatro cántabros les llegaron testimonios de personas que ni se enteraron de la manifestación convocada el pasado sábado en Valencia. Tampoco se enteran de las ayudas que anuncian las Administraciones públicas. «Y ya veremos lo que cubren las ayudas» y a qué personas llegan, dice.
Lo más importante es recuperarse lo antes posible, pero Rosino lamenta que «están desatendidos» y que no sabe «cómo van a ir salvando estas adversidades, recuperar las casas y la normalidad del barrio». Todavía hay toneladas de escombros acumuladas en espacios como los campos de fútbol, e ir a trabajar es una odisea, porque la mayoría de los ciudadanos «se ha quedado sin coche y el transporte público tarda mucho en llegar».
Rosino tiene claro que esta experiencia no se les va a olvidar, por lo que se han encontrado, pero también por haber podido aportar un granito de arena. «Nos gustaría volver, para ayudar a pintar una casa, poner una peli para los peques o alguna actividad cultural». Cualquier idea es buena para recuperar, aunque sea, un pedazo de la normalidad que la Dana arrastró.
Este miércoles tuvieron que suspender las labores de limpieza por la lluvia, en una nueva Dana que toca esta y otras zonas del este peninsular. Este jueves se vuelven a Cantabria, pero con la idea de regresar en algún momento.