Foto: Joaquín Gómez Sastre y OSCAN

Semana con Músicas Divertidas y alguna pesadilla antes de Navidad

La semana prenavideña ha tenido múltiples celebraciones musicales a lo largo y ancho de Cantabria. Dos de las más esperadas fueron las que tuvieron lugar en el auditorio del Centro Botín y el Palacio de Festivales, dos escenarios que permiten el lucimiento de los intérpretes (siempre que las circunstancias acompañen). Las circunstancias no acompañaron del todo el sábado pasado. Se lo contamos a continuación.
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Fotografía: Aureo Gómez

ENSEIC – Música clásica y contemporánea que nos lleva – Auditorio Centro Botín – 16 de diciembre

Hay despedidas que son singulares y las hacen gratamente especiales programas que llevan por subtítulo ‘Música di-vertida’ (sic), siendo lo di-vertido los lugares a los que nos traslada una adivinanza imposible, un charlestón centenario, fantasías británicas o un vals de Argoños. Todo esto tuvo una noche con música de cinco compositores nacidos en el siglo XX (salvo uno que entró con diez años en este siglo), interpretados por músicos del siglo XXI, presentados y dirigidos por conocedores de ambos siglos.

Los intérpretes son el ENSEIC (Ensemble Instrumental de Cantabria), formación que ya ha cumplido seis añitos y que está formada por músicos de Cantabria que, como los vecinos bilbaínos, pueden haber nacido en otros lugares. Los dirige Esteban Sanz Vélez, alguien con

larga trayectoria como compositor, director, pedagogo y musicólogo, a lo que el concierto añadió buen amigo y sommelier. El presentador fue Luciano González Sarmiento, músico y asesor de la Fundación Botín, padrino y madrino del ENSEIC, que el lunes cerraba su asesoría.

Y fue divertida la velada con el oboe como disparador del Phantasy Quartet (1932) de Benjamín Britten enfrentado a los tres boscosos ‘lobos’ de la cuerda (violín, viola y cello) en un imaginario frondoso. Después, el juguetón divertimento ‘ventoso’ de Jesús Bal y Gay (oboe, clarinete, flauta y fagot) recordaba infancias pasadas, con un movimiento final que parecía tener retahílas dentro tocadas en un allegro casi vivace. En la breve pieza Perenne (2015) de Alberto Vaquero asomaba la trompeta de un tranquilo Miles Davis mirando al piano de Gil Evans, ahora Carmen Santamaria. El juego continuó con seis pequeñas piezas de La carpintera poeta (2021), un cuento hecho música por Esteban Sanz con variaciones sobre una melodía base que recordaban relojes en funcionamiento, pasacalles o un vals trasmerano. Un aperitivo al que siguió la suite La Revue de Cuisine (1927), una cena con tango, charlestón y otras resonancias gastronómicas del checo Bohuslav Martinu; faltaron platos en este banquete -originalmente ballet con utensilios de cocina danzando- con un tempo de marcha final entusiasta, sobre todo por el alborozado violín. Alineaciones: Lara Manzano, flauta – Isabel López, oboe – Andrés Pueyo, clarinete – Javier Cereceda, fagot – Alberto Vaquero, trompeta – Carlos Jorde, violín – Belén Puerto, viola – Alberto Gorrochategui, cello – Carmen Santamaría, piano.

Concierto con despedidas festivo, cariñoso y sobresaliente. Pronto habrá bienvenidas (con un pronóstico desde aquí que no va a fallar: van a venir novedades del sur).

 

Soprano Sofía Gutiérrez-Tobar. Fotografía: Joaquín Gómez Sastre y OSCAN

Uno de películas – Orquesta Sinfónica del Cantábrico – Sala Argenta – 21 de diciembre

Acertaron los programadores al incluir la suite de Pesadilla antes de Navidad en este concierto prenavideño. Algo premonitorio. Fue un sábado noche de sinsabores y calores en un concierto en el que alguien diseñó una iluminación pensada para cegar las retinas del público y llenarlas de humo blanco; peor fue el alevoso castigo del pedestre guion cuyo hilo argumental era ninguno, solo un derroche sinsentido y sin humor de un narrador que tan pronto se vestía de Harpo Marx, declamaba vestido con pijamas de tienda china -que dañaban más a una vista ya maltratada- como interrumpía los coros con su voz y silbato. Alguien cercano lo definió: “Esto es una astracanada”. Dies irae. No parecía que importara la música. Pero vayamos por partes, que aspectos interesantes hubo.

Sala Argenta llena, una orquesta, dos coros unidos en uno y diez temas de bandas sonoras como reclamo y exigencia. Al frente de la OSCAN y coros Paula Sumillera como directora triple: músicos y coralistas del Coro Lírico de Cantabria y del Coro Joven de Santander. 140 personas en el escenario dispuestas a hacer música de siete emblemáticas películas desde la más antigua -1966, compositor Ennio Morricone- a la más moderna -2004, compositor Alan Silvestri-. Ocho proyectores LED coloridos y giratorios capaces de mandar haces de luz hasta la fila 35, allá en las alturas palaciegas, y un foco incontrolado en contrapicado lo siguiente a molesto (inoportuno, fastidioso, cegador, ¿patrocinado por una clínica oftalmológica?). Insistencia en un pésimo diseño de iluminación, aunque fuera curioso ver a las autoridades con caras rojas y a los de las zonas B y C peleando con rayos verdes que les querían convertir en elfos. Luces en ráfagas, humos constantes, ventilador sonante… ¿esto era lo que el programa decía al hablar de “fructíferos diálogos entre música e imagen”?

Menos mal que la orquesta sonó afinada, los coros potentes y conjuntados, la soprano Sofía Gutiérrez-Tobar viviendo su “éxtasis de oro” en brillantes momentos con el coro de “El bueno, el feo y el malo” y un esfuerzo de una triple dirección -orquesta y dos coros- de Paula Sumillera que dejaba notar su querencia por las corales. Lastima que el precioso coro de la suite de Polar express se viera invadido e interrumpido por desafinaciones y ruidos de un narrador hiperactivado. Muchos aplausos finales que motivaron un delicado bis: Carol of the Bells, un villancico ucraniano bien cantado (quizás no lo conocía el narrador, que si no lo estropea).

Hubo otro villancico final, primer breve homenaje al vigésimo quinto aniversario del fallecimiento del profesor y compositor Miguel Ángel Samperio (1936-2000), Cantores, callad. Momentuco.

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