Dinamita en nuestras entrañas
Muchos pensarían que ‘Santander la marinera’ lleva sonando desde varias décadas. También contábamos con que Chema Puente estaría ahí siempre. Tal vez porque ambas, obra y creador, han conectado tanto con nuestra identidad colectiva que podemos decir que ya forman parte de lo que somos, auténtico y real.
En la pandemia, en tiempos de incertidumbre, cuando aplaudíamos a los sanitarios, empezó a sonar en algunos barrios ‘Santander la marinera’, que se asomó así a los balcones de los tendales con ropa blanca. Necesitábamos cosas seguras, sólidas, y la canción que parió el de Cueto lo era porque nos recordaba nuestra historia: la de una ciudad con alma de pueblo (la que subía a la fuente de Cacho), portuaria, marinera, en la que el encuentro nos llevó a sones como las habaneras que se convirtieron en parte de nuestra identidad tradicional, y que ha vivido el reconocimiento de ser versionado a su vez
Chema Puente: ‘Santander, la Marinera’ «convoca» a la «convivencia» y el «entendimiento»
Había momentos en los que mirábamos a Chema Puente, cronista de la ciudad a fuerza de escuchar su vertiente más popular y ahí estuvo para ponerle música a la indignación santanderina, popular y periférica, contra el Metrotus. Pocos más podían asomarse a la dualidad de Santander, a saber que somos capaces de lo peor y lo mejor, que la ciudad del nordeste azul puede tener las mejores gentes y paisajes, pero que también alberga en su interior la capacidad de destruir su historia y patrimonio, olvidarse de lo popular, entregarse al elitismo, porque también cargamos con dinamita en la entraña.
Del himno de Santander al del Metrotus: «es bueno que haya canciones que nos unan»
Era una voz recurrente en muchos sitios, tanto tocando como hablando (es de destacar el cuidado que le ponía a las palabras de sus canciones, extraídas directamente del habla popular y, por eso, cultas y eternas, en la mejor esencia de Lorca o Manuel Llano), siempre dispuesto a divulgar la cultura tradicional con la legitimidad no sólo de quien la ejercía, sino de quien había roto una importante barrera: su canción es por derecho propio el himno popular de la ciudad, que es lo mismo que decir el himno de la ciudad.
Hay quienes ven la cultura como algo para separar y aislar, y otros que buscan que sirva para unir, algo que va ligado a su compromiso social y su militancia socialista, que le llevó a recordar que un himno que aboga por la unión y el encuentro difícilmente encaja con quienes hacen bandera de todo lo contrario.
Lo entendieron a la perfección las que bien podrían haber sido en un pasado no tan lejano las pescateras de la plaza, las teleoperadoras de Digitex (antigua Unitono), que luchando contra su traslado, es decir, contra su despido, que hicieron el himno tan suyo que lo bautizaron y cantaron como ‘Santander, la luchadora’.
Él lo vivió, así se lo dijo a ellas ,con emoción e, intuíamos, tal vez concediéndose un minuto para sentir un poquito del orgullo que su pueblo Cueto, su ciudad Santander, siente por alguien que ha muerto, pero no se irá mientras le cantemos.
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