Miles de docentes convierten la lucha de ‘Los 9 de Peña Herbosa’ en una defensa de la dignidad de la educación pública

El masivo apoyo que se ve en las calles ante la movilización de la comunidad docente de Cantabria contrasta con la escasa voluntad de negociación de una Consejería de Educación que apenas se pronuncia sobre la cuestión y el encierro de nueve personas, ni propone reuniones para negociar una salida
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Si alguien quería ver una distancia entre los sindicatos docentes y los maestros y profesores a los que representan, no ha tenido mucho éxito en su estrategia: no podía serlo cuando son los compañeros a los que han elegido, cuando el objetivo que están buscando (adaptar sus condiciones laborales a los tiempos) es para todos y cuando están palpando minuto a minuto el esfuerzo que los nueve de Peña Herbosa estan haciendo por la profesión docente en Cantabria.

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Porque que nadie se engañe: dormir (es un decir) en el suelo, asearse sin ducha y lavabo, comer sin cocina y estar alejado de familia, parejas y actividades del día cómodo, cómodo no es.

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Por eso más de 2.000 personas secundaron el llamamiento de los sindicatos docentes a concentrarse en el Río de la Pila, que es donde está ahora la sede del Gobierno de Cantabria, para respaldar lo que empezó por una negociación de actualización salarial tras 16 años de congelación, se convirtió en una protesta contra la falta de profesionalidad negociadora (acudir a una mesa sin propuesta alternativa, presentar como propuesta un retraso de las negociaciones al año que viene, tratar de distinguir entre docentes y representantes sindicales e invocar la fuerza policial contra profesores y maestros) y ya ha evolucionado a una defensa de la dignidad de un colectivo amplísimo en Cantabria. “No somos nueve, somos 9.000”, recordaban durante la protesta, una de esas por las que costaba moverse, que se desbordó hacia los laterales del Río, por un lado hacia la calle del Zampabollos y por otra hacia la calle del Bolero y las Gildas.

No es sólo que haya muchos maestros y profesores, o que muchas familias estén en contacto diario con ellos, sino que en realidad poca gente habrá que no conozca en su entorno a alguien que trabaje en la educación.

Quienes lo viven a diario y quienes más cerca lo tienen saben lo mucho que se ha complicado el trabajo en las aulas, con un a ratos desolador incremento de la actividad burocrática que se suma a la docente que convierte no sólo dar una clase sino pasar una oposición y todo lo que viene después en una auténtica maratón. Un esfuerzo que no se ha correspondido con mejoras en las condiciones (actualización, sería más correcto, tras 16 años sin aplicar el IPC, como se haría en cualquier empresa), y viendo que en lo público ha habido capacidad de sí mejorar a médicos o fuerzas de seguridad).

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“Saca el dinero de la concertada”, le recomendaban ante las alusiones a la escasez de fondos en unos presupuestos que aún no están aprobados al consejero, que salía este miércoles a intentar defender su postura a través de una tribuna en El Diario Montañés en la que insistía en separar docentes de sindicatos, la única acción pública al respecto que se conoce desde la reunión del viernes y sin ningún llamamiento a nuevas reuniones, como, nuevamente, sería normal en cualquier conflicto laboral.

Debajo del Río de la Pila, se lo hemos leído a Saiz Viadero, había eso, un río de agua que por años ha sido de vino y hoy ha sido de gente, en la mejor estela de cuando está de moda (unos años sí, otros no), pero sobre todo de una indignación no reñida con el entusiasmo a la hora de secundar una protesta que también tiene mucho de mandar aliento a los encerrados en la sede del Gobierno (diez días ya) y corresponder a su esfuerzo. Pitadas, aplausos, bocinas y lemas que pudieron escuchar desde la distancia, no tan lejos, en lo que algunos también llaman el penal de Peña Herbosa, los miembros de la Junta de Personal Docente.

Como en las mejores noches del Río de la Pila, no había ganas de marcharse: al final, los intentos de abrir brechas, el reconocimiento salarial a otros colectivos, la alusión a la intervención policial o las formas negociadoras que varias generaciones de maestros plenamente insertos en el siglo XXI contemplan con estupefacción lejos de ser un factor disuasorio, han acabo siendo un estímulo. Y hay otra cita, mañana mismo, a las seis, esta vez frente a Peña Herbosa.

Porque, como recordaban los cánticos de los manifestantes, el profe, luchando, también está enseñando.

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