Semana infrecuente: Cuando Haendel gritaba ‘Hallelujah’ y otros conciertos con leones de oro y arpas

Se acercan las Navidades y con ellas algunas tradiciones musicales que se alejan de los tradicionales villancicos. Una de ellas es cantar en iglesias y auditorios de muchos países que el rey de reyes (‘King of Kings’) reinará ‘for ever and ever’. Tras lo cual hay que clamar dos docenas de veces en ingles ‘Hallelujah!’ o en español ¡Aleluya! Santander lo gritó con miles de voces el pasado domingo. Antes, la semana tuvo un coro de leones y dos arpas armoniosas.
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Mesías participativo y solidario – Palacio de Festivales. Sala Argenta – 24 de noviembre

La historia de la composición y representación del más universal oratorio de Georg Friedrich Haendel comenzó en el verano de 1741. Fueron tres delirantes semanas entre los meses de agosto y septiembre cuando el músico en su casa de Londres comenzó y terminó ‘El Mesías’, 259 páginas de partitura original en inglés. No fue fácil su estreno, que tuvo lugar en Dublín el 13 de abril de 1742 a beneficio de un hospital de expósitos en un auditorio de la calle Fishamble, convertido actualmente en un moderno hotel (¿adivinan su nombre? Sí, obvio: Handel’s Hotel). Y una cuestión con mucho “fish”: ¿cómo llegó un compositor alemán con ciudadanía inglesa a interpretar su obra maestra más elogiada en un antiguo mercado de pescado en Dublín?

2024, y por tercera vez en Cantabria, ‘El Mesías’ de Haendel se pudo escuchar casi íntegro y solidario en una sala Argenta llena por completo, hasta en sus laterales. En ellos, dos escolanías (Aila de Laredo y Astillero) esperaban su momento canoro. En el escenario una orquesta con dieciséis componentes y más de 260 coralistas, con el doble de voces femeninas que masculinas, arropaban a seis solistas y un director musical: Manuel Galán. Es difícil hacer una crítica de tanto esfuerzo de tanta gente durante tanto tiempo, pero el reto de cantar ‘El Mesías’ exige una dedicación mayor para resultados mejores. Los coros se imponían sobre la orquesta y el vendaval de las sopranos barría las otras voces. Los solistas cumplieron con nota alta en interpretaciones sentidas y adaptadas a un idioma que dominaban la mayoría. Al trompetista le dejaron solo (Haendel puso dos en sus representaciones), pero un triunfal Marco Cubillas se bastó para hacerse oír en los temas y coros finales (especialmente en el que -ahora en solitario- le corresponde: ‘The trumpet shall sound’). En medio de todo, un activo director que tenía muchos lados que conjuntar, incluidas las voces blancas de fuera del escenario y al público en general en el esperado bis. Sonó dos veces el coro 42 -el grandioso ‘Hallelujah’- que impresionaba con centenares de voces primero y miles después, en ese bis que, como manda la tradición, hay que cantar de pie. Seis minutos de aplausos, cuatro y medio al finalizar el ‘Amen’ y uno y medio al terminar el bis. Haendel sigue recorriendo escenarios: Aleluya…’for ever and ever’.

Romanticismo infrecuente – Oviedo Filarmonía y El león del oro – Palacio de Festivales. Sala Argenta – 22 de noviembre

Uno cree que el romanticismo no es tan infrecuente y, musicalmente, está lleno de grandes compositores clásicos como Beethoven, Chopin o Schubert, por citar solo a tres. Pero por esa época sentimental del siglo XIX también andaban Anton Bruckner (1824-1896) y el florentino Luigi Cherubini (1760-1842), cuyas obras son menos interpretadas, más infrecuentes. Lo son la Sinfonía núm. 00, en Fa menor, de Bruckner, también conocida por sinfonía doble cero (esto ya no es infrecuente, es rarito), y el Requiem en Do menor, para coro y orquesta de Cherubini (sí, existen réquiems románticos). Dos bellas piezas interpretadas por una orquesta cercana y un coro de sonido único. Y un detalle: ¡Como han mejorado los programas de mano!

Fue un concierto dirigido digitalmente -sin batuta- por Marco Antonio García Paz, prestigioso director de coros, que gusta de usar la energía de las manos y su gestualidad para trasmitir pasión. Lo hizo a lo largo de la noche y brillaron bajo sus indicaciones algunos momentos especiales como el allegro final de la sinfonía de estudio de Bruckner y todo el Réquiem de Cherubini, que acompañó vocalmente. La orquesta sonó compacta y trabajada en las cuerdas, algo que se notó perfectamente en la ausencia de los violines -por imperativo de la partitura- en algunas partes del Requiem. Este, con un coro entregado, ofreció toda la potencia de un ‘Dies Irae’ precedido de un gong sorpresivo -por imperativo de la partitura- y un recogido ‘Agnus Dei’, delicado final con silencio incluido. Múltiples bravos en una noche espiritual y gozosa.

Dúo de arpas: Cermeño – Domené – Auditorio Centro Botín – 17 y 18 de noviembre

Solo en las grandes ocasiones se reúnen dos o más arpas encima de un escenario. Son conciertos donde este legendario instrumento es el protagonista que trasmite buenas vibraciones con sus 47 cuerdas y 7 pedales. Juntar a la madrileña Susana Cermeño y al murciano Juan Antonio Domené -dos generaciones de arpistas- para dar tres conciertos en Santander para todas las edades (por turnos y categorías: familias – colegios – adultos en general) es una gran idea: música con alma milenaria.

Los tres conciertos siguieron el mismo esquema: piezas de los siglos XVIII, XIX y XX, tiempos de esplendor del instrumento, incluyendo tres obras conocidas de música española transcritas para dos arpas. Cada arpa tiene su nombre propio: Minerva la del reciente arpista de la Orquesta Oviedo Filarmonía e Iris la de la catedrática madrileña. Dos piezas del checo Jan B. Krumpholtz (1742-1790) y del francés François J. Naderman (1781-1835) fueron el comienzo de serenas melodías con fantasía que continuaron hasta el despliegue sonoro de danzas españolas de Granados y Falla. ‘Granada’ de Albéniz, esa serenata tranquila y misteriosa, fue el momento en que la coordinación del dúo de arpas mostró la maestría de sus intérpretes: “Nuestro instrumento es mágico y queremos trasmitirlo”. Despedidas con la bahía y sus barcos de fondo. La belleza sonora de un instrumento legendario y de dos artistas hechiceros.

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